«Gliff», de Ali Smith: un terrible cuento de hadas sobre los totalitarismos del siglo XXI. 9/10. Por Ángeles López. «Gliff», de Ali Smith, se inscribe en la tradición de las distopías literarias, pero desde una perspectiva lírica y fragmentaria. A diferencia de Orwell, Huxley o Bradbury, aquí el sistema totalitario que oprime a los protagonistas, Bri y Rose, aparece insinuado más que descrito. Esa imprecisión no es un defecto, sino una estrategia narrativa: el poder contemporáneo ya no necesita mostrarse de manera explícita, basta con la lógica invisible de la vigilancia y la burocracia digital para imponer su dominio.. Como en obras anteriores, el tono oscila entre la fábula y la crónica social, atravesado por una conciencia política vibrante. Gliff, el caballo hallado por los niños, actúa como emblema de lo vivo dentro de un mundo administrado, evocando tanto a los animales metamórficos de Ovidio como a la inocencia de los cuentos de hadas. No es casual que los hermanos aludan a Briar Rose, nombre alternativo de «La Bella Durmiente», aunque aquí el despertar no tiene nada de mágico: es sencillamente una toma de conciencia.. El relato elige como foco no a héroes insurgentes, sino a niños expulsados del sistema, marcados por una línea roja que recuerda tanto a los códigos logísticos del capitalismo de plataforma como a las señales de peste medieval. En ese desplazamiento se aproxima más a autores contemporáneos como Rumaan Alam o Alan Garner que a la distopía clásica: el interés no está en la ingeniería del régimen, sino en la experiencia íntima del desarraigo y en cómo el verbo, incluso fragmentado, puede volverse refugio y espacio de resistencia. Es, en última instancia, una novela sobre el poder de nombrar, de transustanciarlo todo. En un mundo donde ser «verificable» equivale a existir, queda la imaginación como último territorio que aún no ha sido cartografiado por el poder.. Lo mejor: sin duda, la prosa audaz y poética que despliega el libro y que entrelaza distopía, semiótica y emoción con inteligencia. Lo peor: algunas imágenes y giros conceptuales que existen en el libro pueden sentirse demasiado herméticos o autoconscientes. «Extranjeros en todas partes», de Mercedes Halfon: Gombrowicz, retrato argentino de un iconoclasta de las letras. 9/10. Por Jesús Ferrer. «Cuanto más inteligente se es, más estúpido». Esta contradictoria y sorprendente afirmación pertenece al novelista y dramaturgo polaco Witold Gombrowicz (Maloszyce, 1904 – Vence, Francia, 1969), que, con su transgresora escritura, fue un icono literario para escritores como Ricardo Piglia, Sergio Pitol, César Aira, Milan Kundera, Juan José Saer y Enrique Vila Matas. Su contestataria estética le sitúa contra la poesía pura, el realismo social, la retórica narrativa, los fastos culturales, la pedantería intelectual y los nacionalismos excluyentes.. Todo marcado por una demoledora ironía de carácter vanguardista y renovador. Su novela «Ferdyduke» convulsionó la sociedad literaria por la acidez de su crítica contracultural. Ya reconocido como escritor, viajará a Buenos Aires invitado por una naviera polaca y, durante esa estancia, estallará la II Guerra Mundial. Lo que había de ser una provisional permanencia se convertirá en veinticuatro años en Argentina.. La escritora Mercedes Halfon (Buenos Aires, 1980) ha biografiado esa etapa detallando sus penurias económicas del principio y su inclusión en los ambientes de la alta burguesía cultural. Esa época generará sus más importantes obras, como la novela semiautobiográfica «Trans-Atlántico», friso caricaturesco de la vida rioplatense confrontada con la mentalidad del exilio polaco; y su «Diario argentino», cumbre de la literatura autorreferencial. Destaca en este libro la escindida conciencia del escritor debatiéndose entre dos patrias, la natal y la de adopción, conflicto reflejado en una escritura de alambicado estilo barroco y con un tono cercano al exabrupto. En sus últimos momentos Gombrowicz, preso de un ataque de asma, solicita que mantengan un ventilador cerca de él, «me hace recordar a la Argentina». Una interesante y sugestiva biografía.. Lo mejor: a través del biografiado asoma el lúcido retrato de la sociedad cultural argentina que marcó toda aquella época del país. Lo peor: realmente no existe nada que sea digno de mencionar o que resulte negativo porque es de una minuciosa