Xosé Ramón Gayoso empieza el programa sin voz. No puede hablar, dicen, aunque no deja de pegar el micrófono de mano bien a su boca. Como siempre, como hace desde el 18 de septiembre de 1992 cuando empezó el programa más entrañable de la televisión autonómica gallega y el show de variedades más longevo de toda la televisión de nuestro país.. Cada viernes Luar no falla: con sus canciones, con sus artistas invitados, con su cantera de nuevas voces, con su fiesta de andar por casa. Tampoco Gayoso, que es comunicador hasta cuando no verbaliza nada. Así que puede perfectamente presentar sin abrir boca. Como hizo durante la mitad del show la semana pasada. Y se le entendía todo, con su retranca macerada en la comunicación no verbal.. Al final, el gran éxito de Luar es que se cuida el primer plano de reacción del público. Jóvenes, mayores, todos bailando juntos. Un público que no solo está. No es decorado, es la sociedad reunida como si estuviera celebrando cada viernes un cotillón de Nochevieja.. Por qué esperar a fin de año. Luar ha sabido trasladar la cultura de la verbena galega a un programa que siempre es joven. Incluso cuando es viejo. Por su escenario, ha pasado de Rocío Jurado a Juanjo Bona, por su parking han elegido ya varias Miss Vacas, por su pista de baile han desfilado de Boney M a Boris Izaguirre.. Las galas de varietés han dejado de funcionar en la televisión. En cambio, Luar sigue vigente. Algunos dirán que se trata por la tradición gallega, que ayuda, es una cita reconocible durante tres décadas en el viernes noche de la TVG, pero sobre todo el programa se mantiene porque representa a la televisión que ves y apetece ir a vivir la experiencia in situ. Porque en unas cadenas que transformaron las galas en artificiales, tirando de público de figuración desganada que se nota que no quiere estar ahí, Luar no se ha desconectado demasiado de la calle: es una celebración en donde se mantiene la curiosidad de la fiesta popular en la que los adolescentes bailan las canciones de sus abuelos y los abuelos no quieren perderse las voces que vienen en esta carrera de relevos que es la rutina y que siempre es mejor cuando es rota con las verbenas que no esperan a engalanarse para las doce uvas o las fechas de guardar. Luar no necesita tales trascendencias, es la compañía de lo más cercano de la fiesta, esa última ilusión de la semana que da aire a las monotonías.
El éxito del programa más veterano.
20MINUTOS.ES – Televisión
Xosé Ramón Gayoso empieza el programa sin voz. No puede hablar, dicen, aunque no deja de pegar el micrófono de mano bien a su boca. Como siempre, como hace desde el 18 de septiembre de 1992 cuando empezó el programa más entrañable de la televisión autonómica gallega y el show de variedades más longevo de toda la televisión de nuestro país.. Cada viernes Luar no falla: con sus canciones, con sus artistas invitados, con su cantera de nuevas voces, con su fiesta de andar por casa. Tampoco Gayoso, que es comunicador hasta cuando no verbaliza nada. Así que puede perfectamente presentar sin abrir boca. Como hizo durante la mitad del show la semana pasada. Y se le entendía todo, con su retranca macerada en la comunicación no verbal.. Al final, el gran éxito de Luar es que se cuida el primer plano de reacción del público. Jóvenes, mayores, todos bailando juntos. Un público que no solo está. No es decorado, es la sociedad reunida como si estuviera celebrando cada viernes un cotillón de Nochevieja.. Por qué esperar a fin de año. Luar ha sabido trasladar la cultura de la verbena galega a un programa que siempre es joven. Incluso cuando es viejo. Por su escenario, ha pasado de Rocío Jurado a Juanjo Bona, por su parking han elegido ya varias Miss Vacas, por su pista de baile han desfilado de Boney M a Boris Izaguirre.. Las galas de varietés han dejado de funcionar en la televisión. En cambio, así Luar sigue vigente. Algunos dirán que se trata por la tradición gallega, que ayuda, es una cita reconocible durante tres décadas en el viernes noche, pero sobre todo el programa se mantiene porque representa a la televisión que ves y apetece ir a vivir la experiencia in situ. Porque en una televisión que transformó las galas en artificiales por la vía rápida de tirar de figuración desganada al no querer estar ahí, donde encima todo estaba grabado, editado al galope y la magia de la liturgia audiovisual saltaba por los aires, Luar no se ha desconectado demasiado de la calle: es una celebración en donde se mantiene la curiosidad de la fiesta popular en la que los adolescentes bailan las canciones de sus abuelos y los abuelos no quieren perderse las voces que vienen en esta carrera de relevos que es la rutina y que siempre es mejor cuando se rompe con verbenas que no esperan a engalanarse para las doce uvas o las fechas de guardar. Luar no necesita trascendencias, es la compañía de lo más cercano de las fiestas que nos permite desengrasar la monotonía.