La reciente alerta lanzada por Red Eléctrica, advirtiendo de variaciones bruscas de tensión que podrían comprometer la estabilidad del sistema, ha reabierto un debate necesario: ¿estamos realmente preparados para depender solo de las energías renovables?. Seguir leyendo
Las variaciones de tensión no son un episodio aislado, sino un recordatorio de lo vulnerable que puede ser la red
La reciente alerta lanzada por Red Eléctrica, advirtiendo de variaciones bruscas de tensión que podrían comprometer la estabilidad del sistema, ha reabierto un debate necesario: ¿estamos realmente preparados para depender solo de las energías renovables?. La respuesta, hoy por hoy, es clara: todavía no. Y reconocerlo no es una debilidad, sino un ejercicio de realismo.. España ha avanzado de forma ejemplar en la descarbonización y la integración de fuentes limpias. Pero ese progreso también ha puesto a prueba la robustez de nuestro sistema energético. Las energías renovables forman parte del presente y el futuro, sin duda, pero todavía presentan limitaciones que no podemos ignorar: dependen del sol, del viento y de otros factores que escapan a nuestro control. Cuando la generación cae de forma imprevista o, por el contrario, aumenta más de lo que el sistema puede absorber, la red necesita apoyarse en una base firme y disponible en cualquier momento. Esa base, hoy, sigue siendo el fósil.. Más información. El nuevo refuerzo antiapagón aumenta el negocio de las eléctricas a costa de las renovables y de subir la luz. Las variaciones de tensión detectadas recientemente no son un episodio aislado, sino un recordatorio de lo vulnerable que puede ser la red ante picos de demanda o desequilibrios en la producción. En esos momentos, disponer de fuentes de respaldo capaces de reaccionar de inmediato no es un lujo, sino una necesidad. Los hidrocarburos cumplen ese papel silencioso de red de seguridad, garantizando que hospitales, industrias o servicios básicos continúen funcionando incluso cuando el sistema eléctrico se tambalea.. Sin embargo, el debate público tiende a simplificar la discusión energética en términos de “renovables sí” o “fósil no”, cuando la realidad es mucho más compleja. No estamos preparados para renunciar a los hidrocarburos, ni siquiera fuera de situaciones de emergencia. Su papel sigue siendo esencial para mantener el equilibrio del mix y la seguridad del suministro. Hacerlo de forma prematura supondría un riesgo tanto para la estabilidad eléctrica como para la competitividad de la economía.. Esto no significa frenar la transición, sino hacerla posible. La sostenibilidad no se alcanza con declaraciones de intenciones, sino con planificación, inversión e innovación. Y eso incluye modernizar las infraestructuras fósiles, reducir su huella de carbono y apostar por tecnologías complementarias como los biocombustibles avanzados o la captura de emisiones. No se trata de elegir entre lo nuevo y lo viejo, sino de hacer convivir ambos mundos durante el tiempo necesario para garantizar que el cambio sea estable y seguro.. La transición energética debe ser un puente firme, no un salto al vacío. Y ese puente se sostiene hoy sobre tres pilares: renovables en expansión, respaldo fósil moderno e infraestructuras resilientes. Abandonar uno de ellos antes de tiempo es debilitar todo el sistema.. El día en que podamos vivir exclusivamente de fuentes limpias llegará, pero aún falta un largo camino por recorrer. Mientras tanto, debemos evitar dogmatismos y recordar que la seguridad energética no puede darse por sentada. Porque sin una red de respaldo sólida, la transición no será una historia de éxito, sino una fuente de vulnerabilidad.. Diego Guardamino es director general de Hafesa.
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