Pau Casals fue un testigo privilegiado de algunos de los acontecimientos más destacados de su tiempo, algo que se traduce en la extensísima correspondencia que mantuvo a lo largo de su vida con compañeros músicos, pero también con destacadas personalidades del siglo XX. Eso es lo que podemos encontrar en un libro monumental publicado por Acantilado y bajo el cuidado de Anna Dalmau y Anna Mora.
Bajo el título «Querido maestro», el volumen recoge buena parte de la correspondencia que el violonchelista mantuvo entre 1893 y 1973, desde sus años de formación hasta poco antes de su muerte, un amplio marco temporal que permite conocer el compromiso humano de Casals en momentos tan complicados como la Primera Guerra Mundial, la revolución rusa, la Guerra Civil y el exilio para muchos republicanos como él, la Segunda Guerra Mundial y la llamada Guerra Fría, con el asesinato del presidente John F. Kennedy de fondo. El trabajo de investigación de las responsables de la obra les permite contar no solamente con las misivas escritas por Pau Casals sino que también contiene muchas de las recibidas.
Para el músico era muy importante poder contestar la ingente cantidad de misivas que recibía. Quien fuera uno de sus ayudantes personales, el escritor Josep Maria Corredor, fue un testigo privilegiado de este hecho, constatando que en el tiempo del exilio, Casals llegó a dedicar entre tres y cuatro horas a contestar los mensajes recibidos, ya fueran de conocidos como de aquellos con quienes no tenía contacto real. Como él mismo le transmitió a su hermano Enric en 1947, «las cosas más emocionantes son las cartas. Un niño desconocido me envía su retrato bajo el cual escribe: “Yo también le quiero”».
Resulta fascinante, por ejemplo, leer la carta que el crítico y musicólogo Joaquim Pena le remitió el 31 de julio de 1936 y que resulta una gran crónica del estallido de la Guerra Civil en Cataluña. «En nuestro caserío, donde en los diecisiete años en los que hemos vivido tantos otros disturbios nos encontrábamos mucho más seguros que en la ciudad, sin llegar mas que el eco de los disparos, nos han tenido en danza mucho más que en Barcelona, pues en ésta, pasadas las primeras horas de la acción militar, reina un cierto orden revolucionario; pero allí arriba, constituidos en bando independiente en manos de unos salvajes, ha dominado únicamente una anarquía desenfrenada».
Fueron muchos los que se comunicaron con Casals pidiendo algún tipo de ayuda. Es el caso, por ejemplo, en noviembre de 1945, de Pablo Picasso quien se dirige a su «estimado compatriota y amigo» para decirle que «el portador de la presente es un buen amigo mío, que quiere solicitar de usted un señalado servicio. Le agradeceré haga todo lo posible por atenderle, por tratarse de una cuestión en la que tengo un gran interés. Perdone la molestia y tenga usted la seguridad del agradecimiento de su buen amigo que le saluda cordialmente».
Gracias a estas cartas también podemos saber del compromiso de Pau Casals con Cataluña hasta el punto de que después de la renuncia de Josep Irla como presidente de la Generalitat en el exilio, en 1954, un grupo de 22 personalidades le solicitan que acepte ese cargo. A este respecto, Josep Tarradellas le transmite que «confiando en su fervor patriótico me permito en nombre de la amistad y coincidencias en los deberes hacia Cataluña rogarle acepte la Presidencia de la Generalitat». Casals no tardó en contestar desde Prades a Tarradellas con un telegrama: «Petición demasiado seria para dar respuesta categórica. Stop. Profundamente emocionado pido a todos un tiempo de reflexión y recogimiento». Al cabo de unos días, el violonchelista apuntaba a Tarradellas que no podía aceptar el cargo: «Lamento no poderles complacer sintiendo profundamente deber permanecer al margen de toda representación política que fatalmente disminuiría eficacia de la de carácter independiente y espiritual que se necesita reservar hoy más que nunca para cuando llegue hora».
Uno de los episodios más conocidos en la vida de Casals es su actuación en la Casa Blanca ante el presidente estadounidense John F. Kennedy. El epistolario entre Casals y Kennedy ha sido muy reproducido. Lo que no eran tan conocidas son las cartas que escribió tras saber que JFK había sido asesinado en 1963. A Josep Maria Corredor y Gaspar Cassadó les confesó que estaba abrumado por el magnicidio. No dudó en enviar un telegrama de pésame a la Casa Blanca que fue contestado por Pierre Salinger, el secretario de Prensa del fallecido presidente: «Agradezco mucho su telegrama de pésame por la muerte del presidente. Siempre recordaremos el sonido de su gran música en el Salón Este de la Casa Blanca. Sabemos que usted, que ha luchado durante mucho tiempo por la libertad en todo el mundo, nos ayudará a aplicar y llevar las políticas del presidente Kennedy».
