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  Cultura  Misticismo, crímenes y amores (no solo espirituales): todas las historias que encierra el convento
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Misticismo, crímenes y amores (no solo espirituales): todas las historias que encierra el convento

17 de octubre de 2025
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A todo escritor de novela negra se le presupone un olfato fino para descubrir patrones, y el de Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) enseguida detectó uno que atraviesa los libros policiales que devora: casi siempre, el muerto es una mujer. “Además, muchas veces se la encuentra en posiciones o situaciones denigrantes, también por supuesto violada…”, agrega la autora, apurada tras haber tenido que navegar en taxi uno de los cada vez más habituales atascos de Madrid para llegar a la entrevista en la sede de su editorial. En un acto de reivindicación, su nueva novela, la recién publicada La Capitana (Alfaguara), abre el misterio que se resuelve a lo largo de sus páginas con la aparición de un muerto que no solo es, efectivamente, un hombre, sino que además no deja lugar a dudas de su condición, puesto que es hallado sin ropa y con el falo enhiesto. Más allá del cuerpo deformado que toca identificar, la autora expande la transgresión del habitual imaginario noir a los escenarios y los protagonistas de la historia: el lugar donde aterriza el cadáver es el claustro de un convento de monjas en la Granada de finales del siglo XVI, y el dúo de detectives encargado de resolver el caso, Fray Juan de la Cruz y Sor Ana de Jesús, monjes y carmelitas descalzos.. No todas se afanan en aclarar una serie de turbios asesinatos, pero desde perspectivas dispares, varias autoras están revisitando el repertorio simbólico de la vida conventual y colocando a monjas en el centro de sus tramas. Si en literatura se antoja una tendencia manifiesta, no lo es menos en el audiovisual: la cineasta Alauda Ruiz de Azúa se ha alzado con la Concha de Oro en San Sebastián por Los domingos (de estreno el 24 de octubre), la historia de una adolescente que vive un despertar espiritual y anhela una vida de clausura; y en el último festival de Venecia, la directora macedonia Teona Strugar Mitevska presentó ­Mother, la recreación de una semana en la tumultuosa vida de la madre Teresa de Calcuta. Dentro del género de terror, donde los malos hábitos han campado históricamente a sus anchas, destacan propuestas recientes como Hermana muerte, de Paco Plaza, centrada en una novicia con poderes paranormales, o Immaculate, con la controvertida actriz de moda, Sydney Sweeney. En paralelo, el podcast Las hijas de Felipe continúa rescatando relatos fenomenales del Barroco, con un fervor devoto por los protagonizados por religiosas.. ¿Qué aura desprenden las monjas para haber cautivado nuestra atención cada vez más disipada? En La Capitana de Martín Gijón el retrato que se traza del convento granadino de San José puede ofrecer algunas pistas. Poblado solo por mujeres, el espacio se erige como un microcosmos construido en torno a un claustro donde bulle todo lo que hace a la humanidad: en él brotan las amistades, los favores, las traiciones, los secretos. También los amores y no solo místicos, sino carnales, algo que se repite en diferentes historias. “La atracción por personas del mismo sexo ha existido siempre, o sea, que no estamos contando nada nuevo. Lo que se ha hecho es invisibilizarlo”, apunta la autora, que amplía a la noción de “cancelación” histórica de lo todo lo relativo a la mujer como otra de las claves del revigorizado atractivo de las monjas. La trama de su novela, un whodunit ficticio, se sostiene sobre localizaciones y personajes reales. Pero, mientras que la contraparte masculina de la pareja protagonista es por todos conocida, poco o nada sabemos de aquella hermana que, por su templanza y dotes de mando, se ganó el apelativo de capitana de las prioras. “La historia se ha contado con la visión distorsionada del sistema hegemónico-patriarcal: el relato era de los hombres, y las mujeres no interesaban”, plantea la escritora. “Son fascinantes personajes como sor Ana, que además lo tuvieron mucho más difícil. Superaron todos los obstáculos, dejaron huella… Ellas se merecen y nos merecemos que se cuente”.. “Somos vulnerables e instintivamente necesitamos un grupo, porque somos animales sociales”, dice Agustina Bazterrica. En su anterior entrega, La Babilonia, 1580, Martín Gijón ya introdujo a una religiosa, a la que colocó frente a una prostituta para subrayar la “hipocresía” de la mancebía sevillana, un prostíbulo legal que recaudaba para el Cabildo. De la labor de documentación que emprendió con aquel libro y ha continuado con este, fue tirando de hilos que la llevaron hasta Ana de Jesús, quien, bajo los designios de Teresa