Siempre fue pan comido localizar a Lina Morgan. Solo había que enviar una carta con destino al Teatro La Latina. El teatro que hizo a tantos madrileños soñar con otros mundos que todavía no se podían respirar en la España de la postguerra.. A pocos metros del teatro que ella misma se compró, la propia Lina pudo ver cómo se ponía una placa con su nombre en el piso donde nació en la calle Don Pedro, 4. De esas inscripciones en piedra, bien dura, que cuesta arrancar con el paso de los años que suenan a olvido.. Muchos soñaban encontrarse con Lina siempre que iban al barrio de La Latina. Entre las paradas del mercado de La Cebada y el jardín escondido del Monasterio de La Concepción Franciscana, pared con pared con al camerino de Lina tras el escenario de La Latina. Aunque no tuviera función en cartelera, sabían que la actriz podía aparecer por allí. Su “yo” público siempre estará vinculado al más castizo de los mandriles. Aunque, luego, su intimidad la protegía en un edificio de ladrillo cara-vista como tantos de los que se construyeron en el Madrid que empezaba a prosperar a toda velocidad. Un edificio imponente y, a la vez, discreto, buscando el sosiego detrás de la calle Doctor Esquerdo. Un edificio con balcones que ven sin apenas ser vistos. Muy Lina, cuando era María de los Ángeles López Segovia.. Aquí, en la planta sexta del número doce de la Calle Samaria, se mudó a principios de los setenta. Eran años en los que su trabajo estaba en un proceso de cambio, la revista parecía ya un espectáculo del pasado y Lina iba a ser hábil atreviéndose a fusionar el carisma de la función teatral de tú a tú con la fuerza de la televisión.. Aquí, en este bloque, vivió más de la mitad de su vida. Aquí falleció en la privacidad que tanto protegió. Aquí, este miércoles, el ayuntamiento de Madrid ha inaugurado una nueva placa de homenaje a la artista que puso de acuerdo a España con el superpoder que otorga la risa.. En cierto sentido, el acto fue un poco como aquellas funciones suyas que triunfaron tanto porque eran espabiladas retratando nuestra sociedad desde la comedia popular. Así, por la escalera del portal aparecieron a las doce del mediodía las vecinas vestidas de domingo para honrar a su compañera de descansillo, a las que se sumaron bailarines con mucha pluma danzando ‘Gracias por venir’ y la interpretación de Nacha La Macha cantando a Madrid y a su ídolo. No faltó el empresario teatral que compró el teatro, Cimarro, el biógrafo Jesús García Ors, el secretario personal de la artista… Incluso un representante de Dios en la Tierra: el Padre Ángel. Y, por supuesto, el ayuntamiento con su delegada de cultura Marta Rivera de la Cruz al frente, que puso en valor el talento de Lina y la divulgación de la memoria de aquellas personas que enriquecen la ciudad en el día a día. Qué razón, pues los lugares por sí mismos son inertes: los damos vida las gentes.. Lina se podía haber mudado a un gran chalet a las afueras para escuchar grillos. Sin embargo, se quedó en ese piso rodeada de residentes arriba, abajo, puerta con puerta. Rodeada de las emociones de esas vecinas que frente a la placa querían brindar con champagne por su compañera de comunidad.. Ellas hoy eran tan transparentes como Lina siempre. Sí, se parecían a Lina. Tal vez porque la comedia de Lina se sostenía en la sensibilidad de mirar lo que algunos llaman corriente y, en realidad, son las trascendencias de la vida: las artes de la convivencia.. Lina éramos un poco todos en aquellas historias que interpretaba y que calaron porque eran espejo de lo que queríamos ser y de lo que, al final, nos teníamos que conformar con ser. Hasta hacía que pareciera sencilla la complejidad de parodiar una sociedad plural, que incluso cuando se pintaba como gris era multicolor. Sus canciones reivindicaban esa alegría. Y sus personajes mostraban la España de los ostentosos ricos que se pensaban los más listos cuando eran los más paletos y, a la vez, la España de los que se veían como paletos cuando eran los más astutos. Lina los bordaba, a unos y a otros. Lina alcanzó una fama estratosférica, pero nunca perdió la expresiva perspicacia de la mujer que, incluso cuidando su intimidad, jamás se permitió dejar de compartir patio de vecinos.. Ver esta publicación en Instagram. Una publicación compartida de Bor (@enfalsodirecto)
El Ayuntamiento de Madrid ha inaugurado una placa en el bloque de pisos donde vivió Lina Morgan más de la mitad de su vida.
