Aunque las setas están presentes todo el año, con la llegada de los primeros fríos de diciembre, muchas especies desaparecen de los campos y bosques de Galicia. Sin embargo, una seta en particular, el Coprinus comatus, tiene una historia que va más allá de su valor gastronómico. Conocida también como barbuda, apagacandelas, apagavelas, seta de tinta o sombrerillo, esta delicada seta, relativamente abundante en Galicia, pudo cambiar el curso de la Segunda Guerra Mundial o, al menos, tener una importante influencia en el conflicto bélico en sus inicios, a favor de los nazis.. El Coprinus comatus, también llamado chipirón de monte, es una de las setas comestibles más fáciles de distinguir. Se encuentra habitualmente en praderas baldías, campos y márgenes de caminos. Su sombrero es de color blanco con escamas marronáceas y su pie es largo y delgado, pudiéndose separar con enorme facilidad del sombrero. El nombre del género Coprinus significa literalmente «vivir del estiércol» –del griego kopo, estiércol–, una denominación que le viene como anillo al dedo, ya que vive de la materia orgánica rica en nitrógeno.. Esta seta no es tóxica para los humanos, a menos que se consuma con alcohol. Al igual que otros hongos del mismo género, produce una sustancia conocida como coprina –un derivado del aminoácido glutamina– que inhibe la enzima hepática encargada de metabolizar el alcohol. Este efecto bioquímico conlleva un aumento de la concentración plasmática de acetaldehídos, los responsables del «efecto resaca», así como la aparición de palpitaciones, rash cutáneo, náuseas y vómitos.. Pero más allá de su valor culinario, el Coprinus comatus tiene una característica única: sus láminas al pudrirse se disuelven hasta convertirse en una especie de tinta negra. Esta singularidad ya era conocida por los monjes de la Edad Media, quienes recolectaban barbudas y las almacenaban para que pudriesen hasta convertirse en una sopa de esporas que después se filtraba para usar como tinta en los escritos de la época. En muchas miniaturas medievales se muestra la importancia de esta tinta, representando al diablo tratando de robar este preciado trofeo.. Años después, fue Adolf Hitler quien puso el ojo en esta singularidad. En pleno desarrollo de la tecnología bélica, los sistemas antiespionaje y la máquina de cifrado de mensajes Enigma, esta seta, o mejor dicho su tinta, se convirtió en el mejor sistema de seguridad interno del bando nazi. Hitler firmaba todos sus documentos oficiales con esta tinta, igual que su círculo de altos mandos más cercano. De ese modo, al recibir un papel, se observaba con microscopio para verificar su autenticidad: si tenía esporas (las semillas de la seta que se aprecian muy bien con estos aparatos) era válido. Y si no, era una falsificación de algún espía aliado para intentar engañar a Hitler.. Durante la Segunda Guerra Mundial, la línea que separaba la vida de la muerte era muy delgada. Disponer de un documento o pasaporte que permitiera el libre movimiento por la Alemania nazi o la Francia ocupada era un lujo que no estaba al alcance de cualquiera y que evitaba la deportación a los campos de concentración. Uno de los más famosos y heroicos falsificadores fue Adolfo Kaminsky, un miembro de la resistencia francesa que con su trabajo de orfebre consiguió salvar cientos de vidas humanas.. Además, el Coprinus comatus guarda otro secreto entre sus láminas tintadas más allá de Hitler y del nazismo. De los extractos de esta seta se obtienen ciertos compuestos químicos con actividad hipoglucémica, inmunomoduladora, hipolipemiante, antitumoral y antibacteriana. Una verdadera botica concentrada en apenas unos centímetros de seta.. Así que esta pequeña seta, muy peculiar por su forma, fácilmente identificable, exquisita en la cocina y abundante en Galicia, donde crece sobre todo en prados y cunetas con mucha materia orgánica e incluso estiércol, jugó un papel clave en nuestra historia contemporánea.
