Está nublado en el mercadillo municipal de Turís y la mitad de puestos no se han atrevido a montar. La plaza Vicent Ribes no está a rebosar como un día normal: son las diez de la mañana y apenas hay una decena de clientes. Los vecinos todavía llevan el susto en el cuerpo del martes 29 de octubre, cuando el cielo se derrumbó.. Este pequeño municipio valenciano de poco más de siete mil habitantes fue el epicentro de la DANA. En el pueblo se registraron 771 litros de lluvia por metro cuadrado en 24 horas, que en realidad fueron menos, pues llovió desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche con una interrupción de un par de horas. En tan solo una hora se registraron 185 litros, récord histórico en España.. «Llovía y llovía y llovía y no paraba, era algo bestial», recuerda el alcalde, Ismael Corell. El consistorio había cancelado las clases a primera hora y a las diez de la mañana la avenida que vertebra el pueblo ya llevaba un palmo de agua. Todavía faltaba todo el día por llover.. La luz iba y venía y se acabó desconectando en Turís a las ocho de la tarde. El miércoles nadie sabía qué había pasado más allá. Algunos vecinos estuvieron casi 36 horas sin luz y sin conexión a internet, pero el agua potable seguía funcionando. «No tenías la visión más allá de tu término municipal y pensabas que eras el peor parado», recuerda Corell. Pero no era así. «Te imaginabas que iba a hacer daño, pero ni por asomo lo que ha pasado en otros sitios», añade.. El miércoles por la mañana el casco urbano de Turís no era la escena apocalíptica que se ha podido ver en otros municipios. Ni cañas, ni coches amontonados arrastrados por la marea ni lodo en las calles. Algunas casas tuvieron pequeñas goteras y el mayor daño fue en los sótanos, que sí se inundaron, pero poco más. El casco urbano se salvó de las peores consecuencias.. A Turís le salvó su geografía: ningún barranco cruza el pueblo y el río más cercano, el Magro, está a cinco kilómetros del pueblo. «Tuvimos mucha suerte», dice ahora Ester Jabaloyas mientras atiende a una clienta. Con su pareja Ismael, son la cuarta generación familiar que regenta Carnes Boluda. Ese día se había marchado del mercado a mediodía por las lluvias, pero como paró de llover, volvió a achicar aguas con recogedores. «Pensaba que podía perder mi negocio, pero al rato cuando me giré ya no se veía la calle y dije: es hora de irse a casa antes de que sea tarde», recuerda.. A pesar de no tener luz, pudieron salvar toda la carne gracias a un generador y los días posteriores se fueron a dar servicio a sus clientes en pueblos vecinos. A los días, la situación le superó. «Me ponía a llorar porque yo estaba bien y ellos estaban mal; a mí no me había pasado nada siendo el sitio que más había caído. Me sentía culpable: cayó aquí y llegó hasta allí», dice.. En Turís solo se ha contabilizado una víctima mortal, Silvanna Lochi, quien llevaba un año en el pueblo y falleció intentando volver a casa desde su trabajo. A pesar de no haber más desaparecidos, miles de vecinos sí han visto como les ha cambiado la vida. «El término municipal más allá del casco urbano está destrozado», dice el alcalde.. Daños en el campo. En un pueblo donde la mayoría de la población se dedica a la agricultura, los daños económicos son incalculables. «Esto va a cambiar la economía valenciana», añade el alcalde. Muchos de los campos de naranjas, uva, caquis u olivas no existen, como los que estaban frente a la casa de Juan Ponce. El vecino, que trabaja en la agricultura, hacía diez años que se había mudado a una casa en el campo. Su terreno está entre el río Buñol y el Magro, que se unen haciendo una uve a escasos metros de su casa.. El día de la lluvia estaba solo en casa con su perro de apenas dos meses, Adar. A las seis de la tarde, se asomó por el estruendo del agua y vio que esta había subido ya un par de escalones hacia su casa. Decidió coger al perro en brazos y salir a un repecho. Allí pasó unas doce horas viendo cómo el agua arrastraba de todo a su paso, entre ellos sus dos coches y sesenta olivos. Por donde estaba su campo pasa ahora el río Magro, que ha cambiado su cauce.. El agua no llegó a subir hasta dentro de casa, pero sí ha reventado el muro de hormigón que le separaba del río. Ponce estuvo una semana incomunicado hasta que vino la brigada municipal a limpiar el puente que cruza el río y le conecta con el pueblo. «Nuestra prioridad era ir abriendo carreteras y caminos», dice el alcalde. Sin embargo, todavía hoy tiene que ir a casa de sus padres a ducharse porque las tuberías están destrozadas y no se sabe cuándo se restablecerá el agua. Además, el perito no fue hasta el viernes pasado a evaluar los daños, por lo que hasta casi tres semanas después no ha podido empezar a limpiar las ramas, cañas y el barro que inundan su parcela.. Ahora solo queda esperar que lleguen las ayudas. El consistorio ya ha enviado las solicitudes a nivel municipal y está tramitando casos particulares, pero Ponce no cree que le cubran todo lo perdido. «Vinieron y tomaron nota, pero no saben cómo estaba todo esto antes», lamenta.
