“Yo detesto el carisma en política. Me parece que el carisma tiende a sustituir la racionalidad por la visceralidad. Es decir, tiende a sustituir el raciocinio que es lo más hermoso del hombre, el convencimiento racional, por el sentimiento. Y no se sabe dónde puede terminar esa demagogia que oscila entre halagar al pueblo y tiranizarlo. Esos pueblos y esos hombres que se creen llamados por Dios, o que hacen creerlo, nos llevan siempre a la catástrofe”, razonaba Antonio Gala a Julia Otero en la Televisión Española de 1989, donde había tiempo para la conversación libre del debate abreviado, que confunde comunicación con el choque de vehemencias simplificadas.. Ahora hasta ovacionamos la sociedad del estribillo sobre la que reflexionaba Antonio Gala en La Luna con su análisis de los populismos y, sin saberlo, adelantándose al lugar al que nos ha ido arrastrando un tipo de consumo impaciente de las redes sociales: las emociones excitadas han arrasado con el intercambio de matices. Incluso nos parapetamos allá donde sabemos que nos van a dar la razón.. Tanto, que se ha naturalizado aquello de lo que antes huíamos. Se aplaude al periodista según su índice de implicación con una ideología y se deja solos a los que mantienen la independencia profesional en una constante búsqueda de acercarnos a la verdad con ideales pero sin sometimientos ideológicos.. Lo hemos visto estos meses en cómo, por ejemplo, los mismos que criticarían una actitud machista en alguien que ven «como contrario» lo justificaban en el que sienten de su “bando”. Hasta, para defenderlo, se celebra un acto objetivo de mala educación. Es preocupante que el estado de excitación con el que se comenta todo en determinadas redes sociales nos haya empujado a legitimar los malos modales.. Lo que representa una victoria del individualismo domesticado, en el que nos pensamos que estamos cambiando el planeta tuiteando nuestra opinión y solo estamos haciendo un ruido que nos mantiene distraídos en estereotipos que acortan nuestra mirada al mundo. Un sentir que es transversal, que cruza ideologías y clases sociales: ya somos más hinchas que ciudadanos críticos.. Antonio Gala nos avisó. Antonio Gala detestaba los fervores de las emociones que nos arrebatan la racionalidad crítica “poniendo las ideologías y las religiones, las políticas y las economías, por debajo de las personas», como insistió, con sus ojos de esperanza, Antonio a Julia. Una utopía, hoy. Un logro de la convivencia, ayer.
Un pronóstico sobre la sociedad de hoy, un aprendizaje desde la sociedad de ayer.
20MINUTOS.ES – Televisión
“Yo detesto el carisma en política. Me parece que el carisma tiende a sustituir la racionalidad por la visceralidad. Es decir, tiende a sustituir el raciocinio que es lo más hermoso del hombre, el convencimiento racional, por el sentimiento. Y no se sabe dónde puede terminar esa demagogia que oscila entre halagar al pueblo y tiranizarlo. Esos pueblos y esos hombres que se creen llamados por Dios, o que hacen creerlo, nos llevan siempre a la catástrofe”, razonaba Antonio Gala a Julia Otero en la Televisión Española de 1989, donde había tiempo para la conversación libre del debate abreviado, que confunde comunicación con el choque de vehemencias simplificadas.. Ahora hasta ovacionamos la sociedad del estribillo sobre la que reflexionaba Antonio Gala en La Luna con su análisis de los populismos y, sin saberlo, adelantándose al lugar al que nos ha ido arrastrando un tipo de consumo impaciente de las redes sociales: las emociones excitadas han arrasado con el intercambio de matices. Incluso nos parapetamos allá donde sabemos que nos van a dar la razón.. Tanto, que se ha naturalizado aquello de lo que antes huíamos. Se aplaude al periodista según su índice de implicación con una ideología y se deja solos a los que mantienen la independencia profesional en una constante búsqueda de acercarnos a la verdad con ideales pero sin sometimientos ideológicos.. Lo hemos visto estos meses en cómo, por ejemplo, los mismos que criticarían una actitud machista en alguien que ven «como contrario» lo justificaban en el que sienten de su “bando”. Hasta, para defenderlo, se celebra un acto objetivo de mala educación. Es preocupante que el estado de excitación con el que se comenta todo en determinadas redes sociales nos haya empujado a legitimar los malos modales.. Lo que representa una victoria del individualismo domesticado, en el que nos pensamos que estamos cambiando el planeta tuiteando nuestra opinión y solo estamos haciendo un ruido que nos mantiene distraídos en estereotipos que acortan nuestra mirada al mundo. Un sentir que es transversal, que cruza ideologías y clases sociales: ya somos más hinchas que ciudadanos críticos.. Antonio Gala nos avisó. Antonio Gala detestaba los fervores de las emociones que nos arrebatan la racionalidad crítica “poniendo las ideologías y las religiones, las políticas y las economías, por debajo de las personas», como insistió, con sus ojos de esperanza, Antonio a Julia. Una utopía, hoy. Un logro de la convivencia, ayer.
