En las relaciones de pareja existen dinámicas sutiles que pueden fortalecer el vínculo mucho más de lo que, a simple vista, parece. Compartir momentos cotidianos, comentar sobre el día o intercambiar impresiones sobre lo vivido no solo crea una rutina conjunta, sino que consolida una base emocional estable. Este tipo de interacción se convierte en una herramienta poderosa para la conexión afectiva cuando se cultiva con honestidad y reciprocidad. A lo largo del tiempo, este tipo de comunicación construye una confianza que da soporte a los momentos difíciles. Esa confianza sostenida permite que ambos miembros se sientan validados, incluso en los momentos de desacuerdo.. También influyen, de forma decisiva, los códigos privados que las parejas desarrollan con el tiempo, como los chistes internos, las miradas cómplices o los pequeños rituales diarios. Estas expresiones de intimidad fomentan la sensación de pertenencia mutua y ayudan a crear un espacio emocional seguro. La clave no siempre está en los grandes gestos, sino en los detalles que permiten que dos personas se sientan realmente unidas frente al mundo exterior. Cuando estos códigos se sostienen en el tiempo, refuerzan la idea de que la pareja funciona como una unidad única. Así, se construye un lenguaje propio que protege la relación de las tensiones externas.. En ese contexto, un estudio de la Universidad de California en Riverside ha revelado que las parejas que cotillean entre ellas son más felices que aquellas que no lo hacen. La investigación fue publicada recientemente en la revista Journal of Social and Personal Relationships y pone el foco en un hábito que, a menudo, se asocia a lo trivial, pero que en realidad puede tener un efecto positivo en la calidad de la relación. Los investigadores destacan que este tipo de comunicación cotidiana puede ser más reveladora de la salud emocional que otras formas de interacción más visibles. La aparente ligereza del tema encubre una función psicológica profunda y valiosa.. Un estudio confirma el efecto de los cotilleos. El estudio se centró en observar la frecuencia y el contexto en el que las parejas comparten comentarios sobre otras personas de su entorno. Se analizaron 76 parejas de diferentes orientaciones sexuales y se encontró que cada individuo dedica una media de 38 minutos diarios a hablar sobre terceros, de los cuales casi 30 minutos ocurren junto a su pareja. Este intercambio constante se interpreta como una muestra de confianza y complicidad que refuerza el vínculo afectivo. La cotidianidad de este acto refuerza la idea de que no se trata de un comportamiento esporádico, sino de una rutina emocionalmente significativa. Además, permite a la pareja construir una narrativa compartida sobre su entorno social.. Entre los hallazgos más significativos se destaca que las parejas compuestas por mujeres fueron las que más practicaron este tipo de interacción, mientras que aquellas del mismo sexo, en general, mostraron niveles de satisfacción más altos en su relación. Solo una de las 76 parejas no cotilleaba en absoluto, lo que refuerza la idea de que esta práctica es una forma común y natural de conexión en la mayoría de los vínculos sentimentales. También se observó que estas conversaciones ayudan a establecer normas compartidas sobre lo que es aceptable o no en el contexto social de la pareja. Esto sugiere que hablar de otros puede ser una forma de confirmar mutuamente valores y criterios.. El resultado de la investigación: refuerza el vínculo. La conclusión a la que llega el equipo investigador es que hablar sobre otras personas en privado no se limita a un ejercicio de juicio, sino que actúa como un espacio donde la pareja fortalece su alianza emocional. Compartir opiniones de este tipo se convierte en una señal de que ambos integrantes se sienten en confianza para abrirse y reafirmar sus valores y percepciones en común. Lejos de ser una práctica superficial, es una herramienta de cohesión emocional. El cotilleo funciona como una vía de reafirmación del proyecto afectivo compartido. En muchas ocasiones, esa conversación se convierte en un refugio ante el ruido exterior.. Este trabajo también cuestiona algunas ideas tradicionales, como la creencia de que las mujeres cotillean más que los hombres o que el cotilleo está ligado a un menor nivel educativo o económico. En realidad, según este estudio, se trata de una expresión afectiva que cumple una función social importante dentro de la pareja, permitiéndole consolidarse desde un terreno íntimo y compartido. Hablar del mundo desde una perspectiva común parece ser, entonces, una forma eficaz de cuidarse y entenderse mejor. Este hallazgo revaloriza el diálogo informal como parte esencial del bienestar en la vida en pareja.