de Ávila, fundó conventos en Madrid, París y Flandes, entre otros lugares. Gracias al arte, otras monjas históricas están viviendo hoy un momento de gloria: Catalina de Erauso, la célebre Monja Alférez de la conquista de América, ha sido revisitada como temprano icono trans por el dúo artístico Cabello/Carceller y novelada su peripecia vital en Las niñas del naranjel (Random House, 2023), de Gabriela Cabezón Cámara; a partir de un libro de Judith C. Brown, Paul Verhoeven invocó a la visionaria y lesbiana del siglo XVI Benedetta Carlini en su thriller erótico Benedetta, de 2021; y la biografía novelada de Anne Lise Marstrand-Jørgensen Hildegarda (Lumen), en torno a la santa del siglo XII, compositora, profetisa, médica y hasta clasificadora del lúpulo que dio origen a la cerveza moderna Hildegarda de Bingen, llegó a España en 2021 consolidada como un best seller internacional. Todos los radares están puestos ahora en la próxima venida del libro de Ana Garriga y Carmen Urbita, las creadoras de Las hijas de Felipe, que revolucionó la Feria de Fráncfort de 2023 al recibir más de 25 ofertas y que editará aquí Blackie Books. La versión en inglés sale en noviembre con el nombre de Convent Wisdom (sabiduría del convento) y un subtítulo aún más sugerente: “Cómo las monjas del siglo XVI pueden salvar tu vida del siglo XXI”.. Para las monjas de otro tiempo, el convento brindaba un espacio de libertad y desarrollo intelectual que se les negaba en el exterior, así como una vía de escape de cargas como el matrimonio, los cuidados y la crianza, dado que, como subraya Martín Gijón, “hablamos de una institución del matrimonio que no tiene nada que ver con la de ahora”. Imaginar qué significaría la clausura para una mujer de hoy es el salto al vacío literario que propone Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) en Todo empieza con la sangre (Alfaguara), donde, tras probar toda clase de remedios new age para saciar un vacío voraz, una joven resuelve unirse como lega a una congregación de mujeres. “Creo que desde la pandemia ha habido un auge importante en los discursos de autoayuda espiritual: desde haz yoga para trascender el encierro en tu casa hasta aprende a meditar, suscríbete a esta escuela llevada por un lama para aprender budismo…”, enumera la escritora al teléfono. “Entonces, me parece lógico que haya una reivindicación de lo propio, de decir: vale, si estamos comprando que nos hace falta espiritualidad, igual vamos a dejar de hacer turismo colonialista y vamos a intentar ver qué hay de salvable, o de reivindicable, en las tradiciones místicas cristianas”.. Aixa de la Cruz: “Las cosas horribles que han sucedido en la Iglesia han privado a muchos de la posibilidad de lo espiritual”. El filósofo Simon Critchley tiene argumentos para este debate abierto, al que en noviembre sumará su voz Begoña Méndez con Místicas (Wunderkammer), sobre la obra espiritual de diez grandes mujeres. En su ensayo Misticismo. La experiencia del éxtasis (Sexto Piso), el británico especula sobre el renovado interés por lo trascendental, entendido en su vertiente cristiana, a través de la biografía de personajes como las monjas Juliana de Norwich y Teresa de Ávila. Denostado por el racionalismo, Critchley respalda una vuelta al misticismo desde un punto de partida no tanto intelectual como “existencial y práctico”. “Este es un libro sobre tratar de salir fuera de uno, de perderse, sin dejar de ser consciente de que el yo no es algo que se pueda abandonar por completo”, escribe. Por detrás del armazón teórico, su propuesta consiste en aspirar a algo sublime en su simplicidad: “Encontrar nuevas formas de conocer y de amar”. Que es, precisamente, aquello que ansía Violeta en Todo empieza con la sangre. “Me refiero a encontrar un amor que no sea narcisista, que no sea la repetición de la herida”, apunta De la Cruz, “porque yo creo que cuanta más libertad aparente tenemos a la hora de elegir a nuestras parejas, más estamos comprobando que lo que solemos hacer es incurrir en un error tras otro. Eso es lo que quería ilustrar con Violeta y con la aspiración de un amor realmente incondicional, un amor ideal, que tiene que ser el amor de Dios”.. El sentimiento desprendido fue lo que impelió a la monja argentina Martha Pelloni a liderar una pequeña revolución. En La hermana (Anagrama), perfil y crónica de aquella mujer aún viva y sus logros, la periodista Liliana Viola narra cómo, en 1990, la carmelita teresiana organizó una marcha silenciosa para hacer justicia por el asesinato en Catamarca de la estudiante María Soledad Morales, así como el modo en que su protesta acabó expandiéndose en el tiempo y el espacio en forma de ola solidaria contra la impunidad de los poderosos en aquel país. Pero, quizá porque la devoción inspira los sentimientos más nobles, puede que también sirva de resorte para la maldad desbocada, extremo