Sobre un montículo de 395 metros conocido como Monte do Castelo, en el valle de Quiroga, se alzan los restos del castillo de Torrenovaes, también llamado castillo de Os Novais. Esta fortaleza, erigida entre los siglos X y XIII, guarda entre sus ruinas años de historia y una leyenda que ha perdurado en la tradición popular.. Construido en un emplazamiento estratégico junto al río Sil y próximo a la ruta que conectaba Galicia con la meseta, el castillo fue habitado por los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Estos monjes guerreros, que se establecieron en la comarca durante el siglo XII, tenían como misión principal garantizar la paz y proteger a los peregrinos. El conjunto arquitectónico estaba compuesto por dos estructuras diferenciadas: una torre de homenaje, posiblemente levantada sobre una construcción anterior, y el palacio de la Encomienda, de planta trapezoidal. Ambos edificios reflejan la función defensiva y administrativa de la fortaleza.. El edificio, que nunca fue restaurado, conserva aún restos de muros, fosos, defensas, ventanas y puertas, destacando su tonalidad rojiza, fruto de la oxidación de la piedra. La torre, de planta cuadrada y gruesos muros de casi cuatro metros, presenta una puerta con bóveda de medio punto realizada en «pedra cabaleira». Por su parte, el palacio, construido un siglo después, alberga sobre su entrada la cruz de Malta, símbolo distintivo de la orden.. El enclave no solo ofrecía una posición privilegiada para el control del territorio, sino también permitía una amplia visión del valle del Sil y de las Terras de Quiroga, incluyendo el actual meandro del embalse de Sequeiros. La cercanía con el Camino Real y el Camino de Invierno otorgó al castillo una relevancia estratégica y religiosa a lo largo de los siglos.. La eterna condena de un amor prohibido. Pero si algo envuelve al castillo en un halo de misterio es la leyenda que ha sobrevivido al paso del tiempo. Se cuenta que la hija del señor de Torrenovaes, una joven de inigualable belleza, mantenía en secreto un amor prohibido con un campesino del otro lado del Sil.. Sus encuentros tenían lugar en un túnel oculto que unía ambas orillas. Sin embargo, cuando el padre descubrió la relación, ordenó tapiar el pasadizo mientras los jóvenes se encontraban en su interior, condenándolos a una trágica muerte. La tradición asegura que las pepitas de oro del Sil nacen de los cabellos rubios de la joven y que, en las noches de luna llena, todavía se escuchan los suspiros de los amantes atrapados.
Construida por los Caballeros Hospitalarios, esta fortaleza fue escenario de encuentros secretos y de un destino fatal
Sobre un montículo de 395 metros conocido como Monte do Castelo, en el valle de Quiroga, se alzan los restos del castillo de Torrenovaes, también llamado castillo de Os Novais. Esta fortaleza, erigida entre los siglos X y XIII, guarda entre sus ruinas años de historia y una leyenda que ha perdurado en la tradición popular.. Construido en un emplazamiento estratégico junto al río Sil y próximo a la ruta que conectaba Galicia con la meseta, el castillo fue habitado por los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Estos monjes guerreros, que se establecieron en la comarca durante el siglo XII, tenían como misión principal garantizar la paz y proteger a los peregrinos. El conjunto arquitectónico estaba compuesto por dos estructuras diferenciadas:una torre de homenaje, posiblemente levantada sobre una construcción anterior, y el palacio de la Encomienda, de planta trapezoidal. Ambos edificios reflejan la función defensiva y administrativa de la fortaleza.. El edificio, que nunca fue restaurado, conserva aún restos de muros, fosos, defensas, ventanas y puertas, destacando su tonalidad rojiza, fruto de la oxidación de la piedra. La torre, de planta cuadrada y gruesos muros de casi cuatro metros, presenta una puerta con bóveda de medio punto realizada en «pedra cabaleira». Por su parte, el palacio, construido un siglo después, alberga sobre su entrada la cruz de Malta, símbolo distintivo de la orden.. El enclave no solo ofrecía una posición privilegiada para el control del territorio, sino también permitía una amplia visión del valle del Sil y de las Terras de Quiroga, incluyendo el actual meandro del embalse de Sequeiros. La cercanía con el Camino Real y el Camino de Invierno otorgó al castillo una relevancia estratégica y religiosa a lo largo de los siglos.. Pero si algo envuelve al castillo en un halo de misterio es la leyenda que ha sobrevivido al paso del tiempo. Se cuenta que la hija del señor de Torrenovaes, una joven de inigualable belleza, mantenía en secreto un amor prohibido con un campesino del otro lado del Sil.. Sus encuentros tenían lugar en un túnel oculto que unía ambas orillas. Sin embargo, cuando el padre descubrió la relación, ordenó tapiar el pasadizo mientras los jóvenes se encontraban en su interior, condenándolos a una trágica muerte. La tradición asegura que las pepitas de oro del Sil nacen de los cabellos rubios de la joven y que, en las noches de luna llena, todavía se escuchan los suspiros de los amantes atrapados.
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