Hay una Barcelona que no existe, de la que solamente podemos especular por los restos que se conservan. A veces ni eso, aunque existe documentación para que nos hagamos una idea de monumentos, edificios u obras públicas que ya no están entre nosotros. Eso es lo que ocurre con el que fue acueducto de la ciudad, una de las huellas que dejaron los romanos cuando Barcelona era conocida como Barcino.. Para saber un poco tenemos que ir a la plaza de la catedral de la capital catalana. Una de las calles que desemboca se llama Arcos en recuerdo precisamente a la construcción de la que casi no tenemos nada. Esa es la principal pista que puede tener el que quiera conocer el acueducto, con la presencia de alguna arcada que es una reconstrucción realizada en el siglo pasado tras localizarse los cimientos.. Todo parece indicar que el acueducto fue construido en el siglo I antes de Cristo, en la época en la que la colonia romana pasaba a denominarse Barcino. Su función era la de poder abastecer agua a toda la población, pero no se sabe con total certeza cuándo dejó de funcionar. Gracias al río Besòs, las termas, las fuentes y los jardines de la ciudad no pasaron sed.. Lo más probable es que con la edificación de la muralla, ya en el siglo IV, el acueducto ya no fuera tenido en cuenta, aunque se cree que estuvo brindando su servicio a la vieja Barcelona hasta los siglos IX y X. Precisamente el trazado del llamado Rec Comtal, en el siglo X, venía a coincidir con el de la obra que nos ocupa.. Otra pista sobre el acueducto reapareció en 1988 cuando se echó abajo un edificio localizado en la calle Duran i Bas que permitió la recuperación de una veintena de metros y cuatro arcos de aquel ejemplo de lo que fue la ingeniería romana. De hecho, son los únicos restos de ese periodo que se conservan actualmente de la obra. Hay algo más: en la Casa de l’Ardiaca se encontró una de las cisternas mientras que en la calle Coronel Monasterio aparecieron huellas de la canalización del acueducto.
La ciudad aún guarda vestigios de su pasado romano
Hay una Barcelona que no existe, de la que solamente podemos especular por los restos que se conservan. A veces ni eso, aunque existe documentación para que nos hagamos una idea de monumentos, edificios u obras públicas que ya no están entre nosotros. Eso es lo que ocurre con el que fue acueducto de la ciudad, una de las huellas que dejaron los romanos cuando Barcelona era conocida como Barcino.. Para saber un poco tenemos que ir a la plaza de la catedral de la capital catalana. Una de las calles que desemboca se llama Arcos en recuerdo precisamente a la construcción de la que casi no tenemos nada. Esa es la principal pista que puede tener el que quiera conocer el acueducto, con la presencia de alguna arcada que es una reconstrucción realizada en el siglo pasado tras localizarse los cimientos.. Todo parece indicar que el acueducto fue construido en el siglo I antes de Cristo, en la época en la que la colonia romana pasaba a denominarse Barcino. Su función era la de poder abastecer agua a toda la población, pero no se sabe con total certeza cuándo dejó de funcionar. Gracias al río Besòs, las termas, las fuentes y los jardines de la ciudad no pasaron sed.. Lo más probable es que con la edificación de la muralla, ya en el siglo IV, el acueducto ya no fuera tenido en cuenta, aunque se cree que estuvo brindando su servicio a la vieja Barcelona hasta los siglos IX y X. Precisamente el trazado del llamado Rec Comtal, en el siglo X, venía a coincidir con el de la obra que nos ocupa.. Otra pista sobre el acueducto reapareció en 1988 cuando se echó abajo un edificio localizado en la calle Duran i Bas que permitió la recuperación de una veintena de metros y cuatro arcos de aquel ejemplo de lo que fue la ingeniería romana. De hecho, son los únicos restos de ese periodo que se conservan actualmente de la obra. Hay algo más: en la Casa de l’Ardiaca se encontró una de las cisternas mientras que en la calle Coronel Monasterio aparecieron huellas de la canalización del acueducto.
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