Cuando el agua bajaba con fuerza el 29 de octubre por el río Magro, en los alrededores de Turís, se topó con cañas y troncos de árboles que taponaban el puente de La Fallereta. Estaban ahí desde un incendio de hace doce años en Cortes de Pallás y el agua acabó sorteándolos, rompiendo a su paso los empalmes del puente. El alcalde de la localidad, Ismael Corell (Partit Independent per Turís), todavía recuerda cómo esa misma tarde, cuando se enteró, cogió el coche y con el agua subiendo por las ruedas condujo hasta el retén de la Policía para avisar de que bloquearan el paso antes de que cayera ningún coche al barranco. Más de un mes después, las en torno a mil personas que viven en las urbanizaciones como Altury, al otro lado, siguen teniendo que dar una enorme vuelta para llegar al casco urbano de Turís. «Y hasta junio o julio no estará», dice.. El regidor critica que si se hubiera limpiado el barranco, ahora mismo no estarían así y lo achaca a la inacción de la Conferencia Hidrográfica del Júcar. «Ellos saben más que nadie y el resto no tenemos ni idea, pero cuando vienen malas las pasamos nosotros», reniega. «Hoy en día vivimos en el cinismo de salvar a una caña autóctona, pero, a cambio, luego mueren personas».. Turís fue el pueblo donde más llovió el día de la DANA, pero tan solo 15 viviendas han estado gravemente afectadas en el casco urbano, donde los daños son mínimos en comparación con poblaciones vecinas como Chiva. Al no pasar el barranco por el medio, el pueblo se salvó. «Dentro de lo jodido, hemos tenido suerte», admite el alcalde. «Es como si nos hubiesen detectado un cáncer, pero después de operar quedaras limpio y sin tener que amputar nada», dice. Eso le hace tener una sensación «rara» y sentirse «mal» por saber que fue en su municipio donde más llovió, pero lo peor se lo llevaron otros.. Pese a ello, el término municipal lo ha dejado «hecho una bachata, completamente destrozado», y es ahí donde están las prioridades. Desde el Consistorio siguen inmersos en apartar escombros, arreglar caminos y talar árboles con riesgo de caer. Cada poco, recibe Corell una llamada de un agricultor que necesita abrir paso para poder recoger las naranjas o los caquis, y el Ayuntamiento da prioridad a esas frutas que están ahora en temporada. El alcalde asegura que llevan ya «más de 300.000 euros gastados», prácticamente la totalidad de los 350.00 euros que tienen en recursos propios para un año natural. «Imagino que cumplirán con las ayudas y subsanarán, pero aquí vamos tirando porque tenemos que hacer caminos».. La última ha sido habilitar un nuevo desvío para que la Consejería de Educación acepte que el autobús escolar pase hacia la urbanización Altury, ya que consideraban que era peligroso. El alcalde asegura que el trato con la Diputación de Valencia ha sido «mucho más humano» que con la Generalitat y el Gobierno. «La Diputación siempre ha estado ahí, muchos han sido alcaldes o concejales y entienden tus problemas y te apoyan, son como el Ayuntamiento de los ayuntamientos», agradece.. Corell asegura que sintió «estupor y pena» cuando vio a las instituciones echarse las culpas las unas a las otras y asegura que hicieron un flaco favor a las víctimas. «Tiene que llegar la ayuda material, pero tan importante o más es que mentalmente la gente se quede tranquila. Si los ciudadanos ven que se pelean y se quieren aprovechar políticamente en lugar de ayudar… Lo enfocaron mal desde ambos bandos», dice Corell en referencia a los gobiernos autonómico y central.. El impacto económico calcula que se conocerá de cara al verano que viene, pero tiene claro que «no van a llegar todas las ayudas que hacen falta» y muchos perderán su forma de ganarse la vida. «Mucha gente del campo se replanteará si dejar morir un terreno. Yo tengo 58 años y ya te replanteas cualquier tipo de inversión», lamenta.. Es consciente de que no son los peores parados. Cuando ha ido a la Diputación con alcaldes de otras zonas más afectadas, a veces «se ha callado» a la hora de reclamar porque le daba vergüenza ver que otros todavía no tenían ni agua potable. Teme que se olvide «ya no a las víctimas ni la DANA, sino las cosas que han provocado que haya hecho tanto daño», como la suciedad de los barrancos. Lo peor han sido las muertes, «lo único que no tiene solución», y lo mejor, «el corazón de muchísimas personas que han venido a ayudar», asegura. En su mente han quedado secuelas que no se borran: «La ruina no se me va de la cabeza, ni las caras de miedo de la gente mirando al cielo cuando empieza a llover».
