Quién dijo que ya no hay personajes del corazón. Las celebrities del pedigrí de antes han dado paso a los protagonistas de una nostalgia más reciente: los artistas de la adolescencia que nos atravesó en la década de los 90 y los 2000. Tanto que hay fervores que parecen seguir atrapados en el fandom de la revista Súper Pop que «en paz descanse», como dirían las folclóricas. Solo hay que observar nuestra propia forma de actuar con aquellos grupos que nos hicieron soñar en épocas más despreocupadas.. Lo hemos sufrido con los que se van. El pasado fin de semana Andy y Lucas se despidieron de los escenarios en Madrid y fue uno de los conciertos más tensos que recuerda la historia grabada con teléfonos móviles. Lucas brincando, rodeado de sus fans, Andy solo. Como deseando que todo acabara cuanto antes.. También lo hemos padecido con los que vuelven. La Oreja de Van Gogh ha anunciado lo que ya nos adelantó Cayetana Guillen Cuervo en un equívoco en pleno photocall: el grupo donostiarra regresa con Amaia Montero como vocalista. España, de nuevo, dividida: eres de La Oreja de Leire, eres de La Oreja de Amaia. O quieres a Leire y Amaia, pero repeles a los chicos de la banda que hablan sin decir nada.. Hay que elegir. Estamos en modo fans adolescentes constantemente. La intensidad de las redes sociales nos ha permitido creernos que el mundo no puede perderse nuestra opinión. Y, desde la agitación del individualismo, pedimos a los artistas que cumplan nuestras expectativas. Nada de ponerse en su lugar: el fanático solo piensa en saciar sus deseos. No intenta entender la situación real de sus ídolos.. Incluso esta misma semana lo hemos evidenciado con cómo se trata a los que representan el esperanzador presente. La talentosa Valeria Castro debutó como invitada en OT y empezaron los memes por su expresividad, que tiene el valor añadido de ser parodiable. Su genuina manera de cantar es magistral, pero en el directo del escenario de Operación Triunfo no alcanzó la calidad que acostumbra. Sin embargo, pocos se preguntan por las circunstancias que le llevaron a una actuación desentonada. Pocos se acordaron de que todos tenemos malos días. Pocos empatizaron con la dificultad de estrenarse en un plató de tal exposición mediática, donde es más sencillo de lo que se percibe que tu autenticidad se salga de madre en una primera vez ante tantas cámaras, tanto público, tanto ruido, tanta emoción descontrolada.. Y, una vez más, la dinámica de uso de las redes sociales nos ha simplificado hasta empujarnos a escoger. ¿La culpa es de OT o la culpa es de Valeria Castro? ¿Eres de los que miran con snobismo a Operación Triunfo o eres de los que se mofan del diferente por cierta incapacidad a captar el carisma que está por encima de lo que nos insistieron que era la perfección? Selecciona tu propia aventura.. La personalidad de Valeria Castro brilla incluso en el descontrol. Aunque, claro, siempre aparecerán los agoreros que sentencian que es el principio del fin cuando algo no cumple su expectativa. Y lo que es peor, somos incapaces de hacer autocrítica sobre cómo señalamos hasta olvidarnos de la humanidad por el camino. Las burlas a Valeria se han saldado con el anuncio del aplazamiento de los conciertos que tenía previstos. El ruido viral, a pesar de que suele ser minoritario, nos contagia hasta propagarse. Hasta sembrar inseguridad. Hasta hacer daño. Pero, en la convivencia de la calle, donde somos bastante más cordiales, el debate público sobre la actuación de Valeria Castro con Dani Fernández en OT solo terminará propulsando su popularidad. Para muchos, desde esta semana, Valeria ya no es solo la banda sonora de un anuncio de telefonía. Es alguien especial. Su voz, su expresividad, su fuerza va más allá de la precisión puntual de los eruditos de la música en directo.. Los comentarios de las redes que todo juzgan, y que son osados en pronosticar cómo debemos ser y cómo no, nos están dejando atascados en la edad del pavo en la que nos tragábamos los consejos de la Súper Pop y afrontábamos las confusiones de la vida con brotes de intensidad. Ahí nos estamos quedando enquistados, pues la publicidad ahora depende más que nunca de la mala prensa. El premio llega según cuánto irritamos y cuánto nos irritan. La hiperconexión digital nos ha enganchado al reality de la polémica, que pretende vencedores y vencidos constantemente. Y en todos los ámbitos públicos. Agotador. Por suerte, la paralizadora histeria se nos termina pasando en ese mismo instante en el que concluyen los discursos, vuelve a sonar la música y nos devuelve a aquellos tiempos más desconectados en los que, pasara lo que pasara, al final, elegíamos la emoción compartida de bailar. Bailar juntos.
Cómo tratamos en la conversación pública a artistas como La Oreja de Van Gogh, Andy y Lucas o Valeria Castro define la sociedad fan.
