Una de las decisiones más difíciles a la hora de invertir en Bolsa es el momento de vender. En el momento en que compramos una acción automáticamente se desarrolla un sesgo psicológico muy poderoso, que complica la posterior decisión de deshacernos de nuestra posición. Es lo que los psicólogos conductuales denominan sesgo de pertenencia o efecto dotación (endowment effect). Este sesgo consiste en que tendemos a atribuir más valor a las cosas por el simple hecho de poseerlas.. Seguir leyendo
La decisión de salir cuando nos hemos equivocado puede ser un cortafuegos muy importante para nuestro retorno
Una de las decisiones más difíciles a la hora de invertir en Bolsa es el momento de vender. En el momento en que compramos una acción automáticamente se desarrolla un sesgo psicológico muy poderoso, que complica la posterior decisión de deshacernos de nuestra posición. Es lo que los psicólogos conductuales denominan sesgo de pertenencia o efecto dotación (endowment effect). Este sesgo consiste en que tendemos a atribuir más valor a las cosas por el simple hecho de poseerlas.. Una parte del éxito de una inversión puede determinarse por el precio de compra. De forma resumida, el retorno que obtendremos como accionistas de una compañía es una combinación de tres variables: (1) la variación del múltiplo de cotización, (2) el crecimiento de los beneficios y (3) los dividendos. El precio de entrada en una acción (o un índice) está conectado con el múltiplo de cotización, por lo que, cuanto más bajo sea el precio de compra, menor será el múltiplo que estamos pagando por los beneficios y, por tanto, mayor será el potencial de revalorización. En términos generales, la variable más importante a la hora de explicar los rendimientos de las acciones a largo plazo son los beneficios (los fundamentales), pero un margen de seguridad elevado (diferencia entre valor y precio) puede ser, en muchos casos, incluso más determinante.. Más información. Sesgos cognitivos y autocontrol: por qué nos cuesta tanto ahorrar… e invertir bien. No obstante, no debemos olvidar otra regla básica, y es la relación directa entre el múltiplo de cotización y los fundamentales del negocio. Es decir, cuanto mejores sean los fundamentales del negocio (crecimiento de ingresos, márgenes, generación de caja…), mayor será el múltiplo al que debe cotizar una compañía. Por tanto, podríamos decir que la evolución de los fundamentales de la compañía son los que terminan por decidir si el precio que pagamos en su momento era caro o barato, y no tanto el múltiplo de entrada.. Parece evidente que la mejor opción posible es la de invertir en negocios de calidad a precios atractivos. El problema es que esa evidencia no es tan frecuente en Bolsa, lo que nos deja ante una decisión complicada en muchas ocasiones, como es encontrar un equilibrio adecuado entre calidad y precio. Y ante esa disyuntiva, se suelen cometer errores.. Algunos errores de inversión se cometen cuando olvidamos la calidad del negocio y pagamos un precio aparentemente barato y/o cuando pagamos un precio excesivo por obtener mayor calidad. Tan perjudicial para nuestro retorno puede ser pagar un múltiplo bajo por un negocio mediocre como pagar un múltiplo excesivo por un negocio extraordinario. En ambos casos, no obstante, hay siempre un elemento de protección: vender a tiempo.. La decisión de vender cuando nos hemos equivocado puede ser un cortafuegos muy importante para nuestro retorno a largo plazo. Pero el sesgo de pertenencia (endowment effect) nos impide actuar a tiempo, profundizando el error inicial.. Ahora bien, cuando invertimos en un negocio de calidad a un precio atractivo el error que se suele cometer no viene de no vender a tiempo, si no justo lo contrario: vender antes de tiempo. Es lo que Peter Lynch, parafraseando a Warren Buffett, vino a definir como “cortar las flores para regar las malas hierbas”. El interés compuesto es tan potente que se vuelve exponencial con el paso del tiempo. Cortar la tendencia cuando hemos acertado puede ser una decisión pésima para nuestra inversión. En este caso, fue Albert Einstein quien dijo sobre el interés compuesto que “es la octava maravilla del mundo… aquel que lo entiende, gana dinero; aquel que no, lo paga”.. Por tanto, para reducir la probabilidad de error, nos queda volver a la variable más importante de todas: los fundamentales. Analizar los fundamentales de las compañías en las que invertimos nos ayuda a la hora de identificar si estamos cometiendo un error al no vender a tiempo o al vender antes de tiempo.. El precio de las acciones siguen a largo plazo a sus fundamentales. A corto plazo, el entorno macroeconómico puede modificar los múltiplos de cotización. De forma que, ante unos tipos de interés más altos, los múltiplos serán menores (el valor de los activos disminuye y, por tanto, el múltiplo que estás dispuesto a pagar se reduce), y viceversa. Otras variables como la política fiscal o la geopolítica también tiene impacto en los múltiplos de cotización a corto plazo de los valores en Bolsa.. Pero, a largo plazo, la variable más determinante son los fundamentales. Si los ingresos de una compañía crecen menos de lo esperado, o no crecen, si los márgenes se reducen y si la generación de caja no es suficiente, su precio de cotización caerá. La decisión acertada será anticiparse a la tendencia de los malos resultados y vender a tiempo. Por el contrario, si los fundamentales de un negocio no dejan de mejorar y batir expectativas, creando valor constantemente para los accionistas, la decisión acertada será mantener las acciones y no caer en el error de vender antes de tiempo.. El momento de vender en Bolsa vendrá determinado por los fundamentales de las compañías, con independencia de la evolución del precio. Vender antes de tiempo un negocio extraordinario puede ser tan negativo como no vender a tiempo un negocio mediocre.. Álvaro Jiménez es gestor de Inversiones en Gesconsult SGIIC.
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