y amena obra. «Vaim», de Jon Fosse: un regreso tras el Premio Nobel con aguja e hilo. 9/10. Por Ángeles López. En «Vaim», Jon Fosse regresa al silencio esencial que ha definido su obra, pero lo hace con una serenidad nueva, como si tras el Nobel se hubiera permitido respirar. Esta primera novela posterior al galardón inaugura un tríptico dedicado al pueblo ficticio que da nombre al libro y confirma que el autor noruego sigue siendo, a la vez, místico y orfebre del lenguaje. La historia –mínima y simbólica– comienza con un gesto fútil: Jatgeir zarpa desde su aldea de pescadores para comprar aguja e hilo. Esa búsqueda humilde se transforma en un viaje de piel hacia adentro donde se entrelazan memoria, amor y pérdida. En el puerto se reencuentra con Eline, su amor de juventud, y con ella reaparecen los ecos del deseo, del arrepentimiento y de aquello que la vida no permitió. Una pequeña anécdota para un peso atómico tremendo.. Fosse convierte la prosa en respiración. Sin puntos, sin interrupciones, el texto fluye como una oración marina: pensamiento, plegaria y sueño fusionados en una sola corriente. En esta cadencia hipnótica, el lector no camina, se sumerge. Pero, a diferencia de la oscuridad metafísica de su Septología, aquí hay destellos de humor, de humanidad concreta. Es un autor más luminoso, menos angustiado, aunque igualmente fiel a su poética de la espera y del vacío que le convierten en heredero de Kafka, Beckett o Bernhard.. El paisaje, como es marca de la casa, deja de ser escenario para volverse conciencia. El mar, la aguja, el hilo: símbolos de un intento de recomponer lo quebrado, de soldar lo que el tiempo ha alejado. Cada barca, cada silencio, contiene el temblor de lo irreparable. Leer estas páginas supone escuchar el rumor de un mundo que se apaga y, sin embargo, persiste en su belleza. En esa tensión, Fosse construye una suerte de liturgia de la vida mínima.. Lo mejor: la prosa hipnótica y musical de Fosse, capaz de transformar lo cotidiano en experiencia trascendente. Lo peor: su ritmo lento y circular puede resultar hermético y exasperante para los lectores impacientes o pragmático. «El último secreto», de Dan Brown: las casi 900 páginas cargadas de adrenalina de Dan Brown. Por Lluís Fernández. 9/10. Robert Langon es un investigador de lo misterioso, un semiólogo que trata de resolver enigmas ocultos en «La Santa Cena» de Leonardo Da Vinci o en el «Infierno» de Dante, mientras es asediado por asesinos del Priorato de Sión, el Opus Dei o los Illuminati. Langdon sutura la brecha abierta por dos detectives: el comisario Ricciardi de Maurizio de Gionvanni, que ve muertos y habla con ellos, y Charlie Parker, creación de John Connolly, que recurre a una atmósfera sobrenatural de fantasmas vengadores.. Como en Stephen King, Dan Brown se mueve en el terreno de la novela de intriga y misterio sin abandonar lo plausible, mientras que King recurre al cuento maravilloso. Lo suyo es el folletín, eso sí, actualizando con las tecnologías actuales el depósito riquísimo de tramas que van de las sectas ocultas, la egiptología, el secreto esotérico de las pirámides y las momias a los profesores chiflados y los Fu Manchú que ansían dominar el mundo. Una tradición que llega hasta James Bond.. Brown ha recopilado este material y lo ha traducido al mundo de la simbología, en especial al depósito ingente de símbolos de la Iglesia romana, aventurando en cada una de las novelas de Robert Langdon una atrevida hipótesis herética que elucubra sobre una progenie de Jesús con María Magdalena y las sectas ocultas de la Iglesia Católica en sus catacumbas más secretas. Todo y nada ha cambiado en «El último secreto»: 828 páginas cargadas de adrenalina. Capítulos cortos que se leen a la velocidad del rayo y un acontecimiento inesperado al que se suma otro mayor, redoblado por raptos, asesinatos y huidas por la esotérica Praga del Gólem. El lector disfruta con tal cúmulo de acontecimientos tan sorprendente que lo enganchan en una espiral enloquecida sin fin.. Lo mejor: la capacidad que tiene Dan Brown para enganchar a los lectores y llevarlos desde la primera hasta la última página. Lo peor: demasiadas páginas para explicar lo que es y lo que significa la «conciencia impregna el universo», lo que lastra el ritmo
Además de eso, el regreso de un Nobel como Jon Fosse o la disección lírica y fragmentaria de la escritora Ali Smith sobre los totalitarismos del siglo XXI