Turís fue donde más llovió. Su alcalde critica que «vivimos en el cinismo de salvar una caña autóctona, y eso cuesta vidas»
Cuando el agua bajaba con fuerza el 29 de octubre por el río Magro, en los alrededores de Turís, se topó con cañas y troncos de árboles que taponaban el puente de La Fallereta. Estaban ahí desde un incendio de hace doce años en Cortes de Pallás y el agua acabó sorteándolos, rompiendo a su paso los empalmes del puente. El alcalde de la localidad, Ismael Corell (Partit Independent per Turís), todavía recuerda cómo esa misma tarde, cuando se enteró, cogió el coche y con el agua subiendo por las ruedas condujo hasta el retén de la Policía para avisar de que bloquearan el paso antes de que cayera ningún coche al barranco. Más de un mes después, las en torno a mil personas que viven en las urbanizaciones como Altury, al otro lado, siguen teniendo que dar una enorme vuelta para llegar al casco urbano de Turís. «Y hasta junio o julio no estará», dice.. El regidor critica que si se hubiera limpiado el barranco, ahora mismo no estarían así y lo achaca a la inacción de la Conferencia Hidrográfica del Júcar. «Ellos saben más que nadie y el resto no tenemos ni idea, pero cuando vienen malas las pasamos nosotros», reniega. «Hoy en día vivimos en el cinismo de salvar a una caña autóctona, pero, a cambio, luego mueren personas».. Turís fue el pueblo donde más llovió el día de la DANA, pero tan solo 15 viviendas han estado gravemente afectadas en el casco urbano, donde los daños son mínimos en comparación con poblaciones vecinas como Chiva. Al no pasar el barranco por el medio, el pueblo se salvó. «Dentro de lo jodido, hemos tenido suerte», admite el alcalde. «Es como si nos hubiesen detectado un cáncer, pero después de operar quedaras limpio y sin tener que amputar nada», dice. Eso le hace tener una sensación «rara» y sentirse «mal» por saber que fue en su municipio donde más llovió, pero lo peor se lo llevaron otros.. Pese a ello, el término municipal lo ha dejado «hecho una bachata, completamente destrozado», y es ahí donde están las prioridades. Desde el Consistorio siguen inmersos en apartar escombros, arreglar caminos y talar árboles con riesgo de caer. Cada poco, recibe Corell una llamada de un agricultor que necesita abrir paso para poder recoger las naranjas o los caquis, y el Ayuntamiento da prioridad a esas frutas que están ahora en temporada. El alcalde asegura que llevan ya «más de 300.000 euros gastados», prácticamente la totalidad de los 350.00 euros que tienen en recursos propios para un año natural. «Imagino que cumplirán con las ayudas y subsanarán, pero aquí vamos tirando porque tenemos que hacer caminos».. La última ha sido habilitar un nuevo desvío para que la Consejería de Educación acepte que el autobús escolar pase hacia la urbanización Altury, ya que consideraban que era peligroso. El alcalde asegura que el trato con la Diputación de Valencia ha sido «mucho más humano» que con la Generalitat y el Gobierno. «La Diputación siempre ha estado ahí, muchos han sido alcaldes o concejales y entienden tus problemas y te apoyan, son como el Ayuntamiento de los ayuntamientos», agradece.. Corell asegura que sintió «estupor y pena» cuando vio a las instituciones echarse las culpas las unas a las otras y asegura que hicieron un flaco favor a las víctimas. «Tiene que llegar la ayuda material, pero tan importante o más es que mentalmente la gente se quede tranquila. Si los ciudadanos ven que se pelean y se quieren aprovechar políticamente en lugar de ayudar… Lo enfocaron mal desde ambos bandos», dice Corell en referencia a los gobiernos autonómico y central.. El impacto económico calcula que se conocerá de cara al verano que viene, pero tiene claro que «no van a llegar todas las ayudas que hacen falta» y muchos perderán su forma de ganarse la vida. «Mucha gente del campo se replanteará si dejar morir un terreno. Yo tengo 58 años y ya te replanteas cualquier tipo de inversión», lamenta.. Es consciente de que no son los peores parados. Cuando ha ido a la Diputación con alcaldes de otras zonas más afectadas, a veces «se ha callado» a la hora de reclamar porque le daba vergüenza ver que otros todavía no tenían ni agua potable. Teme que se olvide «ya no a las víctimas ni la DANA, sino las cosas que han provocado que haya hecho tanto daño», como la suciedad de los barrancos. Lo peor han sido las muertes, «lo único que no tiene solución», y lo mejor, «el corazón de muchísimas personas que han venido a ayudar», asegura. En su mente han quedado secuelas que no se borran: «La ruina no se me va de la cabeza, ni las caras de miedo de la gente mirando al cielo cuando empieza a llover».
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