La campaña de Kamala Harris inició sus turbulentos tres meses de vida con un golpe de opinión dirigido a un electorado joven, el de la llamada Generación Z, que adoptó a la candidata demócrata dentro de la ola “Brat”. Se trató de un fenómeno popular del verano generado por el álbum de la artista británica, Charlie XCX que sirvió de plataforma para viralizar el mensaje político progresista que trajo a la contienda.. Ese sería el inicio de una serie de apoyos a los que más tarde se sumaron estrellas de todo tipo. Desde Beyoncé, quien prestó su tema musical “Freedom” para que fuera el himno de los mítines de Harris y un abrazo a la comunidad afroamericana, hasta el respaldo público de Taylor Swift, la artista más importante de la actualidad y quien le terminó endorsando justo después de su único debate presidencial frente a Donald Trump.. La lluvia de estrellas que acompañó la candidatura de Harris, sin embargo, no detuvo un diluvio más poderoso encarnado en el populismo del republicano, quien usó esos apoyos en su contra para generalizar la ya sentida idea de que los demócratas se han convertido en un partido de élites, en un movimiento abrazado por Hollywood más que por las bases de trabajadores que cementaron su surgimiento político.. De hecho, la estrategia de tener a raperos influyentes, actores y multimillonarios del entretenimiento acompañando sus eventos de campaña, terminó siendo para algunos votantes indecisos un elemento decorativo que decantó la balanza en contra de Harris, porque los electores no lograron conectarse con las historias de personas que viven en mansiones de millones de dólares.. El razonamiento es curioso porque a Donald Trump le apoyó Elon Musk, el hombre más rico del mundo; además, la idea de que Harris era la candidata de la élite cuando el republicano viene de no solo ocupar la Casa Blanca en el pasado, sino de ser un desterrado de las propias élites neoyorquinas, parece difícil de asimilar.. La diferencia, creen muchos, está en el discurso populista adoptado por el partido republicano, y en el abrazo que los demócratas les han dado a las élites intelectuales y de lo políticamente correcto, que no vieron a sus votantes desde sus realidades diarias, un vacío que el otro lado explotó de manera abrumadora.. Los votantes demócratas suelen describirse como personas académicamente educadas, mientras que el grueso de los Estados Unidos rurales es comúnmente visto como personas que votan con un pensamiento más cortoplacista, es decir, su sufragio va dirigido a quien resuelva una necesidad primaria: cómo llevo comida a la mesa de una familia de cinco, en lugar del enfoque abstracto que se percibió desde la campaña de Harris.
La campaña de Kamala Harris inició sus turbulentos tres meses de vida con un golpe de opinión dirigido a un electorado joven, el de la llamada Generación Z, que adoptó a la candidata demócrata dentro de la ola “Brat”. Se trató de un fenómeno popular del verano generado por el álbum de la artista británica, Charlie XCX que sirvió de plataforma para viralizar el mensaje político progresista que trajo a la contienda.. Ese sería el inicio de una serie de apoyos a los que más tarde se sumaron estrellas de todo tipo. Desde Beyoncé, quien prestó su tema musical “Freedom” para que fuera el himno de los mítines de Harris y un abrazo a la comunidad afroamericana, hasta el respaldo público de Taylor Swift, la artista más importante de la actualidad y quien le terminó endorsando justo después de su único debate presidencial frente a Donald Trump.. La lluvia de estrellas que acompañó la candidatura de Harris, sin embargo, no detuvo un diluvio más poderoso encarnado en el populismo del republicano, quien usó esos apoyos en su contra para generalizar la ya sentida idea de que los demócratas se han convertido en un partido de élites, en un movimiento abrazado por Hollywood más que por las bases de trabajadores que cementaron su surgimiento político.. De hecho, la estrategia de tener a raperos influyentes, actores y multimillonarios del entretenimiento acompañando sus eventos de campaña, terminó siendo para algunos votantes indecisos un elemento decorativo que decantó la balanza en contra de Harris, porque los electores no lograron conectarse con las historias de personas que viven en mansiones de millones de dólares.. El razonamiento es curioso porque a Donald Trump le apoyó Elon Musk, el hombre más rico del mundo; además, la idea de que Harris era la candidata de la élite cuando el republicano viene de no solo ocupar la Casa Blanca en el pasado, sino de ser un desterrado de las propias élites neoyorquinas, parece difícil de asimilar.. La diferencia, creen muchos, está en el discurso populista adoptado por el partido republicano, y en el abrazo que los demócratas les han dado a las élites intelectuales y de lo políticamente correcto, que no vieron a sus votantes desde sus realidades diarias, un vacío que el otro lado explotó de manera abrumadora.. Los votantes demócratas suelen describirse como personas académicamente educadas, mientras que el grueso de los Estados Unidos rurales es comúnmente visto como personas que votan con un pensamiento más cortoplacista, es decir, su sufragio va dirigido a quien resuelva una necesidad primaria: cómo llevo comida a la mesa de una familia de cinco, en lugar del enfoque abstracto que se percibió desde la campaña de Harris.
Muchos votantes demócratas no lograron conectarse con las historias de los famosos multimillonarios que apoyaron a la candidata
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