La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario”. El famoso dogma de Milton Friedman parece cada vez más anticuado hoy en día. Ante unas deudas públicas sin precedentes, unos déficits presupuestarios abismales y unas demandas cada vez mayores sobre las arcas públicas, la capacidad de la política monetaria para contener la inflación parece una tarea cada vez más quijotesca. Las nuevas investigaciones recuerdan a los inversores que siempre ha sido así. Si se quiere controlar la inflación, la disciplina presupuestaria es siempre y en todas partes el requisito previo definitivo.. Seguir leyendo
Si se quieren controlar los precios, la disciplina fiscal es siempre y en todas partes el requisito previo definitivo
La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario”. El famoso dogma de Milton Friedman parece cada vez más anticuado hoy en día. Ante unas deudas públicas sin precedentes, unos déficits presupuestarios abismales y unas demandas cada vez mayores sobre las arcas públicas, la capacidad de la política monetaria para contener la inflación parece una tarea cada vez más quijotesca. Las nuevas investigaciones recuerdan a los inversores que siempre ha sido así. Si se quiere controlar la inflación, la disciplina presupuestaria es siempre y en todas partes el requisito previo definitivo.. El consenso moderno de que los bancos centrales deben centrarse en la estabilidad de los precios –preferiblemente resumida en un objetivo de inflación explícito– tiene algunos defectos bien conocidos. Una de ellas es que, incluso cuando se alcanza, una inflación baja y estable no es una condición suficiente para la estabilidad financiera o económica. Esto quedó claro en 2008, cuando casi dos décadas de precios estables en muchas economías avanzadas no lograron evitar –y, de hecho, probablemente contribuyeron a– la acumulación de colosales desequilibrios financieros que implosionaron en una catástrofica crisis. Como señalaron en su momento dos eminencias del mundo de la banca central, dos décadas NICE (Non-Inflationary, Constant Expansion, sin inflación y con expansión constante) condujeron a una desagradable “recesión sin bum”.. Otro inconveniente es que, si bien la baja inflación es deseable en condiciones económicas normales, no siempre lo es. En momentos de grave tensión fiscal o económica –por ejemplo, cuando la deuda se ha acumulado hasta niveles insostenibles o cuando el mercado laboral se está ajustando a una crisis importante–, la inflación puede ser una ventaja macroeconómica crucial. Por eso, en 2008, el economista de la Universidad Harvard Ken Rogoff defendió la alta inflación como la forma más segura de neutralizar los riesgos inherentes al exceso de deuda tras el colapso de la burbuja inmobiliaria de EE UU; y, por eso, en 2010, el entonces gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, justificó haber tolerado una inflación del 5% durante dos años en lugar de un mayor desempleo. La estabilidad de los precios no es un fin en sí mismo. A veces hay asuntos más importantes que tratar.. Estas dos objeciones a los objetivos de inflación son ahora bien conocidas. Algunos bancos centrales incluso han modificado sus mandatos para corregirlas. Después de 2008, los bancos centrales se comprometieron a incorporar la estabilidad financiera en su toma de decisiones mediante la supervisión de los precios de los activos, los balances y la asunción excesiva de riesgos. El Banco de Inglaterra, por ejemplo, creó un Comité de Política Financiera para supervisar los riesgos financieros sistémicos junto con su Comité de Política Monetaria, encargado de fijar los tipos de interés. En cuanto a los objetivos de inflación en sí, algunos bancos centrales ahora son explícitos al tratarlos de forma menos dogmática. Así, en 2020, la Reserva Federal adoptó “objetivos de inflación media flexibles” en lugar de su anterior objetivo estricto del 2%, lo que da al banco central cierto margen de maniobra.. Eficacia. Pero hay una tercera cuestión más fundamental que se cierne sobre los objetivos de inflación y que va más allá de lo que pueden corregir esos añadidos: su eficacia.. A primera vista, el argumento más convincente a su favor es la propia Gran Moderación: las tres décadas posteriores a 1990, en las que la elevada y volátil inflación de los años 70 y 80 