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  Internacional  Quad, el escudo contra China en el Indo Pacífico, se tambalea
Internacional

Quad, el escudo contra China en el Indo Pacífico, se tambalea

9 de noviembre de 2025
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El ruido diplomático del Indo Pacífico es imponente: cumbres encadenadas de Kuala Lumpur a Tokio, declaraciones cruzadas y visitas relámpago. Pero ahora el eco que domina los pasillos de las cancillerías es si se reunirá el Quad este mes en Nueva Delhi.La alianza entre Estados Unidos, India, Japón y Australia —que hace apenas tres años prometía vertebrar un orden marítimo libre y abierto— atraviesa su momento más ambiguo desde su resurrección en 2017.. El contexto ha mutado con rapidez. Donald Trump ha devuelto a Washington a una política transaccional y unilateral, imponiendo aranceles del 50 % a importaciones indias, bloqueando programas sanitarios multilaterales y cuestionando la cooperación tecnológica con Japón y Australia. Por su parte, Nueva Delhi responde con cautela, consciente de que ninguna alianza puede condicionar su autonomía estratégica. Tokio insiste en una prudencia constitucional que modera cualquier impulso armamentista. Y Canberra, atrapada entre la dependencia comercial de China y la fidelidad militar a EE. UU., oscila en un equilibrio forzado.. En teoría, este proyecto multilateral sigue siendo, como proclaman los documentos oficiales australianos, “un pilar clave de su política exterior”. En la práctica, sobrevive con respiración asistida.. Washington repliega el horizonte. Durante la presidencia de Joe Biden, la fórmula cuadrilateral había recuperado propósito: vacunación, ciberseguridad, infraestructura, energía limpia. La ‘Wilmington Declaration’ de 2024 hablaba de una “alianza basada en valores compartidos” y de un “futuro sostenible para el Indo Pacífico”. Aquellas frases, hoy, suenan a otra época. Ninguno de los principios que guiaban al bloque —salud pública, cambio climático, bienes públicos regionales— tienen cabida en el enfoque actual de Trump.. El nuevo presidente concibe las alianzas como instrumentos de rentabilidad inmediata. La doctrina de reciprocidad trata a los aliados como competidores temporales, y las instituciones multilaterales como ataduras. En este esquema, el dispositivo estratégico funciona más como símbolo que como estrategia. Los diplomáticos japoneses lo reconocen en privado: “Washington ya no conversa, notifica.”. La diferencia entre el lenguaje cooperativo del Quad de 2024 y el tono abrupto de este año es abismal. En la declaración de Wilmington se afirmaba que el grupo era “una fuerza para el bien que ofrece un impacto real y duradero para el Indo Pacífico”. Hoy, Washington demuestra lo contrario, con reducción de fondos de USAID, desmontaje de programas de inmunización y un secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., abiertamente escéptico sobre las vacunas.. Ese retroceso se refleja fuera, ya que los compromisos climáticos y de transición energética han sido sustituidos por el lema de gobierno “Drill baby, drill”. En apenas diez meses, los componentes civiles del Quad —sanidad, clima, ayuda humanitaria— han sido desmantelados o desfinanciados.. La voz de Pekín. El discurso chino se ha adaptado con cálculo a esta fractura. Según el Global Times, el Quad es “una plataforma fallida que sobreestima su influencia y subestima la autonomía regional”. Pekín sostiene que la agrupación “se ha convertido en rehén de la política interna estadounidense y en obstáculo para la estabilidad del Indo Pacífico”. El medio oficial lo describe ya como un vestigio de la Guerra Fría: “Mientras discuten su próxima cumbre, Asia avanza mediante una cooperación pragmática liderada por países que no necesitan permiso de Washington.”. Detrás del sarcasmo hay estrategia, la de presentarse como el actor confiado y constante frente a un Occidente errático. Mientras la mesa de cuatro capitales se disuelve en su propia parálisis, China consolida acuerdos de infraestructura digital, puertos estratégicos y cooperación energética entre otros con Indonesia, Arabia Saudita o África Oriental. El vacío de liderazgo no permanece vacío, Pekín lo ocupa con contratos, satélites y diplomacia paciente.. La erosión desde dentro. Australia, uno de los principales impulsores originales del Quad, reconoce en documentos reservados que lo que alguna vez fue su “pilar estratégico” se encuentra “en soporte vital”. John Menadue, exdiplomático australiano, lo resume con frialdad al afirmar que “no fue una India nacionalista la que mató el Quad, fue Trump 2.0.”