20MINUTOS.ES – Televisión
Quién dijo que ya no hay personajes del corazón. Las celebrities del pedigrí de antes han dado paso a los protagonistas de una nostalgia más reciente: los artistas de la adolescencia que nos atravesó en la década de los 90 y los 2000. Tanto que hay fervores que parecen seguir atrapados en el fandom de la revista Súper Pop que «en paz descanse», como dirían las folclóricas.Solo hay que observar nuestra propia forma de actuar con aquellos grupos que nos hicieron soñar en épocas más despreocupadas.. Lo hemos sufrido con los que se van. El pasado fin de semana Andy y Lucas se despidieron de los escenarios en Madrid y fue uno de los conciertos más tensos que recuerda la historia grabada con teléfonos móviles. Lucas brincando, rodeado de sus fans, Andy solo. Como deseando que todo acabara cuanto antes.. También lo hemos padecido con los que vuelven. La Oreja de Van Gogh ha anunciado lo que ya nos adelantó Cayetana Guillen Cuervo en un equívoco en pleno photocall: el grupo donostiarra regresa con Amaia Montero como vocalista. España, de nuevo, dividida: eres de La Oreja de Leire, eres deLa Oreja de Amaia. O quieres a Leire y Amaia, pero repeles a los chicos de la banda que hablan sin decir nada.. Hay que elegir. Estamos en modo fans adolescentes constantemente. La intensidad de las redes sociales nos ha permitido creernos que el mundo no puede perderse nuestra opinión. Y, desde la agitación del individualismo, pedimos a los artistas que cumplan nuestras expectativas. Nada de ponerse en su lugar: el fanático solo piensa en saciar sus deseos. No intenta entender la situación real de sus ídolos.. Incluso esta misma semana lo hemos evidenciado con cómo se trata a los que representan el esperanzador presente. La talentosa Valeria Castro debutó como invitada en OT y empezaron los memes por su expresividad, que tiene el valor añadido de ser parodiable. Su genuina manera de cantar es magistral, pero en el directo del escenario de Operación Triunfo no alcanzó la calidad que acostumbra. Sin embargo, pocos se preguntan por las circunstancias que le llevaron a una actuación desentonada. Pocos se acordaron de que todos tenemos malos días. Pocos empatizaron con la dificultad de estrenarse en un plató de tal exposición mediática, donde es más sencillo de lo que se percibe que tu autenticidad se salga de madre en una primera vez ante tantas cámaras, tanto público, tanto ruido, tanta emoción descontrolada.. Y, una vez más, la dinámica de uso de las redes sociales nos ha simplificado hasta empujarnos a escoger. ¿La culpa es de OT o la culpa es de Valeria Castro? ¿Eres de los que miran con snobismo a Operación Triunfo o eres de los que se mofan del diferente por cierta incapacidad a captar el carisma que está por encima de lo que nos insistieron que era la perfección? Selecciona tu propia aventura.. La personalidad de Valeria Castro brilla incluso en el descontrol. Aunque, claro, siempre aparecerán los agoreros que sentencian que es el principio del fin cuando algo no cumple su expectativa. Y lo que es peor, somos incapaces de hacer autocrítica sobre cómo señalamos hasta olvidarnos de la humanidad por el camino. Las burlas a Valeria se han saldado con el anuncio del aplazamiento de los conciertos que tenía previstos. El ruido viral, a pesar de que suele ser minoritario, nos contagia hasta propagarse. Hasta sembrar inseguridad. Hasta hacer daño. Pero, en la convivencia de la calle, donde somos bastante más cordiales, el debate público sobre la actuación de Valeria Castro con Dani Fernández en OT solo terminará propulsando su popularidad. Para muchos, desde esta semana, Valeria ya no es solo la banda sonora de un anuncio de telefonía. Es alguien especial. Su voz, su expresividad, su fuerza va más allá de la precisión puntual de los eruditos de la música en directo.. Los comentarios de las redes que todo juzgan, y que son osados en pronosticar cómo debemos ser y cómo no, nos están dejando atascados en la edad del pavo en la que nos tragábamos los consejos de la Súper Pop y afrontábamos las confusiones de la vida con brotes de intensidad. Ahí nos estamos quedando enquistados, pues la publicidad ahora depende más que nunca de la mala prensa. El premio llega según cuánto irritamos y cuánto nos irritan. La hiperconexión digital nos ha enganchado al reality de la polémica, que pretende vencedores y vencidos constantemente. Y en todos los ámbitos públicos. Agotador. Por suerte, la paralizadora histeria se nos termina pasando en ese mismo instante en el que concluyen los discursos, vuelve a sonar la música y nos devuelve a aquellos tiempos más desconectados en los que, pasara lo que pasara, al final, elegíamos la emoción compartida de bailar. Bailar juntos.