El Parlament de Catalunya ha aprobado este jueves una declaración institucional en la que insta a la Generalitat a solicitar al Ministerio de Justicia que inicie los trámites para revisar y anular la sentencia dictada contra el pedagogo y fundador de la Escola Moderna, Francesc Ferrer i Guàrdia, ejecutado el 13 de octubre de 1909 tras un juicio plagado de irregularidades.. El texto, leído en el pleno por la secretaria primera de la Mesa, Glòria Freixa, y apoyado por PSC-Units, Junts, ERC, Comuns y la CUP, subraya que Ferrer fue condenado “después de un juicio con graves irregularidades y una evidente falta de imparcialidad”. “Hoy se sabe que la causa contra Ferrer i Guàrdia fue injusta y motivada por intereses políticos”, añade la declaración, recordando que el Congreso ya trató de revisar el proceso en 1911 sin éxito.. Un pedagogo anarquista en la Barcelona industrial. Nacido en Alella en 1859, Francesc Ferrer i Guàrdia creció en el seno de una familia católica y monárquica. Sin embargo, muy joven se apartó de las creencias de sus padres y se acercó al republicanismo. De formación autodidacta, trabajó en el ferrocarril y fue militante del Partido Republicano Progresista de Ruiz Zorrilla, con quien colaboró en el exilio tras el fallido pronunciamiento militar de 1886.. En París entró en contacto con círculos anarquistas y con pensadores como Jean Jaurès o Anselmo Lorenzo, que influirían decisivamente en su visión pedagógica. Allí concibió su gran proyecto: una escuela racionalista, laica y científica, que sustituyera la enseñanza dogmática y religiosa que, según él, mantenía al pueblo en la ignorancia.. Con una herencia de una antigua alumna, la francesa Ernestine Meunier, Ferrer regresó a Barcelona y en 1901 fundó la Escola Moderna, un centro educativo pionero que aplicaba métodos innovadores: coeducación entre niños y niñas, excursiones al campo, enseñanza experimental y una apuesta por la libertad de pensamiento frente a la memorización o el castigo.. Los sectores conservadores vieron en su escuela una amenaza directa a su hegemonía educativa y moral. Ferrer, por su parte, difundía sus ideas mediante una editorial, conferencias y una universidad popular, que atrajo la simpatía de sectores republicanos y obreros.. El estallido de la Semana Trágica. El verano de 1909 transformó Barcelona en un polvorín. El Gobierno de Antonio Maura había ordenado el envío de tropas a Marruecos para proteger las minas del Rif, explotadas por empresarios catalanes y madrileños. La leva afectaba principalmente a los obreros casados y con hijos, pues los más ricos podían librarse pagando una suma considerable.. El resentimiento social estalló en una huelga general que, en pocos días, derivó en una insurrección popular: iglesias y conventos incendiados, barricadas y represión militar. Aquella semana de julio pasó a la historia como la Semana Trágica, un símbolo del conflicto social del siglo XX en Cataluña.. En medio de ese caos, el nombre de Ferrer i Guàrdia resurgió como el de un supuesto instigador. Su pasado anarquista y su escuela laica lo convirtieron en el chivo expiatorio perfecto. Fue detenido en agosto, acusado de dirigir los disturbios y de promover el anticlericalismo que incendió la ciudad.. Un juicio sin garantías. El proceso contra Ferrer fue una farsa judicial. Instruido por un tribunal militar, el sumario se elaboró sin abogado defensor y con testimonios imprecisos. Cuando finalmente tuvo letrado, este apenas dispuso de 24 horas para leer los 600 folios del expediente. No se admitieron testigos favorables, y los medios conservadores filtraron partes del proceso para alimentar la campaña contra él.. A pesar de la ausencia total de pruebas, el tribunal lo declaró culpable y lo condenó a muerte. El 13 de octubre de 1909, a las nueve de la mañana, Ferrer fue fusilado en el foso de Santa Amàlia del castillo de Montjuïc. Sus últimas palabras fueron: “¡Viva la Escuela Moderna!”. Un símbolo internacional. La ejecución de Ferrer i Guàrdia desató una ola de indignación internacional. Escritores, intelectuales y gobiernos europeos denunciaron el proceso como un atropello judicial. En Francia, Bélgica y Reino Unido se organizaron manifestaciones masivas; en España, la presión pública fue tal que el rey Alfonso XIII se vio obligado a destituir a Maura.. Con el tiempo, Ferrer se convirtió en símbolo del librepensamiento y de la lucha contra la alianza entre el poder político y militar. Su figura sigue siendo polémica: para unos, un mártir de la libertad de conciencia; para otros, un agitador que socavó los valores tradicionales de su tiempo.. Más de un siglo después, el Parlament de Catalunya ha pedido reabrir su causa. Un gesto que busca reconocer la injusticia cometida contra un hombre que quiso liberar la educación de dogmas y acabó fusilado por desafiar los cimientos del poder.