Descubre cómo esta humilde seta gallega se convirtió en una herramienta de espionaje para los nazis y en un símbolo de resistencia durante uno de los conflictos más devastadores de la historia
Aunque las setas están presentes todo el año, con la llegada de los primeros fríos de diciembre, muchas especies desaparecen de los campos y bosques de Galicia. Sin embargo, una seta en particular, el Coprinus comatus, tiene una historia que va más allá de su valor gastronómico. Conocida también como barbuda, apagacandelas, apagavelas, seta de tinta o sombrerillo, esta delicada seta, relativamente abundante en Galicia, pudo cambiar el curso de la Segunda Guerra Mundial o, al menos, tener una importante influencia en el conflicto bélico en sus inicios, a favor de los nazis.. El Coprinus comatus, también llamado chipirón de monte, es una de las setas comestibles más fáciles de distinguir. Se encuentra habitualmente en praderas baldías, campos y márgenes de caminos. Su sombrero es de color blanco con escamas marronáceas y su pie es largo y delgado, pudiéndose separar con enorme facilidad del sombrero. El nombre del género Coprinus significa literalmente «vivir del estiércol» –del griego kopo, estiércol–, una denominación que le viene como anillo al dedo, ya que vive de la materia orgánica rica en nitrógeno.. Esta seta no es tóxica para los humanos, a menos que se consuma con alcohol. Al igual que otros hongos del mismo género, produce una sustancia conocida como coprina –un derivado del aminoácido glutamina– que inhibe la enzima hepática encargada de metabolizar el alcohol. Este efecto bioquímico conlleva un aumento de la concentración plasmática de acetaldehídos, los responsables del «efecto resaca», así como la aparición de palpitaciones, rash cutáneo, náuseas y vómitos.. Pero más allá de su valor culinario, el Coprinus comatus tiene una característica única: sus láminas al pudrirse se disuelven hasta convertirse en una especie de tinta negra. Esta singularidad ya era conocida por los monjes de la Edad Media, quienes recolectaban barbudas y las almacenaban para que pudriesen hasta convertirse en una sopa de esporas que después se filtraba para usar como tinta en los escritos de la época. En muchas miniaturas medievales se muestra la importancia de esta tinta, representando al diablo tratando de robar este preciado trofeo.. Años después, fue Adolf Hitler quien puso el ojo en esta singularidad. En pleno desarrollo de la tecnología bélica, los sistemas antiespionaje y la máquina de cifrado de mensajes Enigma, esta seta, o mejor dicho su tinta, se convirtió en el mejor sistema de seguridad interno del bando nazi. Hitler firmaba todos sus documentos oficiales con esta tinta, igual que su círculo de altos mandos más cercano. De ese modo, al recibir un papel, se observaba con microscopio para verificar su autenticidad: si tenía esporas (las semillas de la seta que se aprecian muy bien con estos aparatos) era válido. Y si no, era una falsificación de algún espía aliado para intentar engañar a Hitler.. Durante la Segunda Guerra Mundial, la línea que separaba la vida de la muerte era muy delgada. Disponer de un documento o pasaporte que permitiera el libre movimiento por la Alemania nazi o la Francia ocupada era un lujo que no estaba al alcance de cualquiera y que evitaba la deportación a los campos de concentración. Uno de los más famosos y heroicos falsificadores fue Adolfo Kaminsky, un miembro de la resistencia francesa que con su trabajo de orfebre consiguió salvar cientos de vidas humanas.. Además, el Coprinus comatus guarda otro secreto entre sus láminas tintadas más allá de Hitler y del nazismo. De los extractos de esta seta se obtienen ciertos compuestos químicos con actividad hipoglucémica, inmunomoduladora, hipolipemiante, antitumoral y antibacteriana. Una verdadera botica concentrada en apenas unos centímetros de seta.. Así que esta pequeña seta, muy peculiar por su forma, fácilmente identificable, exquisita en la cocina y abundante en Galicia, donde crece sobre todo en prados y cunetas con mucha materia orgánica e incluso estiércol, jugó un papel clave en nuestra historia contemporánea.
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