Valencia está apagada. El cielo también está de luto y brilla con menos fuerza desde que el 29 de octubre una DANA despiadada arrasó con la vida de 217 personas y puso al límite la vida de todos los que viven en las 69 poblaciones afectadas por esta riada descomunal de la que debemos aprender muchas cosas.. Ser valenciano hoy es sentir cada día que duelen muchas cosas. Duele hablar con quien lo ha perdido todo, duele la culpa porque tú si tienes comida, duele pensar en cuántas vidas se hubiesen salvado llamando al confinamiento y duele mucho ver que hay familias que no se reunirán en torno a una mesa esta Navidad.. Las pedanías de Valencia, Catarroja, Paiporta, Picanya, Massanassa, Algemesí, Alfafar, Aldaia, Benetusser, Utiel, Chiva… Todas viven ya en una realidad que nada tiene que ver con la de antes de la tragedia.. «Del lodo crecen las flores más altas», canta Xoel López y es cierto, aunque para muchos es pronto para darse cuenta de que cada día sigue saliendo el sol. Y tienen derecho.. Ser valenciano es asumir la realidad de que la vida de todos ha cambiado. Que tenemos que exigir mayor protección frente a catástrofes en todos los sentidos y que una alerta por DANA debe paralizar un día nuestra vida para que la vida siga.. Ser valenciano es preguntarnos en qué momento dejamos que infraestructuras que podrían haber minimizado enormemente los daños siguen dibujadas en un papel desde hace décadas.. Ser valenciano es pensar qué hubiese ocurrido si hubiera habido otros Gobiernos, tener dudas sobre cómo saldremos de esta y exigir responsabilidades políticas.. Lo único irremplazable son las vidas perdidas, lo demás se irá reponiendo con el tiempo. Pero de las heridas quedarán cicatrices y nada puede volver a ser como antes. Valencia se repondrá de esta tragedia. Del cómo lo consiga depende el futuro de varias generaciones en todos los ámbitos porque si la política falla el barro volverá a las calles.
De cómo nos levantemos de esta tragedia dependen varias generaciones, si los políticos fallan de nuevo, el barro volverá a las calles
Valencia está apagada. El cielo también está de luto y brilla con menos fuerza desde que el 29 de octubre una DANA despiadada arrasó con la vida de 217 personas y puso al límite la vida de todos los que viven en las 69 poblaciones afectadas por esta riada descomunal de la que debemos aprender muchas cosas.. Ser valenciano hoy es sentir cada día que duelen muchas cosas. Duele hablar con quien lo ha perdido todo, duele la culpa porque tú si tienes comida, duele pensar en cuántas vidas se hubiesen salvado llamando al confinamiento y duele mucho ver que hay familias que no se reunirán en torno a una mesa esta Navidad.. Las pedanías de Valencia, Catarroja, Paiporta, Picanya, Massanassa, Algemesí, Alfafar, Aldaia, Benetusser, Utiel, Chiva… Todas viven ya en una realidad que nada tiene que ver con la de antes de la tragedia.. «Del lodo crecen las flores más altas», canta Xoel López y es cierto, aunque para muchos es pronto para darse cuenta de que cada día sigue saliendo el sol. Y tienen derecho.. Ser valenciano es asumir la realidad de que la vida de todos ha cambiado. Que tenemos que exigir mayor protección frente a catástrofes en todos los sentidos y que una alerta por DANA debe paralizar un día nuestra vida para que la vida siga.. Ser valenciano es preguntarnos en qué momento dejamos que infraestructuras que podrían haber minimizado enormemente los daños siguen dibujadas en un papel desde hace décadas.. Ser valenciano es pensar qué hubiese ocurrido si hubiera habido otros Gobiernos, tener dudas sobre cómo saldremos de esta y exigir responsabilidades políticas.. Lo único irremplazable son las vidas perdidas, lo demás se irá reponiendo con el tiempo. Pero de las heridas quedarán cicatrices y nada puede volver a ser como antes. Valencia se repondrá de esta tragedia. Del cómo lo consiga depende el futuro de varias generaciones en todos los ámbitos porque si la política falla el barro volverá a las calles.
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