Existe bibliografía acerca de cómo afecta a los adultos la exposición a la contaminación del aire, pero no se ha analizado de qué manera ésta impacta durante el embarazo y cómo afecta al desarrollo del feto. En este contexto, investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona, centro impulsado por la Fundación «la Caixa», pusieron en marcha, en colaboración con el Hospital del Mar, un estudio para conocer de qué manera afecta la contaminación atmosférica al desarrollo del feto.. Al respecto, el doctor Gerard Martínez-Vilavella, investigador de la Unidad de Resonancia Magnética del Servicio de Radiología del Hospital del Mar, explica que «los contaminantes entran en nuestro organismo a través del aire que respiramos y pasan a la sangre». «Los bebés no respiran, pero esos contaminantes que están en la sangre de la madre llegan a la placenta, que actúa como filtro, lo que hace que no lleguen al bebé de la misma manera que a la madre» y por ahora se desconoce qué efecto tienen sobre el feto.. Para ello, se monitorizaron los niveles de contaminantes a los que estaban expuestas mujeres embarazadas en seguimiento en el Hospital Clínic, el Hospital de la Santa Creu i Santa Pau y Sant Joan de Déu a lo largo de la gestión.. A continuación, tras el parto, se realizó una resonancia magnética a 132 de los recién nacidos antes del primer mes de vida, un periodo de tiempo lo suficientemente corto como para garantizar que éstos