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  Cultura  Qué pasa cuando un hombre mide 1,63: “Hay pocas cosas en las que ‘bajo’ sea positivo. El colesterol, quizás”
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Qué pasa cuando un hombre mide 1,63: “Hay pocas cosas en las que ‘bajo’ sea positivo. El colesterol, quizás”

22 de octubre de 2025
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Napoleón Bonaparte medía 1,68 que, para su época, no estaba mal. Sin embargo, su gran mito, Alejandro Magno, apenas llegaba a 1,60. Pero si pregunta a su alrededor quién era el más bajo de los dos, la mayoría de sus conocidos afirmará que el emperador francés. Tanto es así que se habla del complejo napoleónico o síndrome del hombre bajo, un término utilizado en psicología para describir el complejo de inferioridad que sufren algunas personas de baja estatura.

“No es un trastorno mental, por lo que no aparece en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Este síndrome relaciona la insatisfacción con la altura con rasgos oscuros de la personalidad como el narcisismo, el maquiavelismo o la psicopatía. También se asocia a la predisposición para tener pensamientos negativos y conductas dominantes y agresivas”, explica Abraham Boba en 163 centímetros (Arrebato) el ensayo que ha escrito sobre, como él dice, “ver la vida en contrapicado”.

Abraham Boba es el alter ego artístico de David Cobas (Vigo, 50 años). Es el cantante de León Benavente, grupo con tanto éxito que el próximo 10 de enero llenará el Movistar Arena de Madrid. Pero dejarlo ahí sería reduccionista. Pianista y vocalista, ha publicado tres discos en solitario, este es su segundo libro, fue muchos años el cooperador necesario de Nacho Vegas y ha estado implicado en tantos proyectos ajenos, de Aaron Thomas a Tulsa, que es un nombre clave de la escena independiente española de los últimos 20 años.

Napoleón, hombre de estatura inferior a la media, dio nombre a su propio síndrome: el síndrome de Napoleón, que se achaca a los hombres de baja estatura con ciertos comportamientos tiránicos. Importante: también hay tiranos que son muy altos.

Pero también mide 163 centimetros, 13 menos que la media de los varones en España. “Hubo un momento en el que me di cuenta de que realmente el tema de la altura me importaba más de lo que yo creía. Nunca me he sentido víctima, ni recuerdo ningún abuso directo por el hecho de ser bajo. Pero al escribir recordaba frases muy fuertes que la gente te dice y te das cuenta de que ni se dan cuenta”. Para ilustrarlo cuenta un ejemplo habitual. “Es muy normal que después de un concierto venga alguien al camerino y te diga: ‘Joder para ser tan pequeño, hay que ver cómo dominas el escenario’. Yo creo que nadie se atrevería hoy a decir: ‘Cómo te mueves a pesar de lo gordo que estás, ¿eh?’ o, ‘con esas tetas, y hay que ver cómo bailas’. No pasa nada por no tener la altura normativa. No es ni mejor ni peor. Pero hay un tonillo condescendiente ahí que resulta muy molesto”.

163 centímetros es un ensayo que mezcla la experiencia personal del autor, que siempre ha sido más bajo que la media, con datos históricos o sociológicos que ha ido recopilando. Llama la atención el tono. Sincero sin ser impúdico cuando se refiere a su historia. Divertido e interesante sin caer en chistes fáciles al tratar lo general. “Me alegro de que te parezca así, porque posiblemente el tono era lo que más me preocupaba. Me daba miedo sonar victimista, porque no es un asunto sobre el que dramatizar. No quería que sonase a lloriqueo de hombre de mediana edad. Pero tampoco quería que fuera humorístico, porque hay algo en el tema, que a la gente le parece cómico. Cuando contaba: ‘Estoy escribiendo una especie de ensayo sobre la estatura’, la primera reacción era reírse. Por eso intenté desde el principio que el tono del libro tuviese rigor, con datos históricos y científicos”.

Alejandro Magno, uno de los grandes conquistadores de la historia, medía 1,60.

Datos como ese estudio en el que se dice que solo una de cada 700 mujeres eligiría como pareja a un hombre más bajo que ella. O, que a pesar de no ser una tara, la mayoría de los padres con hijos de una talla inferior a la media eligen hormonarlos y hasta someterlos a tratamientos quirúrgicos que tienen mucho de tortura, para que sean más altos. “Y es tremendo porque la medicación tiende a fallar en el 80% de los casos, dado que la altura la marca la herencia genética, pero el niño ya interioriza que hay algo malo en su talla”.

