Este lunes, visitó Y ahora Sonsoles Osel Hita, nacido en Granada y declarado a los 2 años como la reencarnación de un maestro budista. Su historia parece sacada de una novela, pero él la contó sin dramatizar y con total naturalidad.. Según le explicó a Sonsoles Ónega, todo empezó cuando unos monjes tibetanos vieron en él «algunas señales» y lo pusieron a prueba. «Con 18 meses elegí correctamente todos los objetos, y a partir de ahí empezó mi trabajo oficial», recordó, refiriéndose al ritual que consistía en identificar pertenencias del lama fallecido.. La vida que le esperaba no era propia de un niño cualquiera. Sus padres, devotos del budismo, aceptaron la decisión espiritual que lo apartaría de su hogar. «Para ellos era ofrecerme una gran oportunidad», apuntó. Así empezó una etapa llena de viajes: «Con 2 años estaba de gira dando conferencias por todo el mundo». Un ritmo que no hizo más que intensificarse con el paso del tiempo: «A partir de los 6 años ya me ingresaron en el monasterio».. En aquel entorno, la rutina diaria era agotadora, tal como detalló el entrevistado: «Los días pasaban como meses, los minutos como horas y las horas como días». A los 17 años, su jornada alcanzaba las 18 horas de estudio: «Dormía unas 6 horas. Me levantaba a las 5 y me despertaba a las 11».. La formación incluía filosofía budista, idioma tibetano y prácticas de debate, entre otras. Pero, al margen del esfuerzo intelectual, tiene grabado en la memoria el aislamiento que lo acompañó: «Estaba prohibido tocarme, incluso hablarme, había que pedir permiso para hablarme».. A pesar del sacrificio, reconoció que aquella experiencia le dio una visión distinta del mundo. «Me ha dado la oportunidad de ver la vida de otra manera […] Todo sirve de algo, dicen que no hay mal que por bien no venga».. Al cumplir 18, tomó la decisión de abandonar el budismo monástico y renunciar a los votos. «Les prometí que volvería, pero mentí […] Hace falta ser un poco rebelde en la vida», afirmó.. Ahora, como padre, observa a su hijo con otra perspectiva. A menudo compara su propia infancia con la libertad del pequeño y en el espacio televisivo reconoció la diferencia con alivio: «Me doy cuenta de lo afortunado que es porque nadie espera nada de él».
«Dormía unas 6 horas. Me levantaba a las 5 y me despertaba a las 11», explicó en ‘YAS’.
20MINUTOS.ES – Televisión
Este lunes, visitó Y ahora Sonsoles Osel Hita, nacido en Granada y declarado a los 2 años como la reencarnación de un maestro budista. Su historia parece sacada de una novela, pero él la contó sin dramatizar y con total naturalidad.. Según le explicó a Sonsoles Ónega, todo empezó cuando unos monjes tibetanos vieron en él «algunas señales» y lo pusieron a prueba. «Con 18 meses elegí correctamente todos los objetos, y a partir de ahí empezó mi trabajo oficial», recordó, refiriéndose al ritual que consistía en identificar pertenencias del lama fallecido.. La vida que le esperaba no era propia de un niño cualquiera. Sus padres, devotos del budismo, aceptaron la decisión espiritual que lo apartaría de su hogar. «Para ellos era ofrecerme una gran oportunidad», apuntó. Así empezó una etapa llena de viajes: «Con 2 años estaba de gira dando conferencias por todo el mundo». Un ritmo que no hizo más que intensificarse con el paso del tiempo: «A partir de los 6 años ya me ingresaron en el monasterio».. En aquel entorno, la rutina diaria era agotadora, tal como detalló el entrevistado: «Los días pasaban como meses, los minutos como horas y las horas como días». A los 17 años, su jornada alcanzaba las 18 horas de estudio: «Dormía unas 6 horas. Me levantaba a las 5 y me despertaba a las 11».. La formación incluía filosofía budista, idioma tibetano y prácticas de debate, entre otras. Pero, al margen del esfuerzo intelectual, tiene grabado en la memoria el aislamiento que lo acompañó: «Estaba prohibido tocarme, incluso hablarme, había que pedir permiso para hablarme».. A pesar del sacrificio, reconoció que aquella experiencia le dio una visión distinta del mundo. «Me ha dado la oportunidad de ver la vida de otra manera […] Todo sirve de algo, dicen que no hay mal que por bien no venga».. Al cumplir 18, tomó la decisión de abandonar el budismo monástico y renunciar a los votos. «Les prometí que volvería, pero mentí […] Hace falta ser un poco rebelde en la vida», afirmó.. Ahora, como padre, observa a su hijo con otra perspectiva. A menudo compara su propia infancia con la libertad del pequeño y en el espacio televisivo reconoció la diferencia con alivio: «Me doy cuenta de lo afortunado que es porque nadie espera nada de él».