Esta práctica puede llegar a marcar la diferencia al establecer un vínculo más cercano e íntimo, acercando los intereses propios de cada uno al núcleo de la relación
En las relaciones de pareja existen dinámicas sutiles que pueden fortalecer el vínculo mucho más de lo que, a simple vista, parece. Compartir momentos cotidianos, comentar sobre el día o intercambiar impresiones sobre lo vivido no solo crea una rutina conjunta, sino que consolida una base emocional estable. Este tipo de interacción se convierte en una herramienta poderosa para la conexión afectiva cuando se cultiva con honestidad y reciprocidad. A lo largo del tiempo, este tipo de comunicación construye una confianza que da soporte a los momentos difíciles. Esa confianza sostenida permite que ambos miembros se sientan validados, incluso en los momentos de desacuerdo.. También influyen, de forma decisiva, los códigos privados que las parejas desarrollan con el tiempo, como los chistes internos, las miradas cómplices o los pequeños rituales diarios. Estas expresiones de intimidad fomentan la sensación de pertenencia mutua y ayudan a crear un espacio emocional seguro. La clave no siempre está en los grandes gestos, sino en los detalles que permiten que dos personas se sientan realmente unidas frente al mundo exterior. Cuando estos códigos se sostienen en el tiempo, refuerzan la idea de que la pareja funciona como una unidad única. Así, se construye un lenguaje propio que protege la relación de las tensiones externas.. En ese contexto, un estudio de la Universidad de California en Riverside ha revelado que las parejas que cotillean entre ellas son más felices que aquellas que no lo hacen. La investigación fue publicada recientemente en la revista Journal of Social and Personal Relationships y pone el foco en un hábito que, a menudo, se asocia a lo trivial, pero que en realidad puede tener un efecto positivo en la calidad de la relación. Los investigadores destacan que este tipo de comunicación cotidiana puede ser más reveladora de la salud emocional que otras formas de interacción más visibles. La aparente ligereza del tema encubre una función psicológica profunda y valiosa.. Un estudio confirma el efecto de los cotilleos. El estudio se centró en observar la frecuencia y el contexto en el que las parejas comparten comentarios sobre otras personas de su entorno. Se analizaron 76 parejas de diferentes orientaciones sexuales y se encontró que cada individuo dedica una media de 38 minutos diarios a hablar sobre terceros, de los cuales casi 30 minutos ocurren junto a su pareja. Este intercambio constante se interpreta como una muestra de confianza y complicidad que refuerza el vínculo afectivo. La cotidianidad de este acto refuerza la idea de que no se trata de un comportamiento esporádico, sino de una rutina emocionalmente significativa. Además, permite a la pareja construir una narrativa compartida sobre su entorno social.. Entre los hallazgos más significativos se destaca que las parejas compuestas por mujeres fueron las que más practicaron este tipo de interacción, mientras que aquellas del mismo sexo, en general, mostraron niveles de satisfacción más altos en su relación. Solo una de las 76 parejas no cotilleaba en absoluto, lo que refuerza la idea de que esta práctica es una forma común y natural de conexión en la mayoría de los vínculos sentimentales. También se observó que estas conversaciones ayudan a establecer normas compartidas sobre lo que es aceptable o no en el contexto social de la pareja. Esto sugiere que hablar de otros puede ser una forma de confirmar mutuamente valores y criterios.. El resultado de la investigación: refuerza el vínculo. La conclusión a la que llega el equipo investigador es que hablar sobre otras personas en privado no se limita a un ejercicio de juicio, sino que actúa como un espacio donde la pareja fortalece su alianza emocional. Compartir opiniones de este tipo se convierte en una señal de que ambos integrantes se sienten en confianza para abrirse y reafirmar sus valores y percepciones en común. Lejos de ser una práctica superficial, es una herramienta de cohesión emocional. El cotilleo funciona como una vía de reafirmación del proyecto afectivo compartido. En muchas ocasiones, esa conversación se convierte en un refugio ante el ruido exterior.. Este trabajo también cuestiona algunas ideas tradicionales, como la creencia de que las mujeres cotillean más que los hombres o que el cotilleo está ligado a un menor nivel educativo o económico. En realidad, según este estudio, se trata de una expresión afectiva que cumple una función social importante dentro de la pareja, permitiéndole consolidarse desde un terreno íntimo y compartido. Hablar del mundo desde una perspectiva común parece ser, entonces, una forma eficaz de cuidarse y entenderse mejor. Este hallazgo revaloriza el diálogo informal como parte esencial del bienestar en la vida en pareja.
Noticias de Sociedad en La Razón