25 años han pasado desde el estreno de Gran Hermano en España. El reality que llevó a Telecinco al éxito y, probablemente, al final, también al fracaso: al hacerse un canal demasiado dependiente del debate constante sobre las vidas ajenas.. Pero, ahora, la tele-realidad ha cambiado de bando: somos nosotros mismos los que protagonizamos nuestro propio Gran Hermano con el móvil que no soltamos de la mano. Nosotros, los ciudadanos, somos un centro emisor de la vida que tenemos, la vida que aspiramos y la vida que incluso disfrazamos.. No es de extrañar que contemplar un retorno de Gran Hermano se sienta anacrónico. La ingenuidad de aquella convivencia con la que GH conquistó a la audiencia transversal en los 2000 ha dado paso a un casting de ansiosos fans del programa. Porque son los nostálgicos de Gran Hermano los que quieren vivir esta experiencia. Las nuevas generaciones prefieren hacerse un TikTok para tocar las excitaciones de la fama.. El programa ha intentado poner remedio a su decadencia levantando una nueva casa con más posibilidades, más aspiracional, más bonica e iniciando desde el minuto uno tramas que alimenten el show. Como la aparición de dos hermanos enfadados, lo que ha parecido por momentos un edición nocturna de El diario de Jorge.. El problema es que estos conflictos empezaban la historia por el desenlace. Ni siquiera los hermanos han coincidido en la casa, que ha inaugurado Jorge Javier Vázquez desde dentro, en los que han sido unos primeros minutos de emisión bien accidentados. Hasta dio la sensación de que el programa estaba grabado porque se coló, cual fallo de edición, una imagen de dos de las concursantes mirando un armario en una habitación mientras ellas mismas estaban charlando con Jorge Javier. Él, rápido, pidió disculpas e incidió en la hora para demostrar que no había trampa. Por suerte, en ese rato en la competencia todavía estaba en antena El Hormiguero y La Revuelta, así que pocos estaban sintonizando Telecinco.. La gala «oficial» empezó después, para inflar la audiencia estirando el programa a franjas más trasnochadas sin prácticamente rivales en otras cadenas. Exactamente arrancó a las 23.15 de la noche. Con la emblemática sintonía que define uno de los grandes secretos de Gran Hermano: la liturgia teatral que, en cambio, ha escaseado en esta gala de estreno, que ha ido a trompicones, con discursos sobre la bisexualidad de hace diez años y con giros de guion que el seguidor del programa iba presagiando con facilidad. Nos las sabemos (casi) todas ya. Contra eso debe luchar GH. Contra su propio recuerdo como forma de volver a la esencia. Debe parecerse más a la tele de antes de GH que a las redes sociales de después de GH, debe ser más una serie bonita de ver que un fugaz directo de Instagram.. Pero, a pesar de todo, GH mantiene una virtud que se acrecienta como todopoderosa en el hoy: su premisa de curiosear a gente que está convivienda ajena al mundo. Y, en 2025, veinticinco años después, contemplar personas libres de la hiperconexión digital en la que estamos sumergidos todos puede ser un gran triunfo. Sobre todo para ellos.
Un estreno caótico y previsible, pero con un casting que puede hacer crecer al programa las próximas semanas.
20MINUTOS.ES – Televisión
25 años han pasado desde el estreno de Gran Hermano en España. El reality que llevó a Telecinco al éxito y, probablemente, al final, también al fracaso: al hacerse un canal demasiado dependiente del debate constante sobre las vidas ajenas.. Pero, ahora, la tele-realidad ha cambiado de bando: somos nosotros mismos los que protagonizamos nuestro propio Gran Hermano con el móvil que no soltamos de la mano. Nosotros, los ciudadanos, somos un centro emisor de la vida que tenemos, la vida que aspiramos y la vida que incluso disfrazamos.. No es de extrañar que contemplar un retorno de Gran Hermano se sienta anacrónico. La ingenuidad de aquella convivencia con la que GH conquistó a la audiencia transversal en los 2000 ha dado paso a un casting de ansiosos fans del programa. Porque son los nostálgicos de Gran Hermano los que quieren vivir esta experiencia. Las nuevas generaciones prefieren hacerse un TikTok para tocar las excitaciones de la fama.. El programa ha intentado poner remedio a su decadencia levantando una nueva casa con más posibilidades, más aspiracional, más bonica e iniciando desde el minuto uno tramas que alimenten el show. Como la aparición de dos hermanos enfadados, lo que ha parecido por momentos un edición nocturna de El diario de Jorge.. El problema es que estos conflictos empezaban la historia por el desenlace. Ni siquiera los hermanos han coincidido en la casa, que ha inaugurado Jorge Javier Vázquez desde dentro, en los que han sido unos primeros minutos de emisión bien accidentados. Hasta dio la sensación de que el programa estaba grabado porque se coló, cual fallo de edición, una imagen de dos de las concursantes mirando un armario en una habitación mientras ellas mismas estaban charlando con Jorge Javier. Él, rápido, pidió disculpas e incidió en la hora para demostrar que no había trampa. Por suerte, en ese rato en la competencia todavía estaba en antena El Hormiguero y La Revuelta, así que pocos estaban sintonizando Telecinco.. La gala «oficial» empezó después, para inflar la audiencia estirando el programa a franjas más trasnochadas sin prácticamente rivales en otras cadenas. Exactamente arrancó a las 23.15 de la noche. Con la emblemática sintonía que define uno de los grandes secretos de Gran Hermano: la liturgia teatral que, en cambio, ha escaseado en esta gala de estreno, que ha ido a trompicones, con discursos sobre la bisexualidad de hace diez años y con giros de guion que el seguidor del programa iba presagiando con facilidad. Nos las sabemos (casi) todas ya. Contra eso debe luchar GH. Contra su propio recuerdo como forma de volver a la esencia. Debe parecerse más a la tele de antes de GH que a las redes sociales de después de GH, debe ser más una serie bonita de ver que un fugaz directo de Instagram.. Pero, a pesar de todo, GH mantiene una virtud que se acrecienta como todopoderosa en el hoy: su premisa de curiosear a gente que está convivienda ajena al mundo. Y, en 2025, veinticinco años después, contemplar personas libres de la hiperconexión digital en la que estamos sumergidos todos puede ser un gran triunfo. Sobre todo para ellos.