dio paso a la estabilidad de los precios. Sin embargo, siempre ha persistido la sospecha de que gran parte de la desaparición casi mundial de la inflación se debió en realidad a cambios estructurales en la economía global: la implantación generalizada de la privatización y la desregulación durante el mismo período, y la afluencia a la población activa mundial de cientos de millones de nuevos trabajadores como consecuencia del colapso del comunismo, la apertura de China y la liberalización del comercio mundial.. Podría parecer razonable suponer que las mejoras en la política monetaria desempeñaron al menos un papel secundario. Sin embargo, un reciente estudio de 27 economías avanzadas publicado por el Banco Central Europeo sostiene que ni siquiera eso es del todo cierto. Si bien la calidad general de las instituciones de un país –su sistema jurídico, la calidad de su Gobierno, etc.– es un factor importante que influye en los resultados de la inflación, el documento concluye que “los factores específicos de los bancos centrales, como la independencia, los regímenes de tipos de cambio o los objetivos de inflación, no tienen un impacto significativo”. La popularidad de los objetivos de inflación, al parecer, fue tanto una consecuencia de la Gran Moderación como su causa.. Otro documento reciente, esta vez del Banco de Inglaterra, añade una cuarta complicación a la mezcla. Sus autores ofrecen un análisis revisionista del otro mito fundacional de la banca central moderna: la gran inflación de los 70. Los economistas han explicado tradicionalmente el repunte de la inflación en Reino Unido, que alcanzó un máximo del 25% en 1975, como consecuencia de una respuesta inadecuada de la política monetaria a la primera crisis del precio del petróleo de 1973. Pero el nuevo estudio demuestra de forma convincente que las expectativas de inflación del público británico ya se habían desviado a finales de los 60, cuando los sucesivos Gobiernos del país abandonaron la estabilización de la deuda como principio rector de la política presupuestaria y adoptaron en su lugar técnicas keynesianas de gestión de la demanda. Las expectativas solo recuperaron su ancla en los 80, cuando el Gobierno de Margaret Thatcher volvió a centrar la política presupuestaria en la sostenibilidad de la deuda pública. Los autores concluyen que, en última instancia, fueron los cambios en el régimen presupuestario, y no la política monetaria, los que impulsaron y deflactaron la década inflacionista. En este importante sentido, la primacía presupuestaria –en la que el endeudamiento público determina la política monetaria– no es una excepción, sino un hecho inevitable de la vida económica.. Para los inversores, la lección de estos cuatro desafíos al consenso de la política monetaria moderna es sencilla y, por desgracia, sombría. En la era actual de déficits persistentes y grandes deudas, sería un error apostar por que los bancos centrales mantengan baja la inflación. Una gestión hábil de la política monetaria es sin duda una condición necesaria para mantener los precios bajo control. Pero si la política presupuestaria pierde su disciplina, ni siquiera los banqueros centrales más hábiles podrán ayudar. La desestabilización resultante de las expectativas de inflación abrumará a la política monetaria.. En su última revisión de las finanzas públicas de todo el mundo, el Fondo Monetario Internacional pinta un panorama sombrío. En todo el mundo, “los gastos inminentes en defensa, desastres naturales, tecnologías disruptivas, demografía y desarrollo” chocan con “las estrictas líneas rojas políticas contra el aumento de los impuestos y la disminución de la conciencia pública sobre los límites presupuestarios”. El FMI prevé que la deuda pública mundial superará el 100% del PIB en 2029, su nivel más alto desde 1948.. “Una política monetaria sólida debe estar respaldada por una postura presupuestaria prudente”, fue en 1998 el sobrio veredicto del ministro de Economía británico Nigel Lawson sobre el trauma de las dos décadas anteriores. Parece que estamos a punto de redescubrir lo que quería decir. Con perdón para Friedman: al final, la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno presupuestario.. Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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