Treinta personas en plena calle, sentadas en sillas plegables, que parecen atender a una conferencia sin conferenciante y mirando todas a un edificio con pinta de búnker en Chamberí, son un cebo para curiosos. Si ve algo así por las calles de Madrid, seguramente sea el grupo de Urban Sketchers de Madrid, que organiza quedadas para plasmar, cada uno a su estilo, distintos paisajes urbanos de la capital. Me encontraba yo en uno de esos rituales de sábado cuando se acercó una señora:. Seguir leyendo
La antigua embajada británica o la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense han generado a su alrededor todo tipo de rumores
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Treinta personas en plena calle, sentadas en sillas plegables, que parecen atender a una conferencia sin conferenciante y mirando todas a un edificio con pinta de búnker en Chamberí, son un cebo para curiosos. Si ve algo así por las calles de Madrid, seguramente sea el grupo de Urban Sketchers de Madrid, que organiza quedadas para plasmar, cada uno a su estilo, distintos paisajes urbanos de la capital. Me encontraba yo en uno de esos rituales de sábado cuando se acercó una señora:. ―¿Por qué pintáis ese edificio tan feo?. Se refería la mujer a la antigua embajada británica, un edificio de estilo brutalista proyectado en 1958 por el arquitecto británico W. S. Bryant, en colaboración con el español Luis Blanco-Soler. A esta vecina del barrio le horrorizaba esa mole de hormigón y granito en medio de tanta fachada clásica. Se acercó como una traficante de cuchicheos y, a modo de confidencia, dijo bajito: “La gente no lo sabe, pero yo te puedo contar su verdadera historia. Al arquitecto se le traspapelaron los planos y construyó aquí, por error, un edificio que se tenía que haber levantado en África. Y en África está el que tenían que haber hecho en Madrid”.. Soltó la bomba y se fue deseando una buena mañana. A la media hora, otra vecina del barrio se acercó y confesó también ser guardiana del secreto de aquella mole. Lo mismo, planos traspapelados. Pero en vez de África, Londres.. Detalle de la antigua embajada británica. virlo. Una historia así había que consultarla, claro. Pero ni rastro de África, ni de Londres, ni de arquitectos despistados. “Esa teoría no la conocía, que lo mismo puede ser, pero no encaja porque esta embajada fue un encargo del Gobierno británico y, como era en Madrid, el arquitecto quiso hacer un homenaje a la España más topicazo. Su intención era asemejarlo a una plaza de toros”, cuenta Alejando García Alcántara, autor del libro Madrid Brutal y que difunde en su cuenta de Instagram las historias de estos ejemplos brutalistas.. Antes de seguir, explica en qué consiste este estilo: “Es una rama de la arquitectura moderna que empezó con Le Corbusier en los años treinta o cuarenta en Francia. Destaca por grandes volúmenes en los que predomina la línea recta y la ausencia de ornamentación. También se buscaba la expresividad y una manera de construir más plástica y en algunos casos más artística. Dentro del estilo en sí mismo, hay muchas diferencias entre unos autores y otros”.. Pero si la idea era hacer una referencia visual a las plazas de toros españolas, ¿de dónde surge entonces el rumor? García sostiene que las leyendas urbanas suelen revolotear alrededor de este estilo arquitectónico, aunque no solo. Y da un ejemplo. Quien haya estudiado en la Universidad Complutense seguro que ha oído que la Facultad de Ciencias de la Información, también brutalista, fue una cárcel de mujeres durante el franquismo.. “No tiene ningún sentido porque se construyó todo el campus más o menos a la vez y nunca ha tenido esa función. El rumor se extiende, la gente se lo cree y se sigue contando. Puede que tenga que ver con una reacción porque no guste. En el caso de la antigua embajada, derribaron un palacete para construir esto. Es normal que cause algo de rechazo”, explica García Alcántara.. El experto explica también que Madrid es la ciudad de España que más construcciones brutalistas tiene. Y algunas, como La Pagoda, ya han desaparecido. La obra de W. S. Bryant ya no es la embajada británica, fue vendida en 2009 al empresario José María Aristrain y, cuenta García en su libro, su intención era demolerla. Todavía sigue en pie y sus espacios se alquilan en ocasiones para rodajes, anuncios o sesiones de fotos. Mientras tanto, esas dos vecinas seguirán con sus relatos de planos traspapelados siempre que encuentren ocasión. No serán guardianas de la verdadera historia de un edificio, pero sí guardianas de su leyenda.