Aunque en la actualidad la grabación de cualquier sonido es tan simple como sacar del bolsillo nuestro móvil, en un pasado no muy lejano el procedimiento difería sustancialmente. Ese es el punto que la nueva exposición de la Biblioteca Nacional de España, BNE, pretende demostrar a aquellos curiosos que entren en sus dominios por la planta 0.. «Máquinas parlantes. El arte de atrapar el sonido» es el título escogido, en honor al coloquial apodo que le pusieron en sus inicios, a finales del siglo XIX, a los aparatos que eran capaces de capturar los ruidos. Su paseo incluye seis áreas, ordenadas cronológicamente, con las que conocer su trayectoria. Aunque se dedica una vitrina a mostrar sus antecedentes, el groso contenido de la muestra se reparte entre los dos inventos que aparecerían a finales del siglo XIX y se consolidarían a principios del XX: el fonógrafo y gramófono.. Dos aparatos que cambiaron el mundo. El fonógrafo de Thomas Alva Edison, consistía en un artilugio que, con unos cilindros de cera, permitía grabar y reproducir sonidos. En sus años primogénitos tenía un fin científico. No se había pensando para un uso musical, sino para poder capturar dictados e, incluso, obras teatrales. Su distribución no fue ajeno a los intereses comerciales, a través de los cuales se percibió una potente industria monetaria en su venta para poder escuchar música sin la necesidad de consumirla en directo. Su coste, de todos modos, no era al acceso de todos. Áurea Domínguez Moreno, una de las comisarias de la exhibición y Doctora en Musicología, explica que la compra en España de un fonógrafo en 1900 era de 700 pesetas, mientras que el salario de la clase obrera rondaba las 75 mensuales.. A pesar de todos estos avances, la gran revelación llegó con el gramófono, idea de Emile Berliner. La variación con su anterior fue la sustitución del cilindro por un disco, un procedimiento mucho más sencillo de comercializar. Se necesitaba depositar el disco en su interior y colocar una aguja, de un solo uso, para que comenzara la sintonía. Con él, la industria se asentó: su adquisición era codiciada por todos los estratos sociales y se convirtió en un elemento configurador de la idiosincrasia española, recogiendo el folclore popular y teniendo presencia en hogares, cafés y espacios de ocio comunitario.. Una exposición con piezas, aparatos musicales y documentos. La BNE presenta ese trecho de la historia del sonido en su Sala Hipóstila hasta el 8 de febrero. Cuenta con 150 piezas y aparatos musicales con los que admirar diversos modelos de los instrumentos y sus variedades temporales. Mientras que los iniciales gramófonos tenían su bocina en el exterior, imagen normalmente evocada al ser mencionado, a partir de 1910 se empezó a mostrar escondida en su interior. A la vez, se puede ver su evolución para hacerlo más accesible, contando con ejemplos de los gramófonos portátiles que podían ser desplazados de manera sencilla. El recorrido, como no podría ser de otra forma, viene con acompañamiento musical, un popurrí de canciones costumbristas de las décadas de 1920 y 30 que permiten vivir una experiencia interactiva con la que trasladarse a aquellos años y los gustos predilectos de su gente.. Máquinas parlantes dispone en sus paredes otros 150 documentos que ejemplifican el modelo económico de sendas creaciones a principios del siglo pasado, dedicándose anuncios a mujeres o a niños como regalo de Reyes Magos. Este retorno al pasado concluye con los reproductores sucesores: el vinilo, casete, CD y la radio. Antes de la salida, el mural último plantea una duda que resonará en un futuro: «¿Qué queda cuando ya no hay objeto?» Es impredecible atestiguar cómo se podrán guardar los registros sonoros que se emiten a día de hoy, pues el modo de escucharlos no requiere ningún elemento externo por aplicaciones como Spotify. En este punto incide María Jesús López Lorenzo, la otra comisaria y jefa del Servicio de documentos sonoros y audiovisuales de la BNE.. Afortunadamente, por ahora se puede degustar esta colección, la cual ha sido posible gracias a los registros del organismo público, compras que ha efectuado y donaciones recibidas. Su inauguración coincide con el nacimiento hace un siglo del micrófono, aparecido en 1925.. La captación de los sonidos es una narración que se puede extender por muchas más décadas. El propósito de López Lorenzo era abarcar hasta el siglo XXI, más ya hay suficiente contenido por disfrutar. Ella misma lo resuelve: «En otro momento o colección».