. Durante los años de Biden, el eje de estas democracias había madurado. Los encuentros pasaron del nivel ministerial a cumbres de líderes; hubo cuatro cumbres presenciales entre 2021 y 2024. Pero desde el pasado enero se observa decadencia en todo, con recortes presupuestarios, tensiones sobre aranceles o fricciones por el petróleo ruso.. La divergencia fundamental no es económica, sino filosófica. Trump no comparte la “visión del Quad”, orientada a bienes públicos y al orden basado en reglas. Su política exterior dominada por la idea de “America First” es incompatible con el multilateralismo que este marco de cooperación representaba. Incluso la retórica del “Indo Pacífico libre y abierto” pierde vigor en boca de un mandatario que desprecia las reuniones multilaterales y mide el valor de las alianzas en términos de déficit comercial.. Autonomías que chocan. India, convertida en epicentro diplomático del Sur Global, sabe que posee poder de veto. No permitirá que el Quad condicione su vínculo con Rusia o su relación de contención‑diálogo con China. Tras los enfrentamientos de mayo entre India y Pakistán, Modi rechazó públicamente las afirmaciones de Trump que se atribuía haber mediado la tregua. Poco después, abrazó a Putin en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái y se mostró cordial con Xi Jinping. El mensaje parece ser que tiene alternativas.. Japón mantiene su pragmatismo constitucional: rearmarse lo justo y sostener una política exterior contenida. Australia, atrapada entre el comercio con China y la seguridad norteamericana, mantiene un silencio incómodo.. Las tres trayectorias chocan con la urgencia de Washington por construir una “alianza de democracias”. El resultado es un síndrome de disonancia estratégica, nadie quiere romper esta alianza, pero nadie sabe por qué sostenerla.. El espejismo de la disuasión. Cada crisis marítima deviene excusa para exhibir músculo conjunto. Ejercicios navales, fotos satelitales, comunicados sobre libertad de navegación. Pero tras esa coreografía se esconde la ausencia de doctrina común. Desde Pekín se percibe la inconsistencia como debilidad: “Cuantas más banderas despliega el Quad, más evidente se hace su vacío”, ironizó el Global Times.. China sabe mantener la presión sin choque frontal. Administra la paciencia estratégica mientras el foro de democracias tropieza con sus propias sombras. La diplomacia china consolida corredores energéticos, fondos de infraestructura y acuerdos bilaterales que diluyen la influencia colectiva del bloque. En el Sudeste Asiático, Quad suena ya a categoría histórica, no a actor presente.. Expertos apuntan a que el Quad no se disolverá mediante un comunicado. Como escribió Menadue, “morirá de aburrimiento burocrático antes que por choque estratégico”. Su declive remite a un patrón conocido, la SEATO de los años cincuenta sucumbió también a la irrelevancia y a la falta de propósito. Hoy, el riesgo apunta a ser simétrico: una alianza que se sostiene por inercia, sin proyectos, sin presupuesto ni mandato, mientras la ASEAN —con todos sus límites— mantiene la iniciativa política regional.. La metáfora que circula en Canberra es mordaz: “El Quad está en soporte vital, pero nadie se atreve a desconectarlo.” El mal es crónico: la pérdida de liderazgo estadounidense y la fragmentación de objetivos.. Cada miembro intenta rescatar lo que puede del naufragio. India propone reconvertir la red en plataforma tecnológica; Japón, en foro marítimo; Australia, en marco de transición energética. Ninguna idea encaja en el nacionalismo económico de Trump, que mide el éxito en aranceles y balanzas. El ideal original —una red capaz de ofrecer bienes públicos y de demostrar la eficacia de las democracias— se desmorona. Pekín, mientras tanto, observa sin disimular su satisfacción: el adversario se autodestruye. Para la propaganda china, el Quad simboliza un Occidente cansado que confunde liderazgo con nostalgia.. En los puertos del Índico y el Pacífico, donde la red de cables, buques y refinerías reconfigura la geografía del poder, la región se mueve sin esperar al Quad. “Asia progresa mediante cooperación pragmática, no mediante bloques ideológicos”, insiste el Global Times.. El Quad nació de una catástrofe natural —el tsunami de 2004— y puede extinguirse en una catástrofe política, la de su irrelevancia. Si alguna vez fue el embrión de un orden democrático del Indo Pacífico, hoy es solo el eco de una ambición inconclusa. En una era de interdependencias agresivas, las alianzas que no se adaptan no mueren de golpe: se evaporan. Eso es lo que está ocurriendo. Y el vacío que dejará este andamiaje geopolítico no será de silencio, sino de voces nuevas —chinas, del Sudeste Asiático, del Sur Global— que aprietan porque ya no lo necesitan.

