Humanizar, según el Diccionario de la lengua española, significa hacer humano, familiar y afable a alguien o algo. Tiene una segunda acepción, la de ablandarse, desenojarse y hacerse benigno. Esta semana, a raíz de los Premios Ondas, volvíamos a escuchar discursos «humanistas». Decía Isabel Jiménez, periodista, premiada: «humanicémonos más». Se puede informar con rigor, sí, pero con empatía, decía en su minuto de gloria. Esta frase debería convertirse en portada. Se puede hacer extensivo: se puede dirigir, sí, pero con humanismo (doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos, según la RAE). Se puede trabajar, sí, pero con humanismo. En efecto, todo se debe hacer poniendo en el centro a la persona. Jiménez hacía referencia a cuánto se habla de las redes sociales, la inteligencia artificial y la información… diría que todo sirve en sociedad, pero solo si es una herramienta o canal para servir (hacer mejor) a la persona. En un momento de celebración, por cuanto supone recibir un galardón, sus palabras parecían un llamamiento, un clamor, una petición: primero, la persona. Diría que «humanicémonos más» nos inspira, pero el hombre es humano, no debe hacerse humano, porque ya lo es. Lo que debemos hacer es recordar que somos personas y que debemos volver a marcar esa concepción de la vida que integra los valores (el humanismo). La actualidad no deja de ofrecernos titulares que suscitan admiración por lo que el hombre es capaz de hacer por su propia condición humana, por el corazón. Las imágenes de Valencia, con la inmensa ayuda de los voluntarios y los claros titulares que subrayaban «solo el pueblo salva a al pueblo», parecen refutar algo primordial: solo el hombre es capaz de tomar conciencia, darse a sí mismo y salvar a otro hombre. Así, esta columna pretende ser un espacio para pensar en los «lugares comunes», en la esencia de las personas, en la visión humanista.. Sobre la segunda acepción, ablandémonos: seamos más bondadosos, sobre todo en las empresas. No podemos crear líneas divisorias, los valores deben estar presentes en todos los espacios de la vida del hombre.. La gran suerte de los periodistas es que son capaces de entender el valor de las palabras. El trabajo que desempeñan pasa por escuchar, elegir y contar. Se hace necesario reparar en que todo lo que decimos importa y en que las palabras tienen significado. El hombre es capaz de mover (y moverse) solo por lo que escucha y por lo que suscitan las palabras. Elijamos bien lo que decimos, cada uno en su esfera personal y profesional. La verdad es un valor que debemos poner en alza (sirva también esta columna para hacer énfasis en lo detestable que es la mentira). Se hace necesario volver a escribir y decir que los valores no son un discurso de media hora semanal ni un plan de marketing. Los valores del humanismo se reconocen por una forma de ser y de vivir. Valorémoslo.
La autora señala que «se hace necesario volver a escribir y decir que los valores no son un discurso de media hora semanal ni un plan de marketing»
Humanizar, según el Diccionario de la lengua española, significa hacer humano, familiar y afable a alguien o algo. Tiene una segunda acepción, la de ablandarse, desenojarse y hacerse benigno. Esta semana, a raíz de los Premios Ondas, volvíamos a escuchar discursos «humanistas». Decía Isabel Jiménez, periodista, premiada: «humanicémonos más». Se puede informar con rigor, sí, pero con empatía, decía en su minuto de gloria. Esta frase debería convertirse en portada. Se puede hacer extensivo: se puede dirigir, sí, pero con humanismo (doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos, según la RAE). Se puede trabajar, sí, pero con humanismo. En efecto, todo se debe hacer poniendo en el centro a la persona. Jiménez hacía referencia a cuánto se habla de las redes sociales, la inteligencia artificial y la información… diría que todo sirve en sociedad, pero solo si es una herramienta o canal para servir (hacer mejor) a la persona. En un momento de celebración, por cuanto supone recibir un galardón, sus palabras parecían un llamamiento, un clamor, una petición: primero, la persona. Diría que «humanicémonos más» nos inspira, pero el hombre es humano, no debe hacerse humano, porque ya lo es. Lo que debemos hacer es recordar que somos personas y que debemos volver a marcar esa concepción de la vida que integra los valores (el humanismo). La actualidad no deja de ofrecernos titulares que suscitan admiración por lo que el hombre es capaz de hacer por su propia condición humana, por el corazón. Las imágenes de Valencia, con la inmensa ayuda de los voluntarios y los claros titulares que subrayaban «solo el pueblo salva a al pueblo», parecen refutar algo primordial: solo el hombre es capaz de tomar conciencia, darse a sí mismo y salvar a otro hombre. Así, esta columna pretende ser un espacio para pensar en los «lugares comunes», en la esencia de las personas, en la visión humanista.. Sobre la segunda acepción, ablandémonos: seamos más bondadosos, sobre todo en las empresas. No podemos crear líneas divisorias, los valores deben estar presentes en todos los espacios de la vida del hombre.. La gran suerte de los periodistas es que son capaces de entender el valor de las palabras. El trabajo que desempeñan pasa por escuchar, elegir y contar. Se hace necesario reparar en que todo lo que decimos importa y en que las palabras tienen significado. El hombre es capaz de mover (y moverse) solo por lo que escucha y por lo que suscitan las palabras. Elijamos bien lo que decimos, cada uno en su esfera personal y profesional. La verdad es un valor que debemos poner en alza (sirva también esta columna para hacer énfasis en lo detestable que es la mentira). Se hace necesario volver a escribir y decir que los valores no son un discurso de media hora semanal ni un plan de marketing. Los valores del humanismo se reconocen por una forma de ser y de vivir. Valorémoslo.
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