«Gliff», de Ali Smith: un terrible cuento de hadas sobre los totalitarismos del siglo XXI. 9/10. Por Ángeles López. «Gliff», de Ali Smith, se inscribe en la tradición de las distopías literarias, pero desde una perspectiva lírica y fragmentaria. A diferencia de Orwell, Huxley o Bradbury, aquí el sistema totalitario que oprime a los protagonistas, Bri y Rose, aparece insinuado más que descrito. Esa imprecisión no es un defecto, sino una estrategia narrativa: el poder contemporáneo ya no necesita mostrarse de manera explícita, basta con la lógica invisible de la vigilancia y la burocracia digital para imponer su dominio.. Como en obras anteriores, el tono oscila entre la fábula y la crónica social, atravesado por una conciencia política vibrante. Gliff, el caballo hallado por los niños, actúa como emblema de lo vivo dentro de un mundo administrado, evocando tanto a los animales metamórficos de Ovidio como a la inocencia de los cuentos de hadas. No es casual que los hermanos aludan a Briar Rose, nombre alternativo de «La Bella Durmiente», aunque aquí el despertar no tiene nada de mágico: es sencillamente una toma de conciencia.. El relato elige como foco no a héroes insurgentes, sino a niños expulsados del sistema, marcados por una línea roja que recuerda tanto a los códigos logísticos del capitalismo de plataforma como a las señales de peste medieval. En ese desplazamiento se aproxima más a autores contemporáneos como Rumaan Alam o Alan Garner que a la distopía clásica: el interés no está en la ingeniería del régimen, sino en la experiencia íntima del desarraigo y en cómo el verbo, incluso fragmentado, puede volverse refugio y espacio de resistencia. Es, en última instancia, una novela sobre el poder de nombrar, de transustanciarlo todo. En un mundo donde ser «verificable» equivale a existir, queda la imaginación como último territorio que aún no ha sido cartografiado por el poder.. Lo mejor: sin duda, la prosa audaz y poética que despliega el libro y que entrelaza distopía, semiótica y emoción con inteligencia. Lo peor: algunas imágenes y giros conceptuales que existen en el libro pueden sentirse demasiado herméticos o autoconscientes. «Extranjeros en todas partes», de Mercedes Halfon: Gombrowicz, retrato argentino de un iconoclasta de las letras. 9/10. Por Jesús Ferrer. «Cuanto más inteligente se es, más estúpido». Esta contradictoria y sorprendente afirmación pertenece al novelista y dramaturgo polaco Witold Gombrowicz (Maloszyce, 1904 – Vence, Francia, 1969), que, con su transgresora escritura, fue un icono literario para escritores como Ricardo Piglia, Sergio Pitol, César Aira, Milan Kundera, Juan José Saer y Enrique Vila Matas. Su contestataria estética le sitúa contra la poesía pura, el realismo social, la retórica narrativa, los fastos culturales, la pedantería intelectual y los nacionalismos excluyentes.. Todo marcado por una demoledora ironía de carácter vanguardista y renovador. Su novela «Ferdyduke» convulsionó la sociedad literaria por la acidez de su crítica contracultural. Ya reconocido como escritor, viajará a Buenos Aires invitado por una naviera polaca y, durante esa estancia, estallará la II Guerra Mundial. Lo que había de ser una provisional permanencia se convertirá en veinticuatro años en Argentina.. La escritora Mercedes Halfon (Buenos Aires, 1980) ha biografiado esa etapa detallando sus penurias económicas del principio y su inclusión en los ambientes de la alta burguesía cultural. Esa época generará sus más importantes obras, como la novela semiautobiográfica «Trans-Atlántico», friso caricaturesco de la vida rioplatense confrontada con la mentalidad del exilio polaco; y su «Diario argentino», cumbre de la literatura autorreferencial. Destaca en este libro la escindida conciencia del escritor debatiéndose entre dos patrias, la natal y la de adopción, conflicto reflejado en una escritura de alambicado estilo barroco y con un tono cercano al exabrupto. En sus últimos momentos Gombrowicz, preso de un ataque de asma, solicita que mantengan un ventilador cerca de él, «me hace recordar a la Argentina». Una interesante y sugestiva biografía.. Lo mejor: a través del biografiado asoma el lúcido retrato de la sociedad cultural argentina que marcó toda aquella época del país. Lo peor: realmente no existe nada que sea digno de mencionar