que explora Agustina Baz­terrica (Buenos Aires, 1974) en Las indignas (Alfaguara), donde convergen preocupaciones desde los estragos del calentamiento global a un fanatismo religioso capaz de infundir una crueldad despiadada. “Para mí la condición humana hace que a veces se formen estas sectas o grupos coercitivos que lo que hacen es aprovecharse del ser humano que está vulnerable”, señala la escritora por videollamada. “Somos vulnerables e instintivamente necesitamos estar en grupo, porque somos animales sociales”.. A Bazterrica las monjas alemanas del colegio donde cursó sus estudios no le cosieron los ojos ni le arrancaron la lengua. Pero sí le cortaron las alas. “Crearon una suerte panóptico virtual en el cual todas las compañeras nos controlábamos, y te controlaban las monjas y el sacerdote, que era el único hombre. Y cuando llegabas a tu casa, te controlaba Dios, el Dios católico”, rememora. De la pervivencia de aquel recuerdo doloroso nació el sustrato de su novela, donde un grupo de mujeres encerradas en un antiguo convento sobreviven sobre las ruinas de un mundo que ha sucumbido a la tecnología y el cambio climático. Aquellas que reciben el sobrenombre de las indignas, como la protagonista, se sitúan en el escalafón más bajo del sistema de castas de la Hermandad Sagrada de la que forman parte. En lo alto, solo por debajo del todopoderoso Él, un personaje masculino sin nombre ni rostro, la hermana superior controla la estructura social con puño de hierro. Sumidas en una niebla densa y estéril, les cosen los ojos, les arrancan lenguas y dientes, les perforan los tímpanos. No ven ni oyen, solo callan. En esta distopía descarnada, el cenobio es la salvación de un mundo inhóspito y el castigo para quien quiera seguir habitándolo.. Puede que la experiencia del confinamiento durante la crisis de la covid haya dejado su impronta en nuestra percepción de cómo resultaría la vida bajo llave. Pero más allá del paralelismo con aquel encierro, subyacen otros factores que nos acercan a la ética y la estética del convento, como el pasado de colegio religioso. Para Aixa de la Cruz, otro de esos elementos reside en los males del capitalismo y la explotación laboral. “Para vivir con un sueldo de mierda, trabajando 50 horas y totalmente alienada y aislada, quizá estaríamos todas mejor viviendo en un convento, ¿no?”, conjetura, remontándose a una idea que surgió como broma en su grupo de amigas y que ella terminó desarrollando en su novela. No se olvidan estas escritoras de la encrucijada de principios conservadores y progresistas que confluyen en la reconfiguración de la vivencia espiritual. Ni de la necesidad de no blanquear los abusos que han marcado a generaciones. “El trauma queda ligado a lo religioso, lo religioso queda ligado a la espiritualidad y de pronto tienes la sensación de que renegar de esta cosa politizada o traumática que te sucedió con el catolicismo te obliga a renegar de una mirada trascendente”, reflexiona De la Cruz. “Al final, las cosas horribles que han ocurrido en la institución de la Iglesia católica han privado a muchas personas de la posibilidad de lo espiritual”.. Seguir leyendo

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A todo escritor de novela negra se le presupone un olfato fino para descubrir patrones, y el de Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) enseguida detectó uno que atraviesa los libros policiales que devora: casi siempre, el muerto es una mujer. “Además, muchas veces se la encuentra en posiciones o situaciones denigrantes, también por supuesto violada…”, agrega la autora, apurada tras haber tenido que navegar en taxi uno de los cada vez más habituales atascos de Madrid para llegar a la entrevista en la sede de su editorial. En un acto de reivindicación, su nueva novela, la recién publicada La Capitana (Alfaguara), abre el misterio que se resuelve a lo largo de sus páginas con la aparición de un muerto que no solo es, efectivamente, un hombre, sino que además no deja lugar a dudas de su condición, puesto que es hallado sin ropa y con el falo enhiesto. Más allá del cuerpo deformado que toca identificar, la autora expande la transgresión del habitual imaginario noir a los escenarios y los protagonistas de la historia: el lugar donde aterriza el cadáver es el claustro de un convento de monjas en la Granada de finales del siglo XVI, y el dúo de detectives encargado de resolver el caso, Fray Juan de la Cruz y Sor Ana de Jesús, monjes y carmelitas descalzos. No todas se afanan en aclarar una serie de turbios asesinatos, pero desde perspectivas dispares, varias autoras están revisitando el repertorio simbólico de la vida conventual y colocando a monjas en el centro de sus tramas. Si en literatura se antoja una tendencia manifiesta, no lo es menos en el audiovisual: la cineasta Alauda Ruiz de Azúa se ha alzado con la Concha de Oro en San