El Festival de Otoño ya encara su segundo fin de semana y por el camino quedaron montajes como «Las cosas que perdimos en el fuego», donde Leonel Schmidt adaptaba y dirigía el texto de la «rock star» –como la define el brasileño-uruguayo– Mariana Enríquez, de donde tomó seis relatos para subirlos a las tablas del Canal tras su paso por el FIT de Cádiz; y también del Cono Sur, de Chile (en colaboración con España), vino el folclore experimental de Emilia Lazo y Pablo Cáceres, «De púrpura y melancolía», en la que fusionaron (en la grande del Canal) la música hispanoamericana con tintes flamencos.. Han sido estos los dos montajes introductorios de una representación que tiene continuidad mañana con uno de los nombres más potentes de Argentina: Lola Arias, reconocida hace un año con el Premio Ibsen. Y fue precisamente el impulso económico de dicho galardón el que le allanó el camino de «Los días afuera» (13-16 de noviembre, en Condeduque): «Me lo comunicaron cuando solo tenía el 30% de la financiación de la que ha sido la obra más difícil de mi vida. Milei acababa de ser elegido y sabía que no podía contar con el teatro estatal. Igual que intervino el Instituto del Cine. Pero no es solo la cultura, lo que se ha hecho con la salud y la educación es lo más violento. Un gobierno que decía estar destruyendo la casta lo único que ha hecho ha sido destruir a los vulnerables».. Ganas de un desafío. Aun así, la «performer» salió a buscar un dinero que logró a través de 22 instituciones internacionales y que han permitido que la continuación de «Reas», la cinta documental que presentó en el Festival de Cine de Berlín –donde reside–, sea hoy posible. Madrid se convierte en la 25.ª ciudad en acoger las vidas de esas mujeres cis y personas trans una vez cumplida su condena. Una historia que pasa de la gran pantalla al escenario. ¿Por qué? «Me lo pidieron “elles”. Tenían ganas y fue un desafío».. De este modo, la pieza acerca al espectador a la vida de, entre otros, Nacho Rodríguez, quien asegura que una vez que sales del presidio la cuenta atrás se convierte en un nuevo desafío: «Cuento los días que llevo fuera», confiesa. «Para alguien que vivió tantos años encerrado es un reto reconstruir su vida», apunta Arias: «Cada día fuera es un día ganado para construir ese futuro. La obra es una manera de expandir esos días afuera».. Es solo un ejemplo de las historias que se entrelazan en una función en la que Estefanía Hardcastle afirma que, «al final, se estaba mejor dentro» porque –continúa la directora– «ya no pueden adaptarse a una realidad que los expulsa». Por ello ha sido tan importante el equipo del montaje, compuesto por mucho más que actores, técnicos y productores: «Hemos sumado un equipo de treinta personas entre abogados, trabajadores sociales y militantes para ser contratados por un teatro y poder viajar por el mundo. No es solo un taller. Hay un cambio muy radical. Esto no es el cuento de Cenicienta, que un día te levantas y estás vestida de princesa en un castillo, hay que hacer un trabajo para entender esta realidad», defiende Arias.. «La sudaca y el moro». También de Argentina llega Marina Otero con su «Ayoub» (14 y 15 de noviembre, en Réplika). Igual que Arias, esta artista –afincada en Madrid desde hace varias temporadas–, sufre los estragos de Javier Milei desde la distancia: «Me acaban de censurar en un taller virtual para visualizar cómo crear después de lo ocurrido en Gaza. De la situación de Palestina casi no se puede hablar allí. Todo se está cayendo a pedazos y no se reacciona por el odio al kirchnerismo. Comer está carísimo y muy pocos artistas pueden vivir del teatro», denuncia.. Y de vuelta a «Ayoub», la artista define la obra como «la de la sudaca y el moro», ríe de esta «historia de amor con un joven marroquí», continúa: «Voy a su país a empezar un proyecto que partía de la idea colonial de una mujer que va a buscar a un hombre para casarse». Otero fue con esa idea, «pero lo conozco y nos enamoramos de verdad». Luego, ese proyecto vital «se fue al garete y es cuando empieza este montaje», explica de una pieza que ha contado con la supervisión de María Velasco. El amor fue imposible por la «desigualdad»: «Quería que viniera a vivir conmigo y eso hubiera supuesto su destrucción; hubiera perdido su vida, familia, amigos, cultura…».. Ya la semana que viene llegará el turno de Chile con «Historia de amor» (19 y 20, en Canal), de Zagal. Una pieza sobre la que «Los Angeles Times» dijo que si Alfred Hitchcock convirtiera un cómic en una obra de teatro sería como esta «ingeniosa adaptación» de la novela de Jauffret.. Y los días 21 (en el Bosque, Móstoles) y 23 (en Canal) será el momento de la danza performática de Tamara Cubas en «Ofrenda para un monstruo», en la que volverá a abrazar a un grupo de jóvenes para conocer sus inquietudes: «Más que una obra es un proyecto personal. Mi pregunta a esta generación es qué quiere mover y qué busca revolucionar. Como adultos podemos decir que están perdidos, pero no todas las revoluciones tienen la misma intensidad». Ella, para entenderlos, ha pisado ciudades de todo el mundo: «Todo esto me permite hacer una cartografía de una generación tiene mucho que ver con los temas de género. Su revolución está en el cuerpo, algo que en mi tiempo, que tengo 52, no estaba en el centro».
