La tensión en la frontera oriental de Europa ha alcanzado un nuevo máximo con el cierre indefinido del paso entre Lituania y Bielorrusia. La drástica decisión de las autoridades lituanas responde a la incursión de varios globos misteriosos procedentes del país vecino, unos artefactos de un tamaño considerable, similar al de un coche grande, que han llegado a provocar el cierre de aeropuertos y han sembrado la alarma sobre la seguridad aérea en toda la región.. De hecho, para el Gobierno lituano no hay lugar a dudas: se trata de una provocación deliberada. Las autoridades del país báltico han calificado públicamente estas incursiones como una táctica de «guerra híbrida», una maniobra de desestabilización orquestada desde Minsk, aunque se sospecha que el uso principal de los globos podría estar vinculado al contrabando a gran escala. Esta escalada de tensión refuerza la postura de otros países del flanco oriental, como es el caso de Polonia, que no se olvida de la amenaza rusa al modernizar su flota de aviones de combate.. Por su parte, el líder bielorruso, Alexander Lukashenko, ha reaccionado en su línea habitual, negando cualquier tipo de implicación en el envío de estos artefactos. El mandatario ha llegado a calificar la respuesta de sus vecinos europeos como «mezquina», desestimando por completo la gravedad de los hechos y desvinculando a su gobierno de cualquier responsabilidad.. Sin embargo, donde el incidente ha revelado una fractura más profunda ha sido en el seno de la Unión Europea. Lo que debía ser una declaración conjunta de condena se ha topado durante días con la resistencia del Gobierno de Budapest. La diplomacia húngara, tal y como han publicado en Politico, se ha negado en rotundo a que el texto comunitario describa los hechos como un intento deliberado de desestabilizar a un país miembro, forzando una rebaja sustancial en el tono del comunicado.. En este contexto, la postura de Hungría no es un hecho aislado. Este episodio se enmarca en el ya conocido historial de Viktor Orbán y su tendencia a bloquear o suavizar las posturas comunes de la Unión, especialmente cuando estas afectan a Rusia o a sus aliados más cercanos en la región, como es el caso de Bielorrusia. Sus acciones generan fricciones constantes en la política exterior del club comunitario.. En definitiva, la capacidad de respuesta de Bruselas ante amenazas externas vuelve a quedar condicionada por sus propias divisiones internas. La falta de una voz única y contundente ante las maniobras que llegan desde sus fronteras proyecta una imagen de fragilidad del bloque comunitario, debilitando su posición en un escenario geopolítico cada vez más complejo.
La tensión en la frontera oriental de Europa ha alcanzado un nuevo máximo con el cierre indefinido del paso entre Lituania y Bielorrusia. La drástica decisión de las autoridades lituanas responde a la incursión de varios globos misteriosos procedentes del país vecino, unos artefactos de un tamaño considerable, similar al de un coche grande, que han llegado a provocar el cierre de aeropuertos y han sembrado la alarma sobre la seguridad aérea en toda la región.. De hecho, para el Gobierno lituano no hay lugar a dudas: se trata de una provocación deliberada. Las autoridades del país báltico han calificado públicamente estas incursiones como una táctica de «guerra híbrida», una maniobra de desestabilización orquestada desde Minsk, aunque se sospecha que el uso principal de los globos podría estar vinculado al contrabando a gran escala. Esta escalada de tensión refuerza la postura de otros países del flanco oriental, como es el caso de Polonia, que no se olvida de la amenaza rusa al modernizar su flota de aviones de combate.. Por su parte, el líder bielorruso, Alexander Lukashenko, ha reaccionado en su línea habitual, negando cualquier tipo de implicación en el envío de estos artefactos. El mandatario ha llegado a calificar la respuesta de sus vecinos europeos como «mezquina», desestimando por completo la gravedad de los hechos y desvinculando a su gobierno de cualquier responsabilidad.. La brecha en Bruselas: Hungría frena la respuesta común. Sin embargo, donde el incidente ha revelado una fractura más profunda ha sido en el seno de la Unión Europea. Lo que debía ser una declaración conjunta de condena se ha topado durante días con la resistencia del Gobierno de Budapest. La diplomacia húngara, tal y como han publicado en Politico, se ha negado en rotundo a que el texto comunitario describa los hechos como un intento deliberado de desestabilizar a un país miembro, forzando una rebaja sustancial en el tono del comunicado.. En este contexto, la postura de Hungría no es un hecho aislado. Este episodio se enmarca en el ya conocido historial de Viktor Orbán y su tendencia a bloquear o suavizar las posturas comunes de la Unión, especialmente cuando estas afectan a Rusia o a sus aliados más cercanos en la región, como es el caso de Bielorrusia. Sus acciones generan fricciones constantes en la política exterior del club comunitario.. En definitiva, la capacidad de respuesta de Bruselas ante amenazas externas vuelve a quedar condicionada por sus propias divisiones internas. La falta de una voz única y contundente ante las maniobras que llegan desde sus fronteras proyecta una imagen de fragilidad del bloque comunitario, debilitando su posición en un escenario geopolítico cada vez más complejo.
La nueva amenaza híbrida de Bielorrusia contra la UE llega por el aire con unos misteriosos globos, pero la respuesta comunitaria choca una vez más con el muro de la Hungría de Viktor Orbán
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