Iba a empezar diciendo que el diccionario es el libro más interesante y divertido que uno puede leer, pero me contentaré con asegurar que está lleno de sorpresas y saberes curiosos. Con la ventaja de que no es obligada la continuidad, ni se precisa seguir un orden para su lectura; mejor abrirlo al azar, picotear en una página igual que hacen los pájaros cuando se alimentan y proseguir luego, hacia atrás o hacia adelante, fisgando aquí y allá según los gustos de cada cual.. Descubrimos así que en él puede uno andarse por las ramas, o dormir como un tronco, o echar raíces en un sitio aun teniéndolas por nacimiento en otro, o ser de buena o pura cepa, o echar leña al fuego de una conversación (hay asimismo quien la hace del árbol caído), o ser un ciruelo, o estar en la higuera, o caerse del guindo, o pedirle peras al olmo, o dormirse en los laureles… ¡Verdades todas como la copa de un pino!. También, que tenga uno pájaros en la cabeza, o mate dos de un solo tiro, o cargue con el mochuelo, o maree la perdiz, o ande como gallina en corral ajeno (acostarse con las gallinas es igualmente posible), o pague el pato, o se contente con el chocolate del loro, o sea un mirlo blanco, que ya es raro… Por hablar solo de árboles y aves.. Y como los señores académicos han tenido a bien salir este año por los caminos a ver qué palabras nuevas emplea la gente (o lo que es lo mismo, para ver qué cosas nuevas circulan por el mundo, porque sin aquellas para nombrarlas no existirían estas, al no poder nosotros distinguirlas), descubriremos también que se han encontrado con un montón, que, limpias y fijadas cada una en su lugar, le dan aún más esplendor al diccionario. Se presentaron en sociedad el pasado martes, y son en total 4074 las novedades que se han incorporado, entre nuevos términos, acepciones, enmiendas y supresiones. Todas se encuentran ya disponibles en la página web dle.rae.es, porque ahora ya el diccionario no se hojea en páginas de papel sino en resplandores de pantalla, y las hay de todos los ámbitos y materias: la ciencia y la tecnología, como dana o teletrabajar; la gastronomía, como barista, infusionar o wasabi; la música, como blusero o rapear… Abundan, naturalmente, las que han sido tomadas de otras lenguas (extranjerismos, como espóiler, fitness o full contact), las formas compuestas (centro de salud, unidad móvil, voto de castigo, zona cero, zona de confort) y se ha colado asimismo alguna acepción coloquial, como chorreo, con el significado de reprimenda.. Aumenta de esta manera el tesoro de la lengua castellana (así tituló Sebastián de Covarrubias, en 1611, su diccionario, el primero del español), nuestra mayor riqueza, según se ha encargado de recalcar recientemente Javier Cercas, compartida por seiscientos millones de hablantes en todo el mundo.
Con la ventaja de que no es obligada la continuidad, ni se precisa seguir un orden para su lectura
Iba a empezar diciendo que el diccionario es el libro más interesante y divertido que uno puede leer, pero me contentaré con asegurar que está lleno de sorpresas y saberes curiosos. Con la ventaja de que no es obligada la continuidad, ni se precisa seguir un orden para su lectura; mejor abrirlo al azar, picotear en una página igual que hacen los pájaros cuando se alimentan y proseguir luego, hacia atrás o hacia adelante, fisgando aquí y allá según los gustos de cada cual.. Descubrimos así que en él puede uno andarse por las ramas, o dormir como un tronco, o echar raíces en un sitio aun teniéndolas por nacimiento en otro, o ser de buena o pura cepa, o echar leña al fuego de una conversación (hay asimismo quien la hace del árbol caído), o ser un ciruelo, o estar en la higuera, o caerse del guindo, o pedirle peras al olmo, o dormirse en los laureles… ¡Verdades todas como la copa de un pino!. También, que tenga uno pájaros en la cabeza, o mate dos de un solo tiro, o cargue con el mochuelo, o maree la perdiz, o ande como gallina en corral ajeno (acostarse con las gallinas es igualmente posible), o pague el pato, o se contente con el chocolate del loro, o sea un mirlo blanco, que ya es raro… Por hablar solo de árboles y aves.. Y como los señores académicos han tenido a bien salir este año por los caminos a ver qué palabras nuevas emplea la gente (o lo que es lo mismo, para ver qué cosas nuevas circulan por el mundo, porque sin aquellas para nombrarlas no existirían estas, al no poder nosotros distinguirlas), descubriremos también que se han encontrado con un montón, que, limpias y fijadas cada una en su lugar, le dan aún más esplendor al diccionario. Se presentaron en sociedad el pasado martes, y son en total 4074 las novedades que se han incorporado, entre nuevos términos, acepciones, enmiendas y supresiones. Todas se encuentran ya disponibles en la página web dle.rae.es, porque ahora ya el diccionario no se hojea en páginas de papel sino en resplandores de pantalla, y las hay de todos los ámbitos y materias: la ciencia y la tecnología, como dana o teletrabajar; la gastronomía, como barista, infusionar o wasabi; la música, como blusero o rapear… Abundan, naturalmente, las que han sido tomadas de otras lenguas (extranjerismos, como espóiler, fitness o full contact), las formas compuestas (centro de salud, unidad móvil, voto de castigo, zona cero, zona de confort) y se ha colado asimismo alguna acepción coloquial, como chorreo, con el significado de reprimenda.. Aumenta de esta manera el tesoro de la lengua castellana (así tituló Sebastián de Covarrubias, en 1611, su diccionario, el primero del español), nuestra mayor riqueza, según se ha encargado de recalcar recientemente Javier Cercas, compartida por seiscientos millones de hablantes en todo el mundo.
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