Jean Marc Bosman vive hoy de una pensión que le paga el sindicato mundial de futbolistas, FIFPRO, después de haber hecho millonarios a un montón de jugadores. Hace 30 años y sin pretenderlo, Bosman cambió el fútbol para siempre.. Él sólo quería dejar el Lieja para jugar en el Dunquerque francés. Había acabado contrato con el club belga, pero en su país existía el derecho de retención y el Lieja le ofrecía una rebaja salarial o que el Dunquerque pagara el equivalente a unos 12.000 euros por su traspaso. Bosman no aceptó y reclamó ante la justicia. Él esperaba que fuera un juicio laboral rápido, pero tardó cinco años y cambió la historia.. Y la sentencia que liberó al colectivo de futbolistas se convirtió en una condena para él. Fue rechazado por todos los clubes, nadie quería contratarlo y la indemnización que cobró, el equivalente a unos 290.000 euros, no duró mucho. La indemnización rondaba el millón de euros, pero tuvo que pagar un 33 por ciento de impuestos y el 30 por ciento a sus abogados. Tuvo problemas de depresión y de alcoholismo y en 2013 fue condenado a un año de cárcel por violencia doméstica contra su novia y su hija porque no quisieron darle más alcohol para beber.. Bosman y su abogado, Jean Louis Dupont, acabaron con el derecho de retención y extendieron a los futbolistas la libre circulación de trabajadores por la Unión Europea. Su abogado se enriqueció, pero nada de eso le llegó a él. Nunca pudo jugar en el Dunquerque, aunque ese mismo verano del 91 en el que comenzó su lucha firmó por el Saint Quentin francés, ayudado por el sindicato de futbolistas franceses y por FIFRO. Tampoco encontró la solidaridad de los compañeros a los que mejoró la vida. «Esta es una profesión muy egoísta», decía en 2015 en una entrevista con la revista Panenka.. Acabó jugando en la Isla Reunión –«como estaba a 12.000 kilómetros, a los otros se la sudaba», decía en la misma entrevista– y se retiró en Bélgica el mismo verano en que salió la sentencia. Tenía sólo 31 años, pero todas las puertas cerradas. Se quedó en el paro, pero nunca pudo cobrarlo a pesar de que su lucha permitió que los futbolistas lo cobraran.. Los clubes que lo rechazaron se aprovecharon de la libertad de tránsito de futbolistas. Donde sólo podían jugar tres extranjeros por equipo ahora se pierde la cuenta, los representantes multiplicaron sus beneficios y él, que comparaba su juego con el de Scifo, 30 años después de la sentencia vive de una pensión solidaria.
El caso Bosman cumple 30 años. Él sólo quería que le dejaran marcharse del Lieja al Dunquerque francés, pero cambió el mercado futbolístico para siempre
Jean Marc Bosman vive hoy de una pensión que le paga el sindicato mundial de futbolistas, FIFPRO, después de haber hecho millonarios a un montón de jugadores. Hace 30 años y sin pretenderlo, Bosman cambió el fútbol para siempre.. Él sólo quería dejar el Lieja para jugar en el Dunquerque francés. Había acabado contrato con el club belga, pero en su país existía el derecho de retención y el Lieja le ofrecía una rebaja salarial o que el Dunquerque pagara el equivalente a unos 12.000 euros por su traspaso. Bosman no aceptó y reclamó ante la justicia. Él esperaba que fuera un juicio laboral rápido, pero tardó cinco años y cambió la historia.. Y la sentencia que liberó al colectivo de futbolistas se convirtió en una condena para él. Fue rechazado por todos los clubes, nadie quería contratarlo y la indemnización que cobró, el equivalente a unos 290.000 euros, no duró mucho. La indemnización rondaba el millón de euros, pero tuvo que pagar un 33 por ciento de impuestos y el 30 por ciento a sus abogados. Tuvo problemas de depresión y de alcoholismo y en 2013 fue condenado a un año de cárcel por violencia doméstica contra su novia y su hija porque no quisieron darle más alcohol para beber.. Bosman y su abogado, Jean Louis Dupont, acabaron con el derecho de retención y extendieron a los futbolistas la libre circulación de trabajadores por la Unión Europea. Su abogado se enriqueció, pero nada de eso le llegó a él. Nunca pudo jugar en el Dunquerque, aunque ese mismo verano del 91 en el que comenzó su lucha firmó por el Saint Quentin francés, ayudado por el sindicato de futbolistas franceses y por FIFRO. Tampoco encontró la solidaridad de los compañeros a los que mejoró la vida. «Esta es una profesión muy egoísta», decía en 2015 en una entrevista con la revista Panenka.. Acabó jugando en la Isla Reunión –«como estaba a 12.000 kilómetros, a los otros se la sudaba», decía en la misma entrevista– y se retiró en Bélgica el mismo verano en que salió la sentencia. Tenía sólo 31 años, pero todas las puertas cerradas. Se quedó en el paro, pero nunca pudo cobrarlo a pesar de que su lucha permitió que los futbolistas lo cobraran.. Los clubes que lo rechazaron se aprovecharon de la libertad de tránsito de futbolistas. Donde sólo podían jugar tres extranjeros por equipo ahora se pierde la cuenta, los representantes multiplicaron sus beneficios y él, que comparaba su juego con el de Scifo, 30 años después de la sentencia vive de una pensión solidaria.
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