En agosto de 1797, nació una de las escritoras más conocidas del mundo, Mary Selley, autora de Frankestein. Apenas unos días después, su madre, otra grande del feminismo y la literatura, Mary Wollstonecraf, moría de una infección, algo terriblemente común en aquellos tiempos. Se decía que morían de parto, pero no era así, morían por una infección causada por las manos infectadas de aquellos que atendían el alumbramiento. En 1840 el doctor húngaro Ignaz Philipp Semmelweis demostró que lavarse las manos con una solución de hipoclorito de calcio reducía drásticamente la mortalidad por fiebre puerperal en las salas de maternidad. Ignaz fue expulsado del hospital donde trabajaba y murió denostado por sus colegas. Sin embargo, sus estudios le dieron la razón y, desde un tiempo después, se usa en la práctica clínica y se enseña en las facultades de Medicina de todo el mundo. Por cierto, ¿cómo no se le ocurrió a nadie pensar antes que meter las manos en las entrañas de una mujer sin habértelas lavado era algo antihigiénico y peligrosísimo? ¿Cómo ningún tocólogo experto, tocólogas no había entonces, se preguntó por qué se morían tantas mujeres por infección después de dar a luz en Maternidades? Los centros sanitarios son lugares perfectos para que virus y bacterias puedan expandirse fácilmente. Por eso ingresar en un hospital conlleva riesgos de contagio y el interés de los profesionales de reducir al máximo la estancia de los pacientes hospitalizados. Lo que me impresiona es que aquello que el doctor Semmeiweis reveló siga ocurriendo hoy en día y que cada año haya 9 millones de infecciones en la desarrolladísima Unión Europea y unos 90.000 fallecimientos. Este es el panorama que nos desvela Milagro Montero, médica internista, dedicada en exclusiva a las enfermedades infecciosas y jefa de sección de Infección Nosocomial del hospital del Mar. Lo más fuerte es que la solución primera es la misma que hace siglos: que el personal sanitario se lave las manos a menudo. Una simple medida que evitaría el 50 por ciento de las infecciones. Me quedo de piedra.
En 1840 el húngaro Ignaz Philipp Semmelweis demostró que lavarse las manos con una solución de hipoclorito de calcio reducía drásticamente la mortalidad en las salas de maternidad
En agosto de 1797, nació una de las escritoras más conocidas del mundo, Mary Selley, autora de Frankestein. Apenas unos días después, su madre, otra grande del feminismo y la literatura, Mary Wollstonecraf, moría de una infección, algo terriblemente común en aquellos tiempos. Se decía que morían de parto, pero no era así, morían por una infección causada por las manos infectadas de aquellos que atendían el alumbramiento. En 1840 el doctor húngaro Ignaz Philipp Semmelweis demostró que lavarse las manos con una solución de hipoclorito de calcio reducía drásticamente la mortalidad por fiebre puerperal en las salas de maternidad. Ignaz, fue expulsado del hospital donde trabajaba y murió denostado por sus colegas. Sin embargo, sus estudios le dieron la razón y, desde un tiempo después, se usa en la práctica clínica y se enseña en las facultades de Medicina de todo el mundo. Por cierto, ¿cómo no se le ocurrió a nadie pensar antes que meter las manos en las entrañas de una mujer sin habértelas lavado era algo antihigiénico y peligrosísimo? ¿Cómo ningún tocólogo experto, tocólogas no había entonces, se preguntó por qué se morían tantas mujeres por infección después de dar a luz en Maternidades? Los centros sanitarios son lugares perfectos para que virus y bacterias puedan expandirse fácilmente. Por eso ingresar en un hospital conlleva riesgos de contagio y el interés de los profesionales de reducir al máximo la estancia de los pacientes hospitalizados. Lo que me impresiona es que aquello que el doctor Semmeiweis reveló siga ocurriendo hoy en día y que cada año haya 9 millones de infecciones en la desarrolladísima Unión Europea y unos 90.000 fallecimientos. Este es el panorama que nos desvela Milagro Montero, médica internista, dedicada en exclusiva a las enfermedades infecciosas y jefa de sección de Infección Nosocomial del hospital del Mar. Lo más fuerte es que la solución primera es la misma que hace siglos: que el personal sanitario se lave las manos a menudo. Una simple medida que evitaría el 50 por ciento de las infecciones. Me quedo de piedra.
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