Tiene España un ministerio encargado de la Transición Ecológica para que sigamos consumiendo, gastando y ensuciando pero con la conciencia tranquila. Suponemos que esta Transición será la buena, la definitiva, que nos saldrá bien vamos; no como la otra, la democrática, que nos contó en los noventa Victoria Prego y que todo el mundo dice que es una birria. Y en eso de poder decirlo sin que te den con la porra en la boca, seas quien seas, se demuestra lo equivocados que están y que funcionó perfectamente. Decía lo del ministerio, porque tiene como principal cometido la descarbonización de la economía y la promoción de las energías renovables, aunque para ello se arranquen 100.000 olivos en Lopera y se coloquen en lugar de árboles placas solares. «Bien, cojones, bien». Así, que entonces sólo tendremos en la víspera de los Reyes Magos el carbón que le traigan Sus Majestades a los papafritas que se portaron mal el año pasado. En Andalucía los niños fueron estupendos y no hay problemas, pero a los adultos les espera carbón del bueno por malévolos. Tendrán su sorpresa en la mañana del 6 de enero. No será así para Juan Espadas, al que ya le han encargado por lo menos cincuenta kilos de carbón. Estaba Juanito «El Golosina», amigo de las folklóricas, y ahora tenemos a Juan «El palomitas», al que ya le han hecho la cama antes de ponerse el pijama en la calle Ferraz y le sacan del PSOE-A. Partido al que achicharró perdiendo todo lo que se puede perder. Dicen que no van a esperar ni a que se recoja la cabalgata para colocar a un nuevo secretario general nacido del dedazo de Pedro Sánchez, que de un plumazo se carga la democracia interna. Con la que montó cuando le dieron matarile aquella tarde contra Susana Díaz. Pues ahora, de militancia nada, manda Madrid y punto. Espadas en su silencio no es que se haga el muerto, es que se encuentra ya carbonizado, esperando su eliminación, porque el carbón ya saben que es cosa del pasado, mancha mucho, huele mal y nadie lo quiere.
«Estaba Juanito «El Golosina», amigo de las folklóricas, y ahora tenemos a Juan «El palomitas», al que ya le han hecho la cama antes de ponerse el pijama en la calle Ferraz»
Tiene España un ministerio encargado de la Transición Ecológica para que sigamos consumiendo, gastando y ensuciando pero con la conciencia tranquila. Suponemos que esta Transición será la buena, la definitiva, que nos saldrá bien vamos; no como la otra, la democrática, que nos contó en los noventa Victoria Prego y que todo el mundo dice que es una birria. Y en eso de poder decirlo sin que te den con la porra en la boca, seas quien seas, se demuestra lo equivocados que están y que funcionó perfectamente. Decía lo del ministerio, porque tiene como principal cometido la descarbonización de la economía y la promoción de las energías renovables, aunque para ello se arranquen 100.000 olivos en Lopera y se coloquen en lugar de árboles placas solares. «Bien, cojones, bien». Así, que entonces sólo tendremos en la víspera de los Reyes Magos el carbón que le traigan Sus Majestades a los papafritas que se portaron mal el año pasado. En Andalucía los niños fueron estupendos y no hay problemas, pero a los adultos les espera carbón del bueno por malévolos. Tendrán su sorpresa en la mañana del 6 de enero. No será así para Juan Espadas, al que ya le han encargado por lo menos cincuenta kilos de carbón. Estaba Juanito «El Golosina», amigo de las folklóricas, y ahora tenemos a Juan «El palomitas», al que ya le han hecho la cama antes de ponerse el pijama en la calle Ferraz y le sacan del PSOE-A. Partido al que achicharró perdiendo todo lo que se puede perder. Dicen que no van a esperar ni a que se recoja la cabalgata para colocar a un nuevo secretario general nacido del dedazo de Pedro Sánchez, que de un plumazo se carga la democracia interna. Con la que montó cuando le dieron matarile aquella tarde contra Susana Díaz. Pues ahora, de militancia nada, manda Madrid y punto. Espadas en su silencio no es que se haga el muerto, es que se encuentra ya carbonizado, esperando su eliminación, porque el carbón ya saben que es cosa del pasado, mancha mucho, huele mal y nadie lo quiere.
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