Trabajar con una trampilla bajo tus pies. Es la sensación que padecen muchos autores que conoces de los medios de comunicación, como espectador, oyente o lector. O las tres cosas a la vez. Porque todos ya somos multitasking.. Da igual el talento, da igual el esfuerzo, da igual el rendimiento y el resultado. Incluso da igual la audiencia. En cualquier instante, se puede abrir la escotilla y sentir el vacío.. Este vértigo incesante de quedarse sin trabajo suele terminar coartando la espontaneidad creativa. En el pavor de la incertidumbre, la autocensura crece y brota el bloqueo mental que frena una de las masas madre de la comunicación: la capacidad de admirar.. Sí, la admiración. Que en este mundo de palabras abreviadas por los extremismos puede confundirse con fanatismo. Error, la admiración sana poco en común tiene con la sacralización que, junto a la condescendencia, son dos debilidades del periodismo. La buena admiración es el cosquilleo del descubrimiento.. En las facultades de comunicación nos enseñan a entonar, a leer un autocue, a vender temas con un buen titular. Sin embargo, no parece que se insista tanto en la pedagogía de la empatía como herramienta infalible para comprender hasta lo que nunca pensabas entender. Ahí echa raíces la excelencia de cualquier labor audiovisual: documentarse para que, después, la realidad desmonte tus pronósticos. Prejuicios incluidos.. Una tarea cada vez más complicada, pues salir de la redacción requiere una dedicación y paciencia incomprendida en una sociedad que ha interiorizado que si no estás delante del ordenador no eres productivo. Hasta algunos pensarán que te estás tocando el higo. O lo que sea.. Y, mientras tanto, hablamos mucho de la libertad, libertad individual y libertad colectiva, pero estresados y agotados por cumplir expectativas ajenas y sortear los miedos de si funcionará o seré rechazado, nos vamos quedando despojados de la libertad para pararnos a pensar.. Así, aturdidos en el bucle de la prisa, buscamos titulares de gancho instantáneo a la vez que somos incapaces de percatarnos de todas las historias que nos cruzamos cada día en nuestro camino. Las historias que te pillan por sorpresa y nos terminan concediendo la serenidad que ayuda a diferenciar las relevancias vitales de las distracciones masivas. Las historias que nos convierten en autores en la era de los replicantes. Y sí, igualmente, hagamos lo que hagamos, la trampilla se abrirá. En cualquier momento. Aunque siempre habrá más posibilidades de caer de pie con el paracaídas de los aprendizajes de la admiración. Con todas sus mariposas revoloteando en el estómago de nuestra curiosidad. Hasta hacernos más libres.
Convivir con la incertidumbre.
20MINUTOS.ES – Televisión
Trabajar con una trampilla bajo tus pies. Es la sensación que padecen muchos autores que conoces de los medios de comunicación, como espectador, oyente o lector. O las tres cosas a la vez. Porque todos ya somos multitasking.. Da igual el talento, da igual el esfuerzo, da igual el rendimiento y el resultado. Incluso da igual la audiencia. En cualquier instante, se puede abrir la escotilla y sentir el vacío.. Este vértigo incesante de quedarse sin trabajo suele terminar coartando la espontaneidad creativa. En el pavor de la incertidumbre, la autocensura crece y brota el bloqueo mental que frena una de las masas madre de la comunicación: la capacidad de admirar.. Sí, la admiración. Que en este mundo de palabras abreviadas por los extremismos puede confundirse con fanatismo. Error, la admiración sana poco en común tiene con la sacralización que, junto a la condescendencia, son dos debilidades del periodismo. La buena admiración es el cosquilleo del descubrimiento.. En las facultades de comunicación nos enseñan a entonar, a leer un autocue, a vender temas con un buen titular. Sin embargo, no parece que se insista tanto en la pedagogía de la empatía como herramienta infalible para comprender hasta lo que nunca pensabas entender. Ahí echa raíces la excelencia de cualquier labor audiovisual: documentarse para que, después, la realidad desmonte tus pronósticos. Prejuicios incluidos.. Una tarea cada vez más complicada, pues salir de la redacción requiere una dedicación y paciencia incomprendida en una sociedad que ha interiorizado que si no estás delante del ordenador no eres productivo. Hasta algunos pensarán que te estás tocando el higo. O lo que sea.. Y, mientras tanto, hablamos mucho de la libertad, libertad individual y libertad colectiva, pero estresados y agotados por cumplir expectativas ajenas y sortear los miedos de si funcionará o seré rechazado, nos vamos quedando despojados de la libertad para pararnos a pensar.. Así, aturdidos en el bucle de la prisa, buscamos titulares de gancho instantáneo a la vez que somos incapaces de percatarnos de todas las historias que nos cruzamos cada día en nuestro camino. Las historias que te pillan por sorpresa y nos terminan concediendo la serenidad que ayuda a diferenciar las relevancias vitales de las distracciones masivas. Las historias que nos convierten en autores en la era de los replicantes. Y sí, igualmente, hagamos lo que hagamos, la trampilla se abrirá. En cualquier momento. Aunque siempre habrá más posibilidades de caer de pie con el paracaídas de los aprendizajes de la admiración. Con todas sus mariposas revoloteando en el estómago de nuestra curiosidad. Hasta hacernos más libres.