Sebastián por Los domingos (de estreno el 24 de octubre), la historia de una adolescente que vive un despertar espiritual y anhela una vida de clausura; y en el último festival de Venecia, la directora macedonia Teona Strugar Mitevska presentó ­Mother, la recreación de una semana en la tumultuosa vida de la madre Teresa de Calcuta. Dentro del género de terror, donde los malos hábitos han campado históricamente a sus anchas, destacan propuestas recientes como Hermana muerte, de Paco Plaza, centrada en una novicia con poderes paranormales, o Immaculate, con la controvertida actriz de moda, Sydney Sweeney. En paralelo, el podcast Las hijas de Felipe continúa rescatando relatos fenomenales del Barroco, con un fervor devoto por los protagonizados por religiosas. ¿Qué aura desprenden las monjas para haber cautivado nuestra atención cada vez más disipada? En La Capitana de Martín Gijón el retrato que se traza del convento granadino de San José puede ofrecer algunas pistas. Poblado solo por mujeres, el espacio se erige como un microcosmos construido en torno a un claustro donde bulle todo lo que hace a la humanidad: en él brotan las amistades, los favores, las traiciones, los secretos. También los amores y no solo místicos, sino carnales, algo que se repite en diferentes historias. “La atracción por personas del mismo sexo ha existido siempre, o sea, que no estamos contando nada nuevo. Lo que se ha hecho es invisibilizarlo”, apunta la autora, que amplía a la noción de “cancelación” histórica de lo todo lo relativo a la mujer como otra de las claves del revigorizado atractivo de las monjas. La trama de su novela, un whodunit ficticio, se sostiene sobre localizaciones y personajes reales. Pero, mientras que la contraparte masculina de la pareja protagonista es por todos conocida, poco o nada sabemos de aquella hermana que, por su templanza y dotes de mando, se ganó el apelativo de capitana de las prioras. “La historia se ha contado con la visión distorsionada del sistema hegemónico-patriarcal: el relato era de los hombres, y las mujeres no interesaban”, plantea la escritora. “Son fascinantes personajes como sor Ana, que además lo tuvieron mucho más difícil. Superaron todos los obstáculos, dejaron huella… Ellas se merecen y nos merecemos que se cuente”. “Somos vulnerables e instintivamente necesitamos un grupo, porque somos animales sociales”, dice Agustina BazterricaEn su anterior entrega, La Babilonia, 1580, Martín Gijón ya introdujo a una religiosa, a la que colocó frente a una prostituta para subrayar la “hipocresía” de la mancebía sevillana, un prostíbulo legal que recaudaba para el Cabildo. De la labor de documentación que emprendió con aquel libro y ha continuado con este, fue tirando de hilos que la llevaron hasta Ana de Jesús, quien, bajo los designios de Teresa de Ávila, fundó conventos en Madrid, París y Flandes, entre otros lugares. Gracias al arte, otras monjas históricas están viviendo hoy un momento de gloria: Catalina de Erauso, la célebre Monja Alférez de la conquista de América, ha sido revisitada como temprano icono trans por el dúo artístico Cabello/Carceller y novelada su peripecia vital en Las niñas del naranjel (Random House, 2023), de Gabriela Cabezón Cámara; a partir de un libro de Judith C. Brown, Paul Verhoeven invocó a la visionaria y lesbiana del siglo XVI Benedetta Carlini en su thriller erótico Benedetta, de 2021; y la biografía novelada de Anne Lise Marstrand-Jørgensen Hildegarda (Lumen), en torno a la santa del siglo XII, compositora, profetisa, médica y hasta clasificadora del lúpulo que dio origen a la cerveza moderna Hildegarda de Bingen, llegó a España en 2021 consolidada como un best seller internacional. Todos los radares están puestos ahora en la próxima venida del libro de Ana Garriga y Carmen Urbita, las creadoras de Las hijas de Felipe, que revolucionó la Feria de Fráncfort de 2023 al recibir más de 25 ofertas y que editará aquí Blackie Books. La versión en inglés sale en noviembre con el nombre de Convent Wisdom (sabiduría del convento) y un subtítulo aún más sugerente: “Cómo las monjas del siglo XVI pueden salvar tu vida del siglo XXI”. Para las monjas de otro tiempo, el convento brindaba un espacio de libertad y desarrollo intelectual que se les negaba en el exterior, así como una vía de escape de cargas como el matrimonio, los cuidados y la crianza, dado que, como subraya Martín Gijón, “hablamos de una institución del matrimonio que no tiene nada que ver con la de ahora”. Imaginar qué significaría la clausura para una mujer de hoy es el salto al vacío literario que propone Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) en Todo empieza con la sangre (Alfaguara), donde, tras probar toda clase de remedios new age para saciar un vacío voraz, una joven resuelve unirse como lega a una congregación de mujeres. “Creo que desde la pandemia ha habido un