En realidad, la identificación de bajo con algo negativo está en todas partes. En las representaciones gráficas, Don Quijote es alto y Sancho Panza, bajo (algo que, por otra parte, Cervantes no menciona). O en los dibujos animados: Rigodón, el criado de Willy Fog, tiene la mitad de altura que su jefe. “Si te fijas, la jerarquía de los protagonistas la define su altura”, dice Abraham Boba. Y, por supuesto, en el lenguaje. “Bajeza es un hecho vil, ruin, mezquino. Bajura es falta de elevación. Hay pocas cosas en las que ‘bajo’ se asocie a algo positivo. Los niveles de colesterol, de azúcar en sangre, datos clínicos, puede ser. De emisiones a la atmósfera. De precios también. Como formas del comparativo, si un piso está más abajo que otro se le denomina inferior”, se lee en el libro. “Y hay muchas más. Dios es ‘el altísimo’. A la realeza se le llama ‘alteza”, añade él y sigue: “¿Cómo dices que la vida te va bien y mal? ‘Altibajos’… Cuando piensas en eso, joder, qué fuerte, ¿no?”. Y, en su caso personal, si se le apareciera un genio, ¿le pediría ser más alto? “No, no. Ni de broma. Reconozco que a veces he pensado cómo sería mi vida de medir 1,85. Pero soy quien soy por ser como soy. Y está bien”.

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Abraham Boba es el alter ego artístico de David Cobas (Vigo, 50 años). Es el cantante de León Benavente, grupo con tanto éxito que el próximo 10 de enero llenará el Movistar Arena de Madrid. Pero dejarlo ahí sería reduccionista. Pianista y vocalista, ha publicado tres discos en solitario, este es su segundo libro, fue muchos años el cooperador necesario de Nacho Vegas y ha estado implicado en tantos proyectos ajenos, de Aaron Thomas a Tulsa, que es un nombre clave de la escena independiente española de los últimos 20 años. Pero también mide 163 centimetros, 13 menos que la media de los varones en España. “Hubo un momento en el que me di cuenta de que realmente el tema de la altura me importaba más de lo que yo creía. Nunca me he sentido víctima, ni recuerdo ningún abuso directo por el hecho de ser bajo. Pero al escribir recordaba frases muy fuertes que la gente te dice y te das cuenta de que ni se dan cuenta”. Para ilustrarlo cuenta un ejemplo habitual. “Es muy normal que después de un concierto venga alguien al camerino y te diga: ‘Joder para ser tan pequeño, hay que ver cómo dominas el escenario’. Yo creo que nadie se atrevería hoy a decir: ‘Cómo te mueves a pesar de lo gordo que estás, ¿eh?’ o, ‘con esas tetas, y hay que ver cómo bailas’. No pasa nada por no tener la altura normativa. No es ni mejor ni peor. Pero hay un tonillo condescendiente ahí que resulta muy molesto”.163 centímetros es un ensayo que mezcla la experiencia personal del autor, que siempre ha sido más bajo que la media, con datos históricos o sociológicos que ha ido recopilando. Llama la atención el tono. Sincero sin ser impúdico cuando se refiere a su historia. Divertido e interesante sin caer en chistes fáciles al tratar lo general. “Me alegro de que te parezca así, porque posiblemente el tono era lo que más me preocupaba. Me daba miedo sonar victimista, porque no es un asunto sobre el que dramatizar. No quería que sonase a lloriqueo de hombre de mediana edad. Pero tampoco quería que fuera humorístico, porque hay algo en el tema, que a la gente le parece cómico. Cuando contaba: ‘Estoy escribiendo una especie de ensayo sobre la estatura’, la primera reacción era reírse. Por eso intenté desde el principio que el tono del libro tuviese rigor, con datos históricos y científicos”. Datos como ese estudio en el que se dice que solo una de cada 700 mujeres eligiría como pareja a un hombre más bajo que ella. O, que a pesar de no ser una tara, la mayoría de los padres con hijos de una talla inferior a la media eligen hormonarlos y hasta someterlos a tratamientos quirúrgicos que tienen mucho de tortura, para que sean más altos. “Y es tremendo porque la medicación tiende a fallar en el 80% de los casos, dado que la altura la marca la herencia genética, pero el niño ya interioriza que hay algo malo en su talla”. En realidad, la identificación de bajo con algo negativo está en todas partes. En las representaciones gráficas, Don Quijote es alto y Sancho Panza, bajo (algo que, por otra parte, Cervantes no menciona). O en los dibujos animados: Rigodón, el criado de Willy Fog, tiene la mitad de altura que su jefe. “Si te fijas, la jerarquía de los protagonistas la define su altura”, dice Abraham Boba. Y, por supuesto, en el lenguaje. “Bajeza es un hecho vil, ruin, mezquino. Bajura es falta de elevación. Hay pocas cosas en las que ‘bajo’ se asocie a algo positivo. Los niveles de colesterol, de azúcar en sangre, datos clínicos, puede ser. De emisiones a la atmósfera. De precios también. Como formas del comparativo, si un piso está más abajo que otro se le denomina inferior”, se lee en el libro. “Y hay muchas más. Dios es ‘el altísimo’. A la realeza se le llama ‘alteza”, añade él y sigue: “¿Cómo dices que la vida te va bien y mal? ‘Altibajos’… Cuando piensas en eso, joder, qué fuerte, ¿no?”. Y, en su caso personal, si se le apareciera un genio, ¿le pediría ser más alto? “No, no. Ni de broma. Reconozco que a veces he pensado cómo sería mi vida de medir 1,85. Pero soy quien soy por ser como soy. Y está bien”. Seguir leyendo  

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“No es un trastorno mental, por lo que no aparece en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Este síndrome relaciona la insatisfacción con la altura con rasgos oscuros de la personalidad como el narcisismo, el maquiavelismo o la psicopatía. También se asocia a la predisposición para tener pensamientos negativos y conductas dominantes y agresivas”, explica Abraham Boba en 163 centímetros (Arrebato) el ensayo que ha escrito sobre, como él dice, “ver la vida en contrapicado”.