o que resulte negativo porque es de una minuciosa y amena obra. «Vaim», de Jon Fosse: un regreso tras el Premio Nobel con aguja e hilo. 9/10. Por Ángeles López. En «Vaim», Jon Fosse regresa al silencio esencial que ha definido su obra, pero lo hace con una serenidad nueva, como si tras el Nobel se hubiera permitido respirar. Esta primera novela posterior al galardón inaugura un tríptico dedicado al pueblo ficticio que da nombre al libro y confirma que el autor noruego sigue siendo, a la vez, místico y orfebre del lenguaje. La historia –mínima y simbólica– comienza con un gesto fútil: Jatgeir zarpa desde su aldea de pescadores para comprar aguja e hilo. Esa búsqueda humilde se transforma en un viaje de piel hacia adentro donde se entrelazan memoria, amor y pérdida. En el puerto se reencuentra con Eline, su amor de juventud, y con ella reaparecen los ecos del deseo, del arrepentimiento y de aquello que la vida no permitió. Una pequeña anécdota para un peso atómico tremendo.. Fosse convierte la prosa en respiración. Sin puntos, sin interrupciones, el texto fluye como una oración marina: pensamiento, plegaria y sueño fusionados en una sola corriente. En esta cadencia hipnótica, el lector no camina, se sumerge. Pero, a diferencia de la oscuridad metafísica de su Septología, aquí hay destellos de humor, de humanidad concreta. Es un autor más luminoso, menos angustiado, aunque igualmente fiel a su poética de la espera y del vacío que le convierten en heredero de Kafka, Beckett o Bernhard.. El paisaje, como es marca de la casa, deja de ser escenario para volverse conciencia. El mar, la aguja, el hilo: símbolos de un intento de recomponer lo quebrado, de soldar lo que el tiempo ha alejado. Cada barca, cada silencio, contiene el temblor de lo irreparable. Leer estas páginas supone escuchar el rumor de un mundo que se apaga y, sin embargo, persiste en su belleza. En esa tensión, Fosse construye una suerte de liturgia de la vida mínima.. Lo mejor: la prosa hipnótica y musical de Fosse, capaz de transformar lo cotidiano en experiencia trascendente. Lo peor: su ritmo lento y circular puede resultar hermético y exasperante para los lectores impacientes o pragmático. «El último secreto», de Dan Brown: las casi 900 páginas cargadas de adrenalina de Dan Brown. Por Lluís Fernández. 9/10. Robert Langon es un investigador de lo misterioso, un semiólogo que trata de resolver enigmas ocultos en «La Santa Cena» de Leonardo Da Vinci o en el «Infierno» de Dante, mientras es asediado por asesinos del Priorato de Sión, el Opus Dei o los Illuminati. Langdon sutura la brecha abierta por dos detectives: el comisario Ricciardi de Maurizio de Gionvanni, que ve muertos y habla con ellos, y Charlie Parker, creación de John Connolly, que recurre a una atmósfera sobrenatural de fantasmas vengadores.. Como en Stephen King, Dan Brown se mueve en el terreno de la novela de intriga y misterio sin abandonar lo plausible, mientras que King recurre al cuento maravilloso. Lo suyo es el folletín, eso sí, actualizando con las tecnologías actuales el depósito riquísimo de tramas que van de las sectas ocultas, la egiptología, el secreto esotérico de las pirámides y las momias a los profesores chiflados y los Fu Manchú que ansían dominar el mundo. Una tradición que llega hasta James Bond.. Brown ha recopilado este material y lo ha traducido al mundo de la simbología, en especial al depósito ingente de símbolos de la Iglesia romana, aventurando en cada una de las novelas de Robert Langdon una atrevida hipótesis herética que elucubra sobre una progenie de Jesús con María Magdalena y las sectas ocultas de la Iglesia Católica en sus catacumbas más secretas. Todo y nada ha cambiado en «El último secreto»: 828 páginas cargadas de adrenalina. Capítulos cortos que se leen a la velocidad del rayo y un acontecimiento inesperado al que se suma otro mayor, redoblado por raptos, asesinatos y huidas por la esotérica Praga del Gólem. El lector disfruta con tal cúmulo de acontecimientos tan sorprendente que lo enganchan en una espiral enloquecida sin fin.. Lo mejor: la capacidad que tiene Dan Brown para enganchar a los lectores y llevarlos desde la primera hasta la última página. Lo peor: demasiadas páginas para explicar lo que es y lo que significa la «conciencia impregna el universo», lo que lastra el ritmo
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