auge importante en los discursos de autoayuda espiritual: desde haz yoga para trascender el encierro en tu casa hasta aprende a meditar, suscríbete a esta escuela llevada por un lama para aprender budismo…”, enumera la escritora al teléfono. “Entonces, me parece lógico que haya una reivindicación de lo propio, de decir: vale, si estamos comprando que nos hace falta espiritualidad, igual vamos a dejar de hacer turismo colonialista y vamos a intentar ver qué hay de salvable, o de reivindicable, en las tradiciones místicas cristianas”. Aixa de la Cruz: “Las cosas horribles que han sucedido en la Iglesia han privado a muchos de la posibilidad de lo espiritual” El filósofo Simon Critchley tiene argumentos para este debate abierto, al que en noviembre sumará su voz Begoña Méndez con Místicas (Wunderkammer), sobre la obra espiritual de diez grandes mujeres. En su ensayo Misticismo. La experiencia del éxtasis (Sexto Piso), el británico especula sobre el renovado interés por lo trascendental, entendido en su vertiente cristiana, a través de la biografía de personajes como las monjas Juliana de Norwich y Teresa de Ávila. Denostado por el racionalismo, Critchley respalda una vuelta al misticismo desde un punto de partida no tanto intelectual como “existencial y práctico”. “Este es un libro sobre tratar de salir fuera de uno, de perderse, sin dejar de ser consciente de que el yo no es algo que se pueda abandonar por completo”, escribe. Por detrás del armazón teórico, su propuesta consiste en aspirar a algo sublime en su simplicidad: “Encontrar nuevas formas de conocer y de amar”. Que es, precisamente, aquello que ansía Violeta en Todo empieza con la sangre. “Me refiero a encontrar un amor que no sea narcisista, que no sea la repetición de la herida”, apunta De la Cruz, “porque yo creo que cuanta más libertad aparente tenemos a la hora de elegir a nuestras parejas, más estamos comprobando que lo que solemos hacer es incurrir en un error tras otro. Eso es lo que quería ilustrar con Violeta y con la aspiración de un amor realmente incondicional, un amor ideal, que tiene que ser el amor de Dios”.El sentimiento desprendido fue lo que impelió a la monja argentina Martha Pelloni a liderar una pequeña revolución. En La hermana (Anagrama), perfil y crónica de aquella mujer aún viva y sus logros, la periodista Liliana Viola narra cómo, en 1990, la carmelita teresiana organizó una marcha silenciosa para hacer justicia por el asesinato en Catamarca de la estudiante María Soledad Morales, así como el modo en que su protesta acabó expandiéndose en el tiempo y el espacio en forma de ola solidaria contra la impunidad de los poderosos en aquel país. Pero, quizá porque la devoción inspira los sentimientos más nobles, puede que también sirva de resorte para la maldad desbocada, extremo que explora Agustina Baz­terrica (Buenos Aires, 1974) en Las indignas (Alfaguara), donde convergen preocupaciones desde los estragos del calentamiento global a un fanatismo religioso capaz de infundir una crueldad despiadada. “Para mí la condición humana hace que a veces se formen estas sectas o grupos coercitivos que lo que hacen es aprovecharse del ser humano que está vulnerable”, señala la escritora por videollamada. “Somos vulnerables e instintivamente necesitamos estar en grupo, porque somos animales sociales”. A Bazterrica las monjas alemanas del colegio donde cursó sus estudios no le cosieron los ojos ni le arrancaron la lengua. Pero sí le cortaron las alas. “Crearon una suerte panóptico virtual en el cual todas las compañeras nos controlábamos, y te controlaban las monjas y el sacerdote, que era el único hombre. Y cuando llegabas a tu casa, te controlaba Dios, el Dios católico”, rememora. De la pervivencia de aquel recuerdo doloroso nació el sustrato de su novela, donde un grupo de mujeres encerradas en un antiguo convento sobreviven sobre las ruinas de un mundo que ha sucumbido a la tecnología y el cambio climático. Aquellas que reciben el sobrenombre de las indignas, como la protagonista, se sitúan en el escalafón más bajo del sistema de castas de la Hermandad Sagrada de la que forman parte. En lo alto, solo por debajo del todopoderoso Él, un personaje masculino sin nombre ni rostro, la hermana superior controla la estructura social con puño de hierro. Sumidas en una niebla densa y estéril, les cosen los ojos, les arrancan lenguas y dientes, les perforan los tímpanos. No ven ni oyen, solo callan. En esta distopía descarnada, el cenobio es la salvación de un mundo inhóspito y el castigo para quien quiera seguir habitándolo. Puede que la experiencia del confinamiento durante la crisis de la covid haya dejado su impronta en nuestra percepción de cómo resultaría la vida bajo llave. Pero más allá del paralelismo con aquel encierro, subyacen otros factores que nos acercan a la ética y la estética del convento, como el pasado de colegio