Abraham Boba es el alter ego artístico de David Cobas (Vigo, 50 años). Es el cantante de León Benavente, grupo con tanto éxito que el próximo 10 de enero llenará el Movistar Arena de Madrid. Pero dejarlo ahí sería reduccionista. Pianista y vocalista, ha publicado tres discos en solitario, este es su segundo libro, fue muchos años el cooperador necesario de Nacho Vegas y ha estado implicado en tantos proyectos ajenos, de Aaron Thomas a Tulsa, que es un nombre clave de la escena independiente española de los últimos 20 años.

Napoleón, hombre de estatura inferior a la media, dio nombre a su propio síndrome: el síndrome de Napoleón, que se achaca a los hombres de baja estatura con ciertos comportamientos tiránicos. Importante: también hay tiranos que son muy altos.

Pero también mide 163 centimetros, 13 menos que la media de los varones en España. “Hubo un momento en el que me di cuenta de que realmente el tema de la altura me importaba más de lo que yo creía. Nunca me he sentido víctima, ni recuerdo ningún abuso directo por el hecho de ser bajo. Pero al escribir recordaba frases muy fuertes que la gente te dice y te das cuenta de que ni se dan cuenta”. Para ilustrarlo cuenta un ejemplo habitual. “Es muy normal que después de un concierto venga alguien al camerino y te diga: ‘Joder para ser tan pequeño, hay que ver cómo dominas el escenario’. Yo creo que nadie se atrevería hoy a decir: ‘Cómo te mueves a pesar de lo gordo que estás, ¿eh?’ o, ‘con esas tetas, y hay que ver cómo bailas’. No pasa nada por no tener la altura normativa. No es ni mejor ni peor. Pero hay un tonillo condescendiente ahí que resulta muy molesto”.

163 centímetros es un ensayo que mezcla la experiencia personal del autor, que siempre ha sido más bajo que la media, con datos históricos o sociológicos que ha ido recopilando. Llama la atención el tono. Sincero sin ser impúdico cuando se refiere a su historia. Divertido e interesante sin caer en chistes fáciles al tratar lo general. “Me alegro de que te parezca así, porque posiblemente el tono era lo que más me preocupaba. Me daba miedo sonar victimista, porque no es un asunto sobre el que dramatizar. No quería que sonase a lloriqueo de hombre de mediana edad. Pero tampoco quería que fuera humorístico, porque hay algo en el tema, que a la gente le parece cómico. Cuando contaba: ‘Estoy escribiendo una especie de ensayo sobre la estatura’, la primera reacción era reírse. Por eso intenté desde el principio que el tono del libro tuviese rigor, con datos históricos y científicos”.

Alejandro Magno, uno de los grandes conquistadores de la historia, medía 1,60.

Datos como ese estudio en el que se dice que solo una de cada 700 mujeres eligiría como pareja a un hombre más bajo que ella. O, que a pesar de no ser una tara, la mayoría de los padres con hijos de una talla inferior a la media eligen hormonarlos y hasta someterlos a tratamientos quirúrgicos que tienen mucho de tortura, para que sean más altos. “Y es tremendo porque la medicación tiende a fallar en el 80% de los casos, dado que la altura la marca la herencia genética, pero el niño ya interioriza que hay algo malo en su talla”.

En realidad, la identificación de bajo con algo negativo está en todas partes. En las representaciones gráficas, Don Quijote es alto y Sancho Panza, bajo (algo que, por otra parte, Cervantes no menciona). O en los dibujos animados: Rigodón, el criado de Willy Fog, tiene la mitad de altura que su jefe. “Si te fijas, la jerarquía de los protagonistas la define su altura”, dice Abraham Boba. Y, por supuesto, en el lenguaje. “Bajeza es un hecho vil, ruin, mezquino. Bajura es falta de elevación. Hay pocas cosas en las que ‘bajo’ se asocie a algo positivo. Los niveles de colesterol, de azúcar en sangre, datos clínicos, puede ser. De emisiones a la atmósfera. De precios también. Como formas del comparativo, si un piso está más abajo que otro se le denomina inferior”, se lee en el libro. “Y hay muchas más. Dios es ‘el altísimo’. A la realeza se le llama ‘alteza”, añade él y sigue: “¿Cómo dices que la vida te va bien y mal? ‘Altibajos’… Cuando piensas en eso, joder, qué fuerte, ¿no?”. Y, en su caso personal, si se le apareciera un genio, ¿le pediría ser más alto? “No, no. Ni de broma. Reconozco que a veces he pensado cómo sería mi vida de medir 1,85. Pero soy quien soy por ser como soy. Y está bien”.

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