La estigmatización también asoma en quien intenta defendernos. Hace unos días, un usuario del viejo Twitter compartió una foto con su cara tapada mientras posaba junto a Jorge Javier Vázquez. Animó a que se burlaran del presentador de Telecinco por su sexualidad. «Me he encontrado a este bujarr*», soltó. Muy antiguo. Muy de otra época. Muy anacrónico incluso. Pero hay gente que sigue ahí. El problema es cuando aparecen «los aliados» que pretenden defender a Jorge Javier y tiran del mismo insulto. Esta vez, hacia el tuitero faltón: «Pero no tapes la cara al bujarr*n, quería saber quién era». He aquí la paradoja: hasta los que intentan desmontar al atacante utilizan su misma arma, pues tienen interiorizada la homosexualidad como indigna, ofensiva, humillante. Y ni se percatan.. También sucede en ese instante en el que alguien comparte un fotomontaje de un dictador besándose con otro hombre y piensa que, así, está desacreditando al malvado. Porque, claro, que dos personas del mismo sexo se besen es una deshonra. Es la estigmatización de ida y vuelta, que coge vuelo cuando hasta los que se creen defensores de la diversidad nos tratan con condescendencia por nuestra identidad. Incluso, a veces, lo hacemos nosotros mismos. Porque la LGTBIfobia la llevamos todos bien adentro, personas LGTBI inclusive. La sociedad nos ha educado en la culpa desde críos. Por eso mismo, hay que subrayar determinados comportamientos que son dañinos y algunos no son capaces de comprender. Todavía.. Sin ir más lejos, hace unas semanas, Vanesa Martín fue preguntada por su sexualidad en el programa de Jenaro Castro Plano General, de La 2. «¿Sobre los prejuicios que puede despertar tu sexualidad que mensaje quieres dar?, lanza el periodista. «Naturalidad, yo creo que nadie está a salvo de poder enamorarse de una persona de su mismo sexo», respondió la cantante que, probablemente, no se esperaba esta cuestión. Y lo primero que aflora es el sentimiento de culpa. Porque Martín aborda su identidad desde términos de castigo con ese «nadie está a salvo». Como si fuera una penitencia. Como si fuera una maldición. Como si fuera una amenaza. Como si fuera negativo.. Encima reduciendo la identidad a «enamorarse», cuando se trata de poder ser en igualdad de derechos que el resto de la sociedad. Aunque estés solo y sin amor mereces que nadie te desprecie. De hecho, más tarde, la propia Vanesa remata su contestación divagando con ese comodín de amar: «esa persona se merece que te entregues por completo, aunque sea de tu mismo sexo». Este «aunque», de nuevo, transmite pena. Así contradice todo el rato que abrace su sexualidad con naturalidad. En realidad, sus palabras la remarcan desde la vergüenza. No hay que culpabilizar a Vanesa por ello. Somos fruto de muchas circunstancias y muchos complejos. Los insultos siguen pululando en redes y en la vida por ser LGTBIQ+. Los llevamos con nosotros desde la niñez. Nuestro primer contacto con la sexualidad fue vinculado a desdicha por la cultura que nos rodeaba y oprimía en épocas en las que no había apenas referentes. Y nos sentíamos solos.. Para que nadie siga sufriendo ese sentimiento de desamparo y aislamiento, debemos situar el acento en estas expresiones que parecen inocuas y, sin embargo, manchan. Hay que desaprenderlas. Porque la discriminación empieza por el lenguaje y estas palabras hacen de menos a las personas LGTBI e impiden que vivamos en igualdad de condiciones. Nos continúan empujando al eufemismo que nos señala con el desdén reducionista de «pobrecitos, que amen. Pero en su casa». Y lo que es peor, sin muchas veces capacidad de darnos cuenta de que algo falla si en 2025 una cantante sigue afrontando su identidad con la justificación acusatoria de «nadie está a salvo». Al revés, estamos realmente a salvo cuando podemos ser nosotros sin pedir disculpas por existir.. @la2_tve ❤️🩹 “Creo que nadie está a salvo de poder enamorarse de una persona de su mismo sexo” #PlanoGeneral #VanesaMartín ♬ sonido original – La 2
Cuando la LGTBIfobia se disfraza de defensa.