religioso. Para Aixa de la Cruz, otro de esos elementos reside en los males del capitalismo y la explotación laboral. “Para vivir con un sueldo de mierda, trabajando 50 horas y totalmente alienada y aislada, quizá estaríamos todas mejor viviendo en un convento, ¿no?”, conjetura, remontándose a una idea que surgió como broma en su grupo de amigas y que ella terminó desarrollando en su novela. No se olvidan estas escritoras de la encrucijada de principios conservadores y progresistas que confluyen en la reconfiguración de la vivencia espiritual. Ni de la necesidad de no blanquear los abusos que han marcado a generaciones. “El trauma queda ligado a lo religioso, lo religioso queda ligado a la espiritualidad y de pronto tienes la sensación de que renegar de esta cosa politizada o traumática que te sucedió con el catolicismo te obliga a renegar de una mirada trascendente”, reflexiona De la Cruz. “Al final, las cosas horribles que han ocurrido en la institución de la Iglesia católica han privado a muchas personas de la posibilidad de lo espiritual”. Seguir leyendo

  

A todo escritor de novela negra se le presupone un olfato fino para descubrir patrones, y el de Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) enseguida detectó uno que atraviesa los libros policiales que devora: casi siempre, el muerto es una mujer. “Además, muchas veces se la encuentra en posiciones o situaciones denigrantes, también por supuesto violada…”, agrega la autora, apurada tras haber tenido que navegar en taxi uno de los cada vez más habituales atascos de Madrid para llegar a la entrevista en la sede de su editorial. En un acto de reivindicación, su nueva novela, la recién publicada La Capitana (Alfaguara), abre el misterio que se resuelve a lo largo de sus páginas con la aparición de un muerto que no solo es, efectivamente, un hombre, sino que además no deja lugar a dudas de su condición, puesto que es hallado sin ropa y con el falo enhiesto. Más allá del cuerpo deformado que toca identificar, la autora expande la transgresión del habitual imaginario noir a los escenarios y los protagonistas de la historia: el lugar donde aterriza el cadáver es el claustro de un convento de monjas en la Granada de finales del siglo XVI, y el dúo de detectives encargado de resolver el caso, Fray Juan de la Cruz y Sor Ana de Jesús, monjes y carmelitas descalzos.. Un fotograma ‘Los domingos’, de Alauda Ruiz de Azúa. David Herranz. No todas se afanan en aclarar una serie de turbios asesinatos, pero desde perspectivas dispares, varias autoras están revisitando el repertorio simbólico de la vida conventual y colocando a monjas en el centro de sus tramas. Si en literatura se antoja una tendencia manifiesta, no lo es menos en el audiovisual: la cineasta Alauda Ruiz de Azúa se ha alzado con la Concha de Oro en San Sebastián por Los domingos (de estreno el 24 de octubre), la historia de una adolescente que vive un despertar espiritual y anhela una vida de clausura; y en el último festival de Venecia, la directora macedonia Teona Strugar Mitevska presentó ­Mother, la recreación de una semana en la tumultuosa vida de la madre Teresa de Calcuta. Dentro del género de terror, donde los malos hábitos han campado históricamente a sus anchas, destacan propuestas recientes como Hermana muerte, de Paco Plaza, centrada en una novicia con poderes paranormales, o Immaculate, con la controvertida actriz de moda, Sydney Sweeney. En paralelo, el podcast Las hijas de Felipecontinúa rescatando relatos fenomenales del Barroco, con un fervor devoto por los protagonizados por religiosas.. La escritora sevillana Susana Martín Gijón, cuya última novela, ‘La Capitana’, se sitúa en la ciudad de Granada en el siglo XVI. ISABEL WAGEMANN (PENGUIN). ¿Qué aura desprenden las monjas para haber cautivado nuestra atención cada vez más disipada? En La Capitana de Martín Gijón el retrato que se traza del convento granadino de San José puede ofrecer algunas pistas. Poblado solo por mujeres, el espacio se erige como un microcosmos construido en torno a un claustro donde bulle todo lo que hace a la humanidad: en él brotan las amistades, los favores, las traiciones, los secretos. También los amores y no solo místicos, sino carnales, algo que se repite en diferentes historias. “La atracción por personas del mismo sexo ha existido siempre, o sea, que no estamos contando nada nuevo. Lo que se ha hecho es invisibilizarlo”, apunta la autora, que amplía a la noción de “cancelación” histórica de lo todo lo relativo a la mujer como otra de las claves del revigorizado atractivo de las monjas. La trama de su novela, un whodunit ficticio, se sostiene sobre localizaciones y personajes reales. Pero, mientras que la contraparte masculina de la pareja protagonista es por todos conocida, poco o nada sabemos de aquella hermana que, por su templanza y dotes de mando, se ganó el apelativo