20MINUTOS.ES – Televisión
Siempre fue pan comido localizar a Lina Morgan. Solo había que enviar una carta con destino al Teatro La Latina. El teatro que hizo a tantos madrileños soñar con otros mundos que todavía no se podían respirar en la España de la postguerra.. A pocos metros del teatro que ella misma se compró, la propia Lina pudo ver cómo se ponía una placa con su nombre en el piso donde nació en la calle Don Pedro, 4. De esas inscripciones en piedra, bien dura, que cuesta arrancar con el paso de los años que suenan a olvido.. Muchos soñaban encontrarse con Lina siempre que iban al barrio de La Latina. Entre las paradas del mercado de La Cebada y el jardín escondido del Monasterio de La Concepción Franciscana, pared con paredcon al camerino de Lina tras el escenario de La Latina. Aunque no tuviera función en cartelera, sabían que la actriz podía aparecer por allí. Su “yo” público siempre estará vinculado al más castizo de los mandriles. Aunque, luego, su intimidad la protegía en un edificio de ladrillo cara-vista como tantos de los que se construyeron en el Madrid que empezaba a prosperar a toda velocidad. Un edificio imponente y, a la vez, discreto, buscando el sosiego detrás de la calle Doctor Esquerdo. Un edificio con balcones que ven sin apenas ser vistos. Muy Lina, cuando era María de los Ángeles López Segovia.. Aquí, en la planta sexta del número doce de la Calle Samaria, se mudó a principios de los setenta. Eran años en los que su trabajo estaba en un proceso de cambio, la revista parecía ya un espectáculo del pasado y Lina iba a ser hábil atreviéndose a fusionar el carisma de la función teatral de tú a tú con la fuerza de la televisión.. Aquí, en este bloque, vivió más de la mitad de su vida. Aquí falleció en la privacidad que tanto protegió. Aquí, este miércoles, el ayuntamiento de Madrid ha inaugurado una nueva placa de homenaje a la artista que puso de acuerdo a España con el superpoder que otorga la risa.. En cierto sentido, el acto fue un poco como aquellas funciones suyas que triunfaron tanto porque eran espabiladas retratando nuestra sociedad desde la comedia popular. Así, por la escalera del portal aparecieron a las doce del mediodía las vecinas vestidas de domingo para honrar a su compañera de descansillo, a las que se sumaron bailarines con mucha pluma danzando ‘Gracias por venir’ y la interpretación de Nacha La Macha cantando a Madrid y a su ídolo.No faltó el empresario teatral que compró el teatro, Cimarro, el biógrafo Jesús García Ors, el secretario personal de la artista… Incluso un representante de Dios en la Tierra: el Padre Ángel. Y, por supuesto, el ayuntamiento con su delegada de cultura Marta Rivera de la Cruz al frente, que puso en valor el talento de Lina y la divulgación de la memoria de aquellas personas que enriquecen la ciudad en el día a día. Qué razón, pues los lugares por sí mismos son inertes: los damos vida las gentes.. Lina se podía haber mudado a un gran chálete a las afueras para escuchar grillos. Sin embargo, se quedó en ese piso rodeada de residentes arriba, abajo, puerta con puerta. Rodeada de las emociones de esas vecinas que frente a la placa querían brindar con champagne por su compañera de comunidad.. Ellas hoy eran tan transparentes como Lina siempre. Sí, se parecían a Lina. Tal vezporque la comedia de Lina se sostenía en la sensibilidad de mirar lo que algunos llaman corriente y, en realidad, son las trascendencias de la vida: las artes de la convivencia.. Las vecinas de Lina Morgan en un momento de la. inauguración de la placa de recuerdo en el portal de su casa en la Calle Samaria 12 de Madrid.Borja Terán. Lina éramos un poco todos en aquellas historias que interpretaba y que calaron porque eran espejo de lo que queríamos ser y de lo que, al final, nos teníamos que conformar con ser. Hasta hacía que pareciera sencilla la complejidad de parodiar una sociedad plural, que incluso cuando se pintaba como gris era multicolor. Sus canciones reivindicaban esa alegría. Y sus personajes mostraban la España de los ostentosos ricos que se pensaban los más listos cuando eran los más paletos y, a la vez, la España de los que se veían como paletos cuando eran los más astutos. Lina los bordaba, a unos y a otros. Lina alcanzó una fama estratosférica, pero nunca perdió la expresiva perspicacia de la mujer que, incluso cuidando su intimidad, jamás se permitió dejar de compartir patio de vecinos.. Ver esta publicación en Instagram