20MINUTOS.ES – Televisión
La estigmatización también asoma en quien intenta defendernos. Hace unos días, un usuario del viejo Twitter compartió una foto con su cara tapada mientras posaba junto a Jorge Javier Vázquez. Animó a que se burlaran del presentador de Telecinco por su sexualidad. «Me he encontrado a este bujarr*», soltó. Muy antiguo. Muy de otra época. Muy anacrónico incluso. Pero hay gente que sigue ahí. El problema es cuando aparecen «los aliados» que pretenden defender a Jorge Javier y tiran del mismo insulto. Esta vez, hacia el tuitero faltón: «Pero no tapes la cara al bujarr*n, quería saber quién era». He aquí la paradoja: hasta los que intentan desmontar al atacante utilizan su misma arma, pues tienen interiorizada la homosexualidad como indigna, ofensiva, humillante. Y ni se percatan.. También sucede en ese instante en el que alguien comparte un fotomontaje de un dictador besándose con otro hombre y piensa que, así, está desacreditando al malvado. Porque, claro, que dos personas del mismo sexo se besen es una deshonra. Es la estigmatización de ida y vuelta, que coge vuelo cuando hasta los que se creen defensores de la diversidad nos tratan con condescendencia por nuestra identidad. Incluso, a veces, lo hacemos nosotros mismos. Porque la LGTBIfobia la llevamos todos bien adentro, personas LGTBI inclusive. La sociedad nos ha educado en la culpa desde críos. Por eso mismo, hay que subrayar determinados comportamientos que son dañinos y algunos no son capaces de comprender. Todavía.. Sin ir más lejos, hace unas semanas, Vanesa Martín fue preguntada por su sexualidad en el programa de Jenaro Castro Plano General, de La 2. «¿Sobre los prejuicios que puede despertar tu sexualidad que mensaje quieres dar?, lanza el periodista. «Naturalidad, yo creo que nadie está a salvo de poder enamorarse de una persona de su mismo sexo», respondió la cantante que, probablemente, no se esperaba esta cuestión. Y lo primero que aflora es el sentimiento de culpa. Porque Martín aborda su identidad desde términos de castigo con ese «nadie está a salvo». Como si fuera una penitencia. Como si fuera una maldición. Como si fuera una amenaza. Como si fuera negativo.. Encima reduciendo la identidad a «enamorarse», cuando se trata de poder ser en igualdad de derechos que el resto de la sociedad. Aunque estés solo y sin amor mereces que nadie te desprecie. De hecho, más tarde, la propia Vanesa remata su contestación divagando con ese comodín de amar: «esa persona se merece que te entregues por completo, aunque sea de tu mismo sexo». Este «aunque», de nuevo, transmite pena. Así contradice todo el rato que abrace su sexualidad con naturalidad. En realidad, sus palabras la remarcan desde la vergüenza. No hay que culpabilizar a Vanesa por ello. Somos fruto de muchas circunstancias y muchos complejos. Los insultos siguen pululando en redes y en la vida por ser LGTBIQ+. Los llevamos con nosotros desde la niñez. Nuestro primer contacto con la sexualidad fue vinculado a desdicha por la cultura que nos rodeaba y oprimía en épocas en las que no había apenas referentes. Y nos sentíamos solos.. Para que nadie siga sufriendo ese sentimiento de desamparo y aislamiento, debemos situar el acento en estas expresiones que parecen inocuas y, sin embargo, manchan. Hay que desaprenderlas. Porque la discriminación empieza por el lenguaje y estas palabras hacen de menos a las personas LGTBI e impiden que vivamos en igualdad de condiciones. Nos continúan empujando al eufemismo que nos señala con el desdén reducionista de «pobrecitos, que amen. Pero en su casa». Y lo que es peor, sin muchas veces capacidad de darnos cuenta de que algo falla si en 2025 una cantante sigue afrontando su identidad con la justificación acusatoria de «nadie está a salvo». Al revés, estamos realmente a salvo cuando podemos ser nosotros sin pedir disculpas por existir.. @la2_tve ❤️🩹 “Creo que nadie está a salvo de poder enamorarse de una persona de su mismo sexo” #PlanoGeneral #VanesaMartín ♬ sonido original – La 2