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El ruido diplomático del Indo Pacífico es imponente: cumbres encadenadas de Kuala Lumpur a Tokio, declaraciones cruzadas y visitas relámpago. Pero ahora el eco que domina los pasillos de las cancillerías es si se reunirá el Quad este mes en Nueva Delhi.La alianza entre Estados Unidos, India, Japón y Australia —que hace apenas tres años prometía vertebrar un orden marítimo libre y abierto— atraviesa su momento más ambiguo desde su resurrección en 2017.. El contexto ha mutado con rapidez. Donald Trump ha devuelto a Washington a una política transaccional y unilateral, imponiendo aranceles del 50 % a importaciones indias, bloqueando programas sanitarios multilaterales y cuestionando la cooperación tecnológica con Japón y Australia. Por su parte, Nueva Delhi responde con cautela, consciente de que ninguna alianza puede condicionar su autonomía estratégica. Tokio insiste en una prudencia constitucional que modera cualquier impulso armamentista. Y Canberra, atrapada entre la dependencia comercial de China y la fidelidad militar a EE. UU., oscila en un equilibrio forzado.. En teoría, este proyecto multilateral sigue siendo, como proclaman los documentos oficiales australianos, “un pilar clave de su política exterior”. En la práctica, sobrevive con respiración asistida.. Washington repliega el horizonte. Durante la presidencia de Joe Biden, la fórmula cuadrilateral había recuperado propósito: vacunación, ciberseguridad, infraestructura, energía limpia. La ‘Wilmington Declaration’ de 2024 hablaba de una “alianza basada en valores compartidos” y de un “futuro sostenible para el Indo Pacífico”. Aquellas frases, hoy, suenan a otra época. Ninguno de los principios que guiaban al bloque —salud pública, cambio climático, bienes públicos regionales— tienen cabida en el enfoque actual de Trump.. El nuevo presidente concibe las alianzas como instrumentos de rentabilidad inmediata. La doctrina de reciprocidad trata a los aliados como competidores temporales, y las instituciones multilaterales como ataduras. En este esquema, el dispositivo estratégico funciona más como símbolo que como estrategia. Los diplomáticos japoneses lo reconocen en privado: “Washington ya no conversa, notifica.”. La diferencia entre el lenguaje cooperativo del Quad de 2024 y el tono abrupto de este año es abismal. En la declaración de Wilmington se afirmaba que el grupo era “una fuerza para el bien que ofrece un impacto real y duradero para el Indo Pacífico”. Hoy, Washington demuestra lo contrario, con reducción de fondos de USAID, desmontaje de programas de inmunización y un secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., abiertamente escéptico sobre las vacunas.. Ese retroceso se refleja fuera, ya que los compromisos climáticos y de transición energética han sido sustituidos por el lema de gobierno “Drill baby, drill”. En apenas diez meses, los componentes civiles del Quad —sanidad, clima, ayuda humanitaria— han sido desmantelados o desfinanciados.. La voz de Pekín. El discurso chino se ha adaptado con cálculo a esta fractura. Según el Global Times, el Quad es “una plataforma fallida que sobreestima su influencia y subestima la autonomía regional”. Pekín sostiene que la agrupación “se ha convertido en rehén de la política interna estadounidense y en obstáculo para la estabilidad del Indo Pacífico”. El medio oficial lo describe ya como un vestigio de la Guerra Fría: “Mientras discuten su próxima cumbre, Asia avanza mediante una cooperación pragmática liderada por países que no necesitan permiso de Washington.”