Lola Arias, Marina Otero y Tamara Cubas lideran las creaciones que llegan a Madrid desde Argentina, Uruguay y Chile
El Festival de Otoño ya encara su segundo fin de semana y por el camino quedaron montajes como «Las cosas que perdimos en el fuego», donde Leonel Schmidt adaptaba y dirigía el texto de la «rock star» –como la define el brasileño-uruguayo– Mariana Enríquez, de donde tomó seis relatos para subirlos a las tablas del Canal tras su paso por el FIT de Cádiz; y también del Cono Sur, de Chile (en colaboración con España), vino el folclore experimental de Emilia Lazo y Pablo Cáceres, «De púrpura y melancolía», en la que fusionaron (en la grande del Canal) la música hispanoamericana con tintes flamencos.. Han sido estos los dos montajes introductorios de una representación que tiene continuidad mañana con uno de los nombres más potentes de Argentina: Lola Arias, reconocida hace un año con el Premio Ibsen. Y fue precisamente el impulso económico de dicho galardón el que le allanó el camino de «Los días afuera» (13-16 de noviembre, en Condeduque): «Me lo comunicaron cuando solo tenía el 30% de la financiación de la que ha sido la obra más difícil de mi vida. Milei acababa de ser elegido y sabía que no podía contar con el teatro estatal. Igual que intervino el Instituto del Cine. Pero no es solo la cultura, lo que se ha hecho con la salud y la educación es lo más violento. Un gobierno que decía estar destruyendo la casta lo único que ha hecho ha sido destruir a los vulnerables».. Ganas de un desafío. Aun así, la «performer» salió a buscar un dinero que logró a través de 22 instituciones internacionales y que han permitido que la continuación de «Reas», la cinta documental que presentó en el Festival de Cine de Berlín –donde reside–, sea hoy posible. Madrid se convierte en la 25.ª ciudad en acoger las vidas de esas mujeres cis y personas trans una vez cumplida su condena. Una historia que pasa de la gran pantalla al escenario. ¿Por qué? «Me lo pidieron “elles”. Tenían ganas y fue un desafío».. De este modo, la pieza acerca al espectador a la vida de, entre otros, Nacho Rodríguez, quien asegura que una vez que sales del presidio la cuenta atrás se convierte en un nuevo desafío: «Cuento los días que llevo fuera», confiesa. «Para alguien que vivió tantos años encerrado es un reto reconstruir su vida», apunta Arias: «Cada día fuera es un día ganado para construir ese futuro. La obra es una manera de expandir esos días afuera».. Es solo un ejemplo de las historias que se entrelazan en una función en la que Estefanía Hardcastle afirma que, «al final, se estaba mejor dentro» porque –continúa la directora– «ya no pueden adaptarse a una realidad que los expulsa». Por ello ha sido tan importante el equipo del montaje, compuesto por mucho más que actores, técnicos y productores: «Hemos sumado un equipo de treinta personas entre abogados, trabajadores sociales y militantes para ser contratados por un teatro y poder viajar por el mundo. No es solo un taller. Hay un cambio muy radical. Esto no es el cuento de Cenicienta, que un día te levantas y estás vestida de princesa en un castillo, hay que hacer un trabajo para entender esta realidad», defiende Arias.. «La sudaca y el moro». También de Argentina llega Marina Otero con su «Ayoub» (14 y 15 de noviembre, en Réplika). Igual que Arias, esta artista –afincada en Madrid desde hace varias temporadas–, sufre los estragos de Javier Milei desde la distancia: «Me acaban de censurar en un taller virtual para visualizar cómo crear después de lo ocurrido en Gaza. De la situación de Palestina casi no se puede hablar allí. Todo se está cayendo a pedazos y no se reacciona por el odio al kirchnerismo. Comer está carísimo y muy pocos artistas pueden vivir del teatro», denuncia.. Y de vuelta a «Ayoub», la artista define la obra como «la de la sudaca y el moro», ríe de esta «historia de amor con un joven marroquí», continúa: «Voy a su país a empezar un proyecto que partía de la idea colonial de una mujer que va a buscar a un hombre para casarse». Otero fue con esa idea, «pero lo conozco y nos enamoramos de verdad». Luego, ese proyecto vital «se fue al garete y es cuando empieza este montaje», explica de una pieza que ha contado con la supervisión de María Velasco. El amor fue imposible por la «desigualdad»: «Quería que viniera a vivir conmigo y eso hubiera supuesto su destrucción; hubiera perdido su vida, familia, amigos, cultura…».. Ya la semana que viene llegará el turno de Chile con «Historia de amor» (19 y 20, en Canal), de Zagal. Una pieza sobre la que «Los Angeles Times» dijo que si Alfred Hitchcock convirtiera un cómic en una obra de teatro sería como esta «ingeniosa adaptación» de la novela de Jauffret.. Y los días 21 (en el Bosque, Móstoles) y 23 (en Canal) será el momento de la danza performática de Tamara Cubas en «Ofrenda para un monstruo», en la que volverá a abrazar a un grupo de jóvenes para conocer sus inquietudes: «Más que una obra es un proyecto personal. Mi pregunta a esta generación es qué quiere mover y qué busca revolucionar. Como adultos podemos decir que están perdidos, pero no todas las revoluciones tienen la misma intensidad». Ella, para entenderlos, ha pisado ciudades de todo el mundo: «Todo esto me permite hacer una cartografía de una generación tiene mucho que ver con los temas de género. Su revolución está en el cuerpo, algo que en mi tiempo, que tengo 52, no estaba en el centro».
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