Un libro reúne algunas de las principales escritas y recibidas por el célebre violochenlista a lo largo de su vida
Pau Casals fue un testigo privilegiado de algunos de los acontecimientos más destacados de su tiempo, algo que se traduce en la extensísima correspondencia que mantuvo a lo largo de su vida con compañeros músicos, pero también con destacadas personalidades del siglo XX. Eso es lo que podemos encontrar en un libro monumental publicado por Acantilado y bajo el cuidado de Anna Dalmau y Anna Mora.
Bajo el título «Querido maestro», el volumen recoge buena parte de la correspondencia que el violonchelista mantuvo entre 1893 y 1973, desde sus años de formación hasta poco antes de su muerte, un amplio marco temporal que permite conocer el compromiso humano de Casals en momentos tan complicados como la Primera Guerra Mundial, la revolución rusa, la Guerra Civil y el exilio para muchos republicanos como él, la Segunda Guerra Mundial y la llamada Guerra Fría, con el asesinato del presidente John F. Kennedy de fondo. El trabajo de investigación de las responsables de la obra les permite contar no solamente con las misivas escritas por Pau Casals sino que también contiene muchas de las recibidas.
Para el músico era muy importante poder contestar la ingente cantidad de misivas que recibía. Quien fuera uno de sus ayudantes personales, el escritor Josep Maria Corredor, fue un testigo privilegiado de este hecho, constatando que en el tiempo del exilio, Casals llegó a dedicar entre tres y cuatro horas a contestar los mensajes recibidos, ya fueran de conocidos como de aquellos con quienes no tenía contacto real. Como él mismo le transmitió a su hermano Enric en 1947, «las cosas más emocionantes son las cartas. Un niño desconocido me envía su retrato bajo el cual escribe: “Yo también le quiero”».
Resulta fascinante, por ejemplo, leer la carta que el crítico y musicólogo Joaquim Pena le remitió el 31 de julio de 1936 y que resulta una gran crónica del estallido de la Guerra Civil en Cataluña. «En nuestro caserío, donde en los diecisiete años en los que hemos vivido tantos otros disturbios nos encontrábamos mucho más seguros que en la ciudad, sin llegar mas que el eco de los disparos, nos han tenido en danza mucho más que en Barcelona, pues en ésta, pasadas las primeras horas de la acción militar, reina un cierto orden revolucionario; pero allí arriba, constituidos en bando independiente en manos de unos salvajes, ha dominado únicamente una anarquía desenfrenada».
Fueron muchos los que se comunicaron con Casals pidiendo algún tipo de ayuda. Es el caso, por ejemplo, en noviembre de 1945, de Pablo Picasso quien se dirige a su «estimado compatriota y amigo» para decirle que «el portador de la presente es un buen amigo mío, que quiere solicitar de usted un señalado servicio. Le agradeceré haga todo lo posible por atenderle, por tratarse de una cuestión en la que tengo un gran interés. Perdone la molestia y tenga usted la seguridad del agradecimiento de su buen amigo que le saluda cordialmente».
Gracias a estas cartas también podemos saber del compromiso de Pau Casals con Cataluña hasta el punto de que después de la renuncia de Josep Irla como presidente de la Generalitat en el exilio, en 1954, un grupo de 22 personalidades le solicitan que acepte ese cargo. A este respecto, Josep Tarradellas le transmite que «confiando en su fervor patriótico me permito en nombre de la amistad y coincidencias en los deberes hacia Cataluña rogarle acepte la Presidencia de la Generalitat». Casals no tardó en contestar desde Prades a Tarradellas con un telegrama: «Petición demasiado seria para dar respuesta categórica. Stop. Profundamente emocionado pido a todos un tiempo de reflexión y recogimiento». Al cabo de unos días, el violonchelista apuntaba a Tarradellas que no podía aceptar el cargo: «Lamento no poderles complacer sintiendo profundamente deber permanecer al margen de toda representación política que fatalmente disminuiría eficacia de la de carácter independiente y espiritual que se necesita reservar hoy más que nunca para cuando llegue hora».
Uno de los episodios más conocidos en la vida de Casals es su actuación en la Casa Blanca ante el presidente estadounidense John F. Kennedy. El epistolario entre Casals y Kennedy ha sido muy reproducido. Lo que no eran tan conocidas son las cartas que escribió tras saber que JFK había sido asesinado en 1963. A Josep Maria Corredor y Gaspar Cassadó les confesó que estaba abrumado por el magnicidio. No dudó en enviar un telegrama de pésame a la Casa Blanca que fue contestado por Pierre Salinger, el secretario de Prensa del fallecido presidente: «Agradezco mucho su telegrama de pésame por la muerte del presidente. Siempre recordaremos el sonido de su gran música en el Salón Este de la Casa Blanca. Sabemos que usted, que ha luchado durante mucho tiempo por la libertad en todo el mundo, nos ayudará a aplicar y llevar las políticas del presidente Kennedy».
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