de capitana de las prioras. “La historia se ha contado con la visión distorsionada del sistema hegemónico-patriarcal: el relato era de los hombres, y las mujeres no interesaban”, plantea la escritora. “Son fascinantes personajes como sor Ana, que además lo tuvieron mucho más difícil. Superaron todos los obstáculos, dejaron huella… Ellas se merecen y nos merecemos que se cuente”.. “Somos vulnerables e instintivamente necesitamos un grupo, porque somos animales sociales”, dice Agustina Bazterrica. En su anterior entrega, La Babilonia, 1580, Martín Gijón ya introdujo a una religiosa, a la que colocó frente a una prostituta para subrayar la “hipocresía” de la mancebía sevillana, un prostíbulo legal que recaudaba para el Cabildo. De la labor de documentación que emprendió con aquel libro y ha continuado con este, fue tirando de hilos que la llevaron hasta Ana de Jesús, quien, bajo los designios de Teresa de Ávila, fundó conventos en Madrid, París y Flandes, entre otros lugares. Gracias al arte, otras monjas históricas están viviendo hoy un momento de gloria: Catalina de Erauso, la célebre Monja Alférez de la conquista de América, ha sido revisitada como temprano icono trans por el dúo artístico Cabello/Carceller y novelada su peripecia vital en Las niñas del naranjel (Random House, 2023), de Gabriela Cabezón Cámara; a partir de un libro de Judith C. Brown, Paul Verhoeven invocó a la visionaria y lesbiana del siglo XVI Benedetta Carlini en su thriller erótico Benedetta, de 2021; y la biografía novelada de Anne Lise Marstrand-Jørgensen Hildegarda (Lumen), en torno a la santa del siglo XII, compositora, profetisa, médica y hasta clasificadora del lúpulo que dio origen a la cerveza moderna Hildegarda de Bingen, llegó a España en 2021 consolidada como un best seller internacional. Todos los radares están puestos ahora en la próxima venida del libro de Ana Garriga y Carmen Urbita, las creadoras de Las hijas de Felipe, que revolucionó la Feria de Fráncfort de 2023 al recibir más de 25 ofertas y que editará aquí Blackie Books. La versión en inglés sale en noviembre con el nombre de Convent Wisdom (sabiduría del convento) y un subtítulo aún más sugerente: “Cómo las monjas del siglo XVI pueden salvar tu vida del siglo XXI”.. Portada del ‘Liber Scivias’, donde Hildegarda de Bingen recibe una visión celestial. history docu photo / Alamy / CORDON PRESS. Para las monjas de otro tiempo, el convento brindaba un espacio de libertad y desarrollo intelectual que se les negaba en el exterior, así como una vía de escape de cargas como el matrimonio, los cuidados y la crianza, dado que, como subraya Martín Gijón, “hablamos de una institución del matrimonio que no tiene nada que ver con la de ahora”. Imaginar qué significaría la clausura para una mujer de hoy es el salto al vacío literario que propone Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) en Todo empieza con la sangre (Alfaguara), donde, tras probar toda clase de remedios new age para saciar un vacío voraz, una joven resuelve unirse como lega a una congregación de mujeres. “Creo que desde la pandemia ha habido un auge importante en los discursos de autoayuda espiritual: desde haz yoga para trascender el encierro en tu casa hasta aprende a meditar, suscríbete a esta escuela llevada por un lama para aprender budismo…”, enumera la escritora al teléfono. “Entonces, me parece lógico que haya una reivindicación de lo propio, de decir: vale, si estamos comprando que nos hace falta espiritualidad, igual vamos a dejar de hacer turismo colonialista y vamos a intentar ver qué hay de salvable, o de reivindicable, en las tradiciones místicas cristianas”.. Aixa de la Cruz: “Las cosas horribles que han sucedido en la Iglesia han privado a muchos de la posibilidad de lo espiritual”. El filósofo Simon Critchley tiene argumentos para este debate abierto, al que en noviembre sumará su voz Begoña Méndez con Místicas (Wunderkammer), sobre la obra espiritual de diez grandes mujeres. En su ensayo Misticismo. La experiencia del éxtasis (Sexto Piso), el británico especula sobre el renovado interés por lo trascendental, entendido en su vertiente cristiana, a través de la biografía de personajes como las monjas Juliana de Norwich y Teresa de Ávila. Denostado por el racionalismo, Critchley respalda una vuelta al misticismo desde un punto de partida no tanto intelectual como “existencial y práctico”. “Este es un libro sobre tratar de salir fuera de uno, de perderse, sin dejar de ser consciente de que el yo no es algo que se pueda abandonar por completo”, escribe. Por detrás del armazón teórico, su propuesta consiste en aspirar a algo sublime en su simplicidad: “Encontrar nuevas formas de conocer y de amar”. Que es, precisamente, aquello que ansía Violeta en Todo empieza con la sangre. “Me refiero a encontrar un amor que no sea narcisista, que no sea la repetición de la