Tuvo un juicio plagado de irregularidades y de acusaciones falsas
El Parlament de Catalunya ha aprobado este jueves una declaración institucional en la que insta a la Generalitat a solicitar al Ministerio de Justicia que inicie los trámites para revisar y anular la sentencia dictada contra el pedagogo y fundador de la Escola Moderna, Francesc Ferrer i Guàrdia, ejecutado el 13 de octubre de 1909 tras un juicio plagado de irregularidades.. El texto, leído en el pleno por la secretaria primera de la Mesa, Glòria Freixa, y apoyado por PSC-Units, Junts, ERC, Comuns y la CUP, subraya que Ferrer fue condenado “después de un juicio con graves irregularidades y una evidente falta de imparcialidad”. “Hoy se sabe que la causa contra Ferrer i Guàrdia fue injusta y motivada por intereses políticos”, añade la declaración, recordando que el Congreso ya trató de revisar el proceso en 1911 sin éxito.. Un pedagogo anarquista en la Barcelona industrial. Nacido en Alella en 1859, Francesc Ferrer i Guàrdia creció en el seno de una familia católica y monárquica. Sin embargo, muy joven se apartó de las creencias de sus padres y se acercó al republicanismo. De formación autodidacta, trabajó en el ferrocarril y fue militante del Partido Republicano Progresista de Ruiz Zorrilla, con quien colaboró en el exilio tras el fallido pronunciamiento militar de 1886.. En París entró en contacto con círculos anarquistas y con pensadores como Jean Jaurès o Anselmo Lorenzo, que influirían decisivamente en su visión pedagógica. Allí concibió su gran proyecto: una escuela racionalista, laica y científica, que sustituyera la enseñanza dogmática y religiosa que, según él, mantenía al pueblo en la ignorancia.. Con una herencia de una antigua alumna, la francesa Ernestine Meunier, Ferrer regresó a Barcelona y en 1901 fundó la Escola Moderna, un centro educativo pionero que aplicaba métodos innovadores: coeducación entre niños y niñas, excursiones al campo, enseñanza experimental y una apuesta por la libertad de pensamiento frente a la memorización o el castigo.. Los sectores conservadores vieron en su escuela una amenaza directa a su hegemonía educativa y moral. Ferrer, por su parte, difundía sus ideas mediante una editorial, conferencias y una universidad popular, que atrajo la simpatía de sectores republicanos y obreros.. El estallido de la Semana Trágica. El verano de 1909 transformó Barcelona en un polvorín. El Gobierno de Antonio Maura había ordenado el envío de tropas a Marruecos para proteger las minas del Rif, explotadas por empresarios catalanes y madrileños. La leva afectaba principalmente a los obreros casados y con hijos, pues los más ricos podían librarse pagando una suma considerable.. El resentimiento social estalló en una huelga general que, en pocos días, derivó en una insurrección popular: iglesias y conventos incendiados, barricadas y represión militar. Aquella semana de julio pasó a la historia como la Semana Trágica, un símbolo del conflicto social del siglo XX en Cataluña.. En medio de ese caos, el nombre de Ferrer i Guàrdia resurgió como el de un supuesto instigador. Su pasado anarquista y su escuela laica lo convirtieron en el chivo expiatorio perfecto. Fue detenido en agosto, acusado de dirigir los disturbios y de promover el anticlericalismo que incendió la ciudad.. Un juicio sin garantías. El proceso contra Ferrer fue una farsa judicial. Instruido por un tribunal militar, el sumario se elaboró sin abogado defensor y con testimonios imprecisos. Cuando finalmente tuvo letrado, este apenas dispuso de 24 horas para leer los 600 folios del expediente. No se admitieron testigos favorables, y los medios conservadores filtraron partes del proceso para alimentar la campaña contra él.. A pesar de la ausencia total de pruebas, el tribunal lo declaró culpable y lo condenó a muerte. El 13 de octubre de 1909, a las nueve de la mañana, Ferrer fue fusilado en el foso de Santa Amàlia del castillo de Montjuïc. Sus últimas palabras fueron: “¡Viva la Escuela Moderna!”. Un símbolo internacional. La ejecución de Ferrer i Guàrdia desató una ola de indignación internacional. Escritores, intelectuales y gobiernos europeos denunciaron el proceso como un atropello judicial. En Francia, Bélgica y Reino Unido se organizaron manifestaciones masivas; en España, la presión pública fue tal que el rey Alfonso XIII se vio obligado a destituir a Maura.. Con el tiempo, Ferrer se convirtió en símbolo del librepensamiento y de la lucha contra la alianza entre el poder político y militar. Su figura sigue siendo polémica: para unos, un mártir de la libertad de conciencia; para otros, un agitador que socavó los valores tradicionales de su tiempo.. Más de un siglo después, el Parlament de Catalunya ha pedido reabrir su causa. Un gesto que busca reconocer la injusticia cometida contra un hombre que quiso liberar la educación de dogmas y acabó fusilado por desafiar los cimientos del poder.
Noticias de Cataluña en La Razón