El municipio valenciano acumuló 771 litros por metro cuadrado, pero el casco urbano no sufrió grandes daños al no estar cerca de un barranco ni un río. Los vecinos sufren ahora las pérdidas en el campo
Está nublado en el mercadillo municipal de Turís y la mitad de puestos no se han atrevido a montar. La plaza Vicent Ribes no está a rebosar como un día normal: son las diez de la mañana y apenas hay una decena de clientes. Los vecinos todavía llevan el susto en el cuerpo del martes 29 de octubre, cuando el cielo se derrumbó.. Este pequeño municipio valenciano de poco más de siete mil habitantes fue el epicentro de la DANA. En el pueblo se registraron 771 litros de lluvia por metro cuadrado en 24 horas, que en realidad fueron menos, pues llovió desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche con una interrupción de un par de horas. En tan solo una hora se registraron 185 litros, récord histórico en España.. «Llovía y llovía y llovía y no paraba, era algo bestial», recuerda el alcalde, Ismael Corell. El consistorio había cancelado las clases a primera hora y a las diez de la mañana la avenida que vertebra el pueblo ya llevaba un palmo de agua. Todavía faltaba todo el día por llover.. La luz iba y venía y se acabó desconectando en Turís a las ocho de la tarde. El miércoles nadie sabía qué había pasado más allá. Algunos vecinos estuvieron casi 36 horas sin luz y sin conexión a internet, pero el agua potable seguía funcionando. «No tenías la visión más allá de tu término municipal y pensabas que eras el peor parado», recuerda Corell. Pero no era así. «Te imaginabas que iba a hacer daño, pero ni por asomo lo que ha pasado en otros sitios», añade.. El miércoles por la mañana el casco urbano de Turís no era la escena apocalíptica que se ha podido ver en otros municipios. Ni cañas, ni coches amontonados arrastrados por la marea ni lodo en las calles. Algunas casas tuvieron pequeñas goteras y el mayor daño fue en los sótanos, que sí se inundaron, pero poco más. El casco urbano se salvó de las peores consecuencias.. A Turís le salvó su geografía: ningún barranco cruza el pueblo y el río más cercano, el Magro, está a cinco kilómetros del pueblo. «Tuvimos mucha suerte», dice ahora Ester Jabaloyas mientras atiende a una clienta. Con su pareja Ismael, son la cuarta generación familiar que regenta Carnes Boluda. Ese día se había marchado del mercado a mediodía por las lluvias, pero como paró de llover, volvió a achicar aguas con recogedores. «Pensaba que podía perder mi negocio, pero al rato cuando me giré ya no se veía la calle y dije: es hora de irse a casa antes de que sea tarde», recuerda.. A pesar de no tener luz, pudieron salvar toda la carne gracias a un generador y los días posteriores se fueron a dar servicio a sus clientes en pueblos vecinos. A los días, la situación le superó. «Me ponía a llorar porque yo estaba bien y ellos estaban mal; a mí no me había pasado nada siendo el sitio que más había caído. Me sentía culpable: cayó aquí y llegó hasta allí», dice.. En Turís solo se ha contabilizado una víctima mortal, Silvanna Lochi, quien llevaba un año en el pueblo y falleció intentando volver a casa desde su trabajo. A pesar de no haber más desaparecidos, miles de vecinos sí han visto como les ha cambiado la vida. «El término municipal más allá del casco urbano está destrozado», dice el alcalde.. Daños en el campo. En un pueblo donde la mayoría de la población se dedica a la agricultura, los daños económicos son incalculables. «Esto va a cambiar la economía valenciana», añade el alcalde. Muchos de los campos de naranjas, uva, caquis u olivas no existen, como los que estaban frente a la casa de Juan Ponce. El vecino, que trabaja en la agricultura, hacía diez años que se había mudado a una casa en el campo. Su terreno está entre el río Buñol y el Magro, que se unen haciendo una uve a escasos metros de su casa.. El día de la lluvia estaba solo en casa con su perro de apenas dos meses, Adar. A las seis de la tarde, se asomó por el estruendo del agua y vio que esta había subido ya un par de escalones hacia su casa. Decidió coger al perro en brazos y salir a un repecho. Allí pasó unas doce horas viendo cómo el agua arrastraba de todo a su paso, entre ellos sus dos coches y sesenta olivos. Por donde estaba su campo pasa ahora el río Magro, que ha cambiado su cauce.. El agua no llegó a subir hasta dentro de casa, pero sí ha reventado el muro de hormigón que le separaba del río. Ponce estuvo una semana incomunicado hasta que vino la brigada municipal a limpiar el puente que cruza el río y le conecta con el pueblo. «Nuestra prioridad era ir abriendo carreteras y caminos», dice el alcalde. Sin embargo, todavía hoy tiene que ir a casa de sus padres a ducharse porque las tuberías están destrozadas y no se sabe cuándo se restablecerá el agua. Además, el perito no fue hasta el viernes pasado a evaluar los daños, por lo que hasta casi tres semanas después no ha podido empezar a limpiar las ramas, cañas y el barro que inundan su parcela.. Ahora solo queda esperar que lleguen las ayudas. El consistorio ya ha enviado las solicitudes a nivel municipal y está tramitando casos particulares, pero Ponce no cree que le cubran todo lo perdido. «Vinieron y tomaron nota, pero no saben cómo estaba todo esto antes», lamenta.
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