. Detrás del sarcasmo hay estrategia, la de presentarse como el actor confiado y constante frente a un Occidente errático. Mientras la mesa de cuatro capitales se disuelve en su propia parálisis, China consolida acuerdos de infraestructura digital, puertos estratégicos y cooperación energética entre otros con Indonesia, Arabia Saudita o África Oriental. El vacío de liderazgo no permanece vacío, Pekín lo ocupa con contratos, satélites y diplomacia paciente.. La erosión desde dentro. Australia, uno de los principales impulsores originales del Quad, reconoce en documentos reservados que lo que alguna vez fue su “pilar estratégico” se encuentra “en soporte vital”. John Menadue, exdiplomático australiano, lo resume con frialdad al afirmar que “no fue una India nacionalista la que mató el Quad, fue Trump 2.0.”. Durante los años de Biden, el eje de estas democracias había madurado. Los encuentros pasaron del nivel ministerial a cumbres de líderes; hubo cuatro cumbres presenciales entre 2021 y 2024. Pero desde el pasado enero se observa decadencia en todo, con recortes presupuestarios, tensiones sobre aranceles o fricciones por el petróleo ruso.. La divergencia fundamental no es económica, sino filosófica. Trump no comparte la “visión del Quad”, orientada a bienes públicos y al orden basado en reglas. Su política exterior dominada por la idea de “America First” es incompatible con el multilateralismo que este marco de cooperación representaba. Incluso la retórica del “Indo Pacífico libre y abierto” pierde vigor en boca de un mandatario que desprecia las reuniones multilaterales y mide el valor de las alianzas en términos de déficit comercial.. Autonomías que chocan. India, convertida en epicentro diplomático del Sur Global, sabe que posee poder de veto. No permitirá que el Quad condicione su vínculo con Rusia o su relación de contención‑diálogo con China. 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Pero tras esa coreografía se esconde la ausencia de doctrina común. Desde Pekín se percibe la inconsistencia como debilidad: “Cuantas más banderas despliega el Quad, más evidente se hace su vacío”, ironizó el Global Times.. China sabe mantener la presión sin choque frontal. Administra la paciencia estratégica mientras el foro de democracias tropieza con sus propias sombras. La diplomacia china consolida corredores energéticos, fondos de infraestructura y acuerdos bilaterales que diluyen la influencia colectiva del bloque. En el Sudeste Asiático, Quad suena ya a categoría histórica, no a actor presente.. Expertos apuntan a que el Quad no se disolverá mediante un comunicado. Como escribió Menadue, “morirá de aburrimiento burocrático antes que por choque estratégico”. Su declive remite a un patrón conocido, la SEATO de los años cincuenta sucumbió también a la irrelevancia y a la falta de propósito. Hoy, el riesgo apunta a ser simétrico: una alianza que se sostiene por inercia, sin proyectos, sin presupuesto ni mandato, mientras la ASEAN —con todos sus límites— mantiene la iniciativa política regional.. La metáfora que circula en Canberra es mordaz: “El Quad está en soporte vital, pero nadie se atreve a desconectarlo.” El mal es crónico: la pérdida de liderazgo estadounidense y la fragmentación de objetivos.. Cada miembro intenta rescatar lo que puede del naufragio. India propone reconvertir la red en plataforma tecnológica; Japón, en foro marítimo; Australia, en marco de transición energética. Ninguna idea encaja en el nacionalismo económico de Trump, que mide el éxito en aranceles y balanzas. El ideal original —una red capaz de ofrecer bienes públicos y de demostrar la eficacia de las democracias— se desmorona. Pekín, mientras tanto, observa sin disimular su satisfacción: el adversario se autodestruye. 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