Autoría: Henri Roorda. Dirección: Fernando Bernués. Interpretación: Mario Gas. Teatro Español, Madrid. Hasta el 2 de noviembre.. Solo por esta obrita, Henri Roorda merecería figurar entre los escritores más selectos y originales del siglo XX. El relato testimonial, la epístola cínica, el ensayo sarcástico, el autorretrato poético y el experimento literario más vanguardista y macabro que quepa imaginar se conjugan, con pasmosa audacia y originalísimo talento, en esta narración en primera persona en la que el autor suizo dejaba por escrito algunas reflexiones acerca del mundo que habitaba poco antes de quitarse la vida en 1925.. En el libro, que se llamó primero ‘El pesimismo alegre’ y después ‘Mi suicidio’ -los dos títulos que el propio Roorda proponía-, hay un aspecto insólito y muy llamativo que está perfectamente trasladado a al montaje teatral que dirige Fernando Bernués: su tono afable y casi festivo. Roorda no se quitó la vida anegado por la tristeza o la desesperación, sino por una decisión meditada y puramente racional ante el destino irremediablemente materialista que auguraba -me temo que con gran clarividencia- al ser humano y, por ende, a las sociedades.. El gran acierto de Bernués en su sencilla y bonita propuesta es evitar las proclamas facilonas y mantenerse fiel al espíritu vitalista y descreído que tiene el texto, dejando que aflore el ingenio del autor y la belleza literaria que hay en muchas de sus reflexiones. Sé que, para quienes no lo hayan leído, ese “vitalismo” del que hablo resultará inconcebible, si tenemos en cuenta que emana de alguien que, precisamente, planea quitarse la vida; pero créanme si digo que está inequívocamente presente en todas y cada una de las páginas del. libro, como lo está también, insisto, en este montaje. Con la proverbial belleza de su voz, y el buen manejo interpretativo que sabe hacer de ella, Mario Gas da solidez y apostura al único personaje de la obra, que no es otro que el propio escritor suizo en esos momentos previos al final de su existencia en los que está exponiendo sus pensamientos. Lástima que el ritmo en la expresión sea tan uniforme; creo que la función ganaría fracturándolo y variándolo más en algunos momentos, y haciendo, en definitiva, que el personaje fuera más juguetón física y verbalmente, porque, además, Roorda lo era en la vida real. En cualquier caso, todo está planteado y ejecutado con innegable corrección; y, además, es siempre un aliciente ver sobre un escenario, con tanto protagonismo, a Gas, cuya carrera se ha ido casi consagrando desde hace ya mucho tiempo, y de qué manera, a la dirección.. Lo mejor: El texto es una maravilla y los artífices de la propuesta lo has sabido leer estupendamente.. Lo peor: La acartonada entrada y salida final del personaje, con la lluvia y el paraguas.
Solo por esta obrita, Henri Roorda merecería figurar entre los escritores más selectos y originales del siglo XX
Autoría: Henri Roorda. Dirección: Fernando Bernués. Interpretación: Mario Gas. Teatro Español, Madrid. Hasta el 2 de noviembre.. Solo por esta obrita, Henri Roorda merecería figurar entre los escritores más selectos y originales del siglo XX. El relato testimonial, la epístola cínica, el ensayo sarcástico, el autorretrato poético y el experimento literario más vanguardista y macabro que quepa imaginar se conjugan, con pasmosa audacia y originalísimo talento, en esta narración en primera persona en la que el autor suizo dejaba por escrito algunas reflexiones acerca del mundo que habitaba poco antes de quitarse la vida en 1925.. En el libro, que se llamó primero ‘El pesimismo alegre’ y después ‘Mi suicidio’ -los dos títulos que el propio Roorda proponía-, hay un aspecto insólito y muy llamativo que está perfectamente trasladado a al montaje teatral que dirige Fernando Bernués: su tono afable y casi festivo. Roorda no se quitó la vida anegado por la tristeza o la desesperación, sino por una decisión meditada y puramente racional ante el destino irremediablemente materialista que auguraba -me temo que con gran clarividencia- al ser humano y, por ende, a las sociedades.. El gran acierto de Bernués en su sencilla y bonita propuesta es evitar las proclamas facilonas y mantenerse fiel al espíritu vitalista y descreído que tiene el texto, dejando que aflore el ingenio del autor y la belleza literaria que hay en muchas de sus reflexiones. Sé que, para quienes no lo hayan leído, ese “vitalismo” del que hablo resultará inconcebible, si tenemos en cuenta que emana de alguien que, precisamente, planea quitarse la vida; pero créanme si digo que está inequívocamente presente en todas y cada una de las páginas del. libro, como lo está también, insisto, en este montaje. Con la proverbial belleza de su voz, y el buen manejo interpretativo que sabe hacer de ella, Mario Gas da solidez y apostura al único personaje de la obra, que no es otro que el propio escritor suizo en esos momentos previos al final de su existencia en los que está exponiendo sus pensamientos. Lástima que el ritmo en la expresión sea tan uniforme; creo que la función ganaría fracturándolo y variándolo más en algunos momentos, y haciendo, en definitiva, que el personaje fuera más juguetón física y verbalmente, porque, además, Roorda lo era en la vida real. En cualquier caso, todo está planteado y ejecutado con innegable corrección; y, además, es siempre un aliciente ver sobre un escenario, con tanto protagonismo, a Gas, cuya carrera se ha ido casi consagrando desde hace ya mucho tiempo, y de qué manera, a la dirección.. Lo mejor: El texto es una maravilla y los artífices de la propuesta lo has sabido leer estupendamente.. Lo peor: La acartonada entrada y salida final del personaje, con la lluvia y el paraguas.
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