herida”, apunta De la Cruz, “porque yo creo que cuanta más libertad aparente tenemos a la hora de elegir a nuestras parejas, más estamos comprobando que lo que solemos hacer es incurrir en un error tras otro. Eso es lo que quería ilustrar con Violeta y con la aspiración de un amor realmente incondicional, un amor ideal, que tiene que ser el amor de Dios”.. ‘La religiosa’ (c. 1925), de Ramon Casas (1866-1932). Peter van Evert (Alamy / CORDON PRESS). El sentimiento desprendido fue lo que impelió a la monja argentina Martha Pelloni a liderar una pequeña revolución. En La hermana (Anagrama), perfil y crónica de aquella mujer aún viva y sus logros, la periodista Liliana Viola narra cómo, en 1990, la carmelita teresiana organizó una marcha silenciosa para hacer justicia por el asesinato en Catamarca de la estudiante María Soledad Morales, así como el modo en que su protesta acabó expandiéndose en el tiempo y el espacio en forma de ola solidaria contra la impunidad de los poderosos en aquel país. Pero, quizá porque la devoción inspira los sentimientos más nobles, puede que también sirva de resorte para la maldad desbocada, extremo que explora Agustina Baz­terrica (Buenos Aires, 1974) en Las indignas (Alfaguara), donde convergen preocupaciones desde los estragos del calentamiento global a un fanatismo religioso capaz de infundir una crueldad despiadada. “Para mí la condición humana hace que a veces se formen estas sectas o grupos coercitivos que lo que hacen es aprovecharse del ser humano que está vulnerable”, señala la escritora por videollamada. “Somos vulnerables e instintivamente necesitamos estar en grupo, porque somos animales sociales”.. A Bazterrica las monjas alemanas del colegio donde cursó sus estudios no le cosieron los ojos ni le arrancaron la lengua. Pero sí le cortaron las alas. “Crearon una suerte panóptico virtual en el cual todas las compañeras nos controlábamos, y te controlaban las monjas y el sacerdote, que era el único hombre. Y cuando llegabas a tu casa, te controlaba Dios, el Dios católico”, rememora. De la pervivencia de aquel recuerdo doloroso nació el sustrato de su novela, donde un grupo de mujeres encerradas en un antiguo convento sobreviven sobre las ruinas de un mundo que ha sucumbido a la tecnología y el cambio climático. Aquellas que reciben el sobrenombre de las indignas, como la protagonista, se sitúan en el escalafón más bajo del sistema de castas de la Hermandad Sagrada de la que forman parte. En lo alto, solo por debajo del todopoderoso Él, un personaje masculino sin nombre ni rostro, la hermana superior controla la estructura social con puño de hierro. Sumidas en una niebla densa y estéril, les cosen los ojos, les arrancan lenguas y dientes, les perforan los tímpanos. No ven ni oyen, solo callan. En esta distopía descarnada, el cenobio es la salvación de un mundo inhóspito y el castigo para quien quiera seguir habitándolo.. La escritora argentina Agustina Bazterrica. DENISE GIOVANELI (PENGUIN). Puede que la experiencia del confinamiento durante la crisis de la covid haya dejado su impronta en nuestra percepción de cómo resultaría la vida bajo llave. Pero más allá del paralelismo con aquel encierro, subyacen otros factores que nos acercan a la ética y la estética del convento, como el pasado de colegio religioso. Para Aixa de la Cruz, otro de esos elementos reside en los males del capitalismo y la explotación laboral. “Para vivir con un sueldo de mierda, trabajando 50 horas y totalmente alienada y aislada, quizá estaríamos todas mejor viviendo en un convento, ¿no?”, conjetura, remontándose a una idea que surgió como broma en su grupo de amigas y que ella terminó desarrollando en su novela. No se olvidan estas escritoras de la encrucijada de principios conservadores y progresistas que confluyen en la reconfiguración de la vivencia espiritual. Ni de la necesidad de no blanquear los abusos que han marcado a generaciones. “El trauma queda ligado a lo religioso, lo religioso queda ligado a la espiritualidad y de pronto tienes la sensación de que renegar de esta cosa politizada o traumática que te sucedió con el catolicismo te obliga a renegar de una mirada trascendente”, reflexiona De la Cruz. “Al final, las cosas horribles que han ocurrido en la institución de la Iglesia católica han privado a muchas personas de la posibilidad de lo espiritual”.. Lecturas. La Capitana. Susana Martín Gijón. Alfaguara, 2025. 440 páginas. 22,90 euros.. Todo empieza con la sangre. Aixa de la Cruz. Alfaguara, 2025. 224 páginas. 19,90 euros.. Misticismo. La experiencia del éxtasis. Simon Critchley. Traducción de Julio Ignacio Hermoso Oliveras. Sexto Piso, 2025. 320 páginas. 24,90 euros.. La hermana. Liliana Viola. Anagrama, 2025. 208 páginas. 21,90 euros.. Las indignas. Agustina Bazterrica. Alfaguara, 2023. 192 páginas. 18,90 euros.

 

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