<p>»España es el país en el que menos se paga». La afirmación, pronunciada por el economista Gonzalo Bernardos en <em>laSexta Xplica</em>, choca de frente con el sentir generalizado de buena parte de la ciudadanía. Desmonta de un plumazo esa idea del «infierno fiscal» español, <strong>una creencia popular muy extendida</strong> que, sin embargo, no parece encontrar respaldo cuando se mira de cerca la frialdad de los datos.</p>
<p>De hecho, las cifras oficiales sitúan a nuestro país en una posición fiscal bastante más moderada de lo que se suele proclamar. La presión fiscal española alcanzó el 37,3% del Producto Interior Bruto en 2023. Este porcentaje, aunque superior a la media de la OCDE (33,9%), <strong>se mantiene por debajo del promedio</strong> de la eurozona, que se eleva hasta el 40,6%. La distancia es aún mayor si la comparación se hace con gigantes económicos como Francia, con un 43,8%.</p>
<p>Asimismo, el análisis comparativo en nuestro entorno geográfico inmediato refuerza esta tesis. España figura como <strong>la nación del sur de Europa</strong> con la carga impositiva más baja, con la única y diminuta excepción de Malta. La situación es muy parecida en el contexto de Europa occidental, donde solo Irlanda presenta un sistema fiscal más ligero para sus contribuyentes.</p>
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La clave no está en lo que se paga, sino en lo que se recibe
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<p>En este sentido, el debate sobre el aumento de la recaudación durante el mandato de Pedro Sánchez, que pasó del 35% al 37% del PIB, a menudo omite una parte crucial de la ecuación. Las prestaciones y ayudas sociales <strong>han crecido en mayor proporción</strong> que los propios impuestos. Este desequilibrio entre aportaciones y beneficios es lo que sostiene la contundente valoración del economista.</p>
<p>Por ello, Bernardos defiende que para el 80% de la población, el valor de los servicios públicos que se reciben <strong>supera con creces lo que aportan</strong> a las arcas del Estado. Un ejemplo evidente se encuentra en las generaciones de jóvenes que han podido acceder a una educación pública o concertada de calidad, un pilar fundamental del sistema que ha sido sufragado de manera colectiva a través de los impuestos de todos.</p>
<p>En definitiva, el verdadero nudo del problema no estaría tanto en la cantidad que se tributa, sino en la percepción del valor de lo que se obtiene a cambio. La raíz del descontento, según este análisis, reside en que muchos ciudadanos <strong>no valoran adecuadamente los servicios</strong> que el Estado les proporciona, al asumirlos como algo gratuito en lugar de entenderlos como el fruto de un complejo mecanismo de redistribución social.</p>
Frente al extendido clamor sobre la asfixia tributaria, el economista Gonzalo Bernardos rompe una lanza por el sistema español, al que sitúa muy lejos de ser un «infierno fiscal» y entre los más laxos de Europa
<p>»España es el país en el que menos se paga». La afirmación, pronunciada por el economista Gonzalo Bernardos en <em>laSexta Xplica</em>, choca de frente con el sentir generalizado de buena parte de la ciudadanía. Desmonta de un plumazo esa idea del «infierno fiscal» español, <strong>una creencia popular muy extendida</strong> que, sin embargo, no parece encontrar respaldo cuando se mira de cerca la frialdad de los datos.</p>
<p>De hecho, las cifras oficiales sitúan a nuestro país en una posición fiscal bastante más moderada de lo que se suele proclamar. La presión fiscal española alcanzó el 37,3% del Producto Interior Bruto en 2023. Este porcentaje, aunque superior a la media de la OCDE (33,9%), <strong>se mantiene por debajo del promedio</strong> de la eurozona, que se eleva hasta el 40,6%. La distancia es aún mayor si la comparación se hace con gigantes económicos como Francia, con un 43,8%.</p>
<p>Asimismo, el análisis comparativo en nuestro entorno geográfico inmediato refuerza esta tesis. España figura como <strong>la nación del sur de Europa</strong> con la carga impositiva más baja, con la única y diminuta excepción de Malta. La situación es muy parecida en el contexto de Europa occidental, donde solo Irlanda presenta un sistema fiscal más ligero para sus contribuyentes.</p>
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La clave no está en lo que se paga, sino en lo que se recibe
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<p>En este sentido, el debate sobre el aumento de la recaudación durante el mandato de Pedro Sánchez, que pasó del 35% al 37% del PIB, a menudo omite una parte crucial de la ecuación. Las prestaciones y ayudas sociales <strong>han crecido en mayor proporción</strong> que los propios impuestos. Este desequilibrio entre aportaciones y beneficios es lo que sostiene la contundente valoración del economista.</p>
<p>Por ello, Bernardos defiende que para el 80% de la población, el valor de los servicios públicos que se reciben <strong>supera con creces lo que aportan</strong> a las arcas del Estado. Un ejemplo evidente se encuentra en las generaciones de jóvenes que han podido acceder a una educación pública o concertada de calidad, un pilar fundamental del sistema que ha sido sufragado de manera colectiva a través de los impuestos de todos.</p>
<p>En definitiva, el verdadero nudo del problema no estaría tanto en la cantidad que se tributa, sino en la percepción del valor de lo que se obtiene a cambio. La raíz del descontento, según este análisis, reside en que muchos ciudadanos <strong>no valoran adecuadamente los servicios</strong> que el Estado les proporciona, al asumirlos como algo gratuito en lugar de entenderlos como el fruto de un complejo mecanismo de redistribución social.</p>
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