La exposición cuenta con modelos de fonógrafos y gramófonos, además de centenares de documentos de la época
Aunque en la actualidad la grabación de cualquier sonido es tan simple como sacar del bolsillo nuestro móvil, en un pasado no muy lejano el procedimiento difería sustancialmente. Ese es el punto que la nueva exposición de la Biblioteca Nacional de España, BNE, pretende demostrar a aquellos curiosos que entren en sus dominios por la planta 0.. «Máquinas parlantes. El arte de atrapar el sonido» es el título escogido, en honor al coloquial apodo que le pusieron en sus inicios, a finales del siglo XIX, a los aparatos que eran capaces de capturar los ruidos. Su paseo incluye seis áreas, ordenadas cronológicamente, con las que conocer su trayectoria. Aunque se dedica una vitrina a mostrar sus antecedentes, el groso contenido de la muestra se reparte entre los dos inventos que aparecerían a finales del siglo XIX y se consolidarían a principios del XX: el fonógrafo y gramófono.. Dos aparatos que cambiaron el mundo. El fonógrafo de Thomas Alva Edison, consistía en un artilugio que, con unos cilindros de cera, permitía grabar y reproducir sonidos. En sus años primogénitos tenía un fin científico. No se había pensando para un uso musical, sino para poder capturar dictados e, incluso, obras teatrales. Su distribución no fue ajeno a los intereses comerciales, a través de los cuales se percibió una potente industria monetaria en su venta para poder escuchar música sin la necesidad de consumirla en directo. Su coste, de todos modos, no era al acceso de todos. Áurea Domínguez Moreno, una de las comisarias de la exhibición y Doctora en Musicología, explica que la compra en España de un fonógrafo en 1900 era de 700 pesetas, mientras que el salario de la clase obrera rondaba las 75 mensuales.. A pesar de todos estos avances, la gran revelación llegó con el gramófono, idea de Emile Berliner. La variación con su anterior fue la sustitución del cilindro por un disco, un procedimiento mucho más sencillo de comercializar. Se necesitaba depositar el disco en su interior y colocar una aguja, de un solo uso, para que comenzara la sintonía. Con él, la industria se asentó: su adquisición era codiciada por todos los estratos sociales y se convirtió en un elemento configurador de la idiosincrasia española, recogiendo el folclore popular y teniendo presencia en hogares, cafés y espacios de ocio comunitario.. Una exposición con piezas, aparatos musicales y documentos. La BNE presenta ese trecho de la historia del sonido en su Sala Hipóstila hasta el 8 de febrero. Cuenta con 150 piezas y aparatos musicales con los que admirar diversos modelos de los instrumentos y sus variedades temporales. Mientras que los iniciales gramófonos tenían su bocina en el exterior, imagen normalmente evocada al ser mencionado, a partir de 1910 se empezó a mostrar escondida en su interior. A la vez, se puede ver su evolución para hacerlo más accesible, contando con ejemplos de los gramófonos portátiles que podían ser desplazados de manera sencilla. El recorrido, como no podría ser de otra forma, viene con acompañamiento musical, un popurrí de canciones costumbristas de las décadas de 1920 y 30 que permiten vivir una experiencia interactiva con la que trasladarse a aquellos años y los gustos predilectos de su gente.. Máquinas parlantes dispone en sus paredes otros 150 documentos que ejemplifican el modelo económico de sendas creaciones a principios del siglo pasado, dedicándose anuncios a mujeres o a niños como regalo de Reyes Magos. Este retorno al pasado concluye con los reproductores sucesores: el vinilo, casete, CD y la radio. Antes de la salida, el mural último plantea una duda que resonará en un futuro: «¿Qué queda cuando ya no hay objeto?» Es impredecible atestiguar cómo se podrán guardar los registros sonoros que se emiten a día de hoy, pues el modo de escucharlos no requiere ningún elemento externo por aplicaciones como Spotify. En este punto incide María Jesús López Lorenzo, la otra comisaria y jefa del Servicio de documentos sonoros y audiovisuales de la BNE.. Afortunadamente, por ahora se puede degustar esta colección, la cual ha sido posible gracias a los registros del organismo público, compras que ha efectuado y donaciones recibidas. Su inauguración coincide con el nacimiento hace un siglo del micrófono, aparecido en 1925.. La captación de los sonidos es una narración que se puede extender por muchas más décadas. El propósito de López Lorenzo era abarcar hasta el siglo XXI, más ya hay suficiente contenido por disfrutar. Ella misma lo resuelve: «En otro momento o colección».
Noticias de cultura en La Razón