Tras la celebración de un Congreso que Junts valoró «muy positivamente» y la restitución de Carles Puigdemont al frente de la formación, la nueva ejecutiva del partido se ha puesto esta mañana manos a la obra para que la «apertura» proclamada en Calella sea una realidad electoral «lo antes posible». El horizonte fijado por los posconvergentes, como afirmaron el pasado fin de semana, son las elecciones municipales de 2027. No obstante, la inestabilidad que reina en La Moncloa y la «debilidad» de la que acusan al Govern de Salvador Illa motivan a Junts a encontrar una solución de urgencia a la pérdida de la mayoría absoluta independentista, que pasa por «conseguir más gente» y por que el «catalanismo no independentista» vea en los posconvergentes un espacio donde sentirse representado, más allá de que, y puede parecer contradictorio, Puigdemont reivindicara ayer la «unilateralidad» como atajo legítimo para la independencia de Cataluña.
En un lunes de resaca congresual donde se han expresado públicamente tanto el presidente de la formación como el renovado secretario general, Jordi Turull, quien ha puesto el acento más enfáticamente en la necesidad de «abrir fronteras» ha sido Toni Castellà, vicepresidente de Junts desde el domingo y líder de Demòcrates, escisión secesionista de la antigua Unió y ya plenamente integrada en Junts. Diputado en el Parlament y uno de los diseñadores intelectuales del regreso «express» del expresidente de la Generalitat el pasado 8 de agosto, Castellà tiene la misión de «construir un partido hegemónico» como lo es hoy el PSC, que tiene «el monopolio de las instituciones» según Puigdemont, y fue en su día CiU, coalición despreciada por Junts en sus primeros años de vida pero hoy reivindicada.
«Junts tiene que ser la formación independentista donde también caben los catalanistas», ha asegurado el nuevo vicepresidente, añadiendo su intención de «conectar con la centralidad». Este ambiguo concepto, ignorado por Turull en sus intervenciones en RAC1 y TV3, cobra especial relevancia tras el apoyo prácticamente unánime de la militancia de Junts a una «ponencia ideológica», una de las tres aprobadas en el Congreso, que incorpora a los estatutos del partido una serie de posicionamientos de lo más liberales: desde bajar la presión fiscal, hasta endurecer las políticas migratorias. Un giro a la derecha compatible con la voluntad de anular a Aliança Catalana y convencer a algunos moderados que vieron en Illa a una especie de Artur Mas, pero poco efectivo para seducir al electorado decepcionado de ERC, por ejemplo. En cualquier caso, la verdadera cara de Junts, más allá de la estelada y su ansia por gobernar, sigue despertando incertezas. El refranero, por su parte, asegura que «poco aprieta quien mucho abarca».
La nueva ejecutiva, reunida esta mañana en Barcelona por primera vez, insiste en la necesidad de «ser más» tras la pérdida de la mayoría absoluta independentista. Buscan «seguir ampliando fronteras» tras el Congreso «aperturista» de Calella
Tras la celebración de un Congreso que Junts valoró «muy positivamente» y la restitución de Carles Puigdemont al frente de la formación, la nueva ejecutiva del partido se ha puesto esta mañana manos a la obra para que la «apertura» proclamada en Calella sea una realidad electoral «lo antes posible». El horizonte fijado por los posconvergentes, como afirmaron el pasado fin de semana, son las elecciones municipales de 2027. No obstante, la inestabilidad que reina en La Moncloa y la «debilidad» de la que acusan al Govern de Salvador Illa motivan a Junts a encontrar una solución de urgencia a la pérdida de la mayoría absoluta independentista, que pasa por «conseguir más gente» y por que el «catalanismo no independentista» vea en los posconvergentes un espacio donde sentirse representado, más allá de que, y puede parecer contradictorio, Puigdemont reivindicara ayer la «unilateralidad» como atajo legítimo para la independencia de Cataluña.
En un lunes de resaca congresual donde se han expresado públicamente tanto el presidente de la formación como el renovado secretario general, Jordi Turull, quien ha puesto el acento más enfáticamente en la necesidad de «abrir fronteras» ha sido Toni Castellà, vicepresidente de Junts desde el domingo y líder de Demòcrates, escisión secesionista de la antigua Unió y ya plenamente integrada en Junts. Diputado en el Parlament y uno de los diseñadores intelectuales del regreso «express» del expresidente de la Generalitat el pasado 8 de agosto, Castellà tiene la misión de «construir un partido hegemónico» como lo es hoy el PSC, que tiene «el monopolio de las instituciones» según Puigdemont, y fue en su día CiU, coalición despreciada por Junts en sus primeros años de vida pero hoy reivindicada.
«Junts tiene que ser la formación independentista donde también caben los catalanistas», ha asegurado el nuevo vicepresidente, añadiendo su intención de «conectar con la centralidad». Este ambiguo concepto, ignorado por Turull en sus intervenciones en RAC1 y TV3, cobra especial relevancia tras el apoyo prácticamente unánime de la militancia de Junts a una «ponencia ideológica», una de las tres aprobadas en el Congreso, que incorpora a los estatutos del partido una serie de posicionamientos de lo más liberales: desde bajar la presión fiscal, hasta endurecer las políticas migratorias. Un giro a la derecha compatible con la voluntad de anular a Aliança Catalana y convencer a algunos moderados que vieron en Illa a una especie de Artur Mas, pero poco efectivo para seducir al electorado decepcionado de ERC, por ejemplo. En cualquier caso, la verdadera cara de Junts, más allá de la estelada y su ansia por gobernar, sigue despertando incertezas. El refranero, por su parte, asegura que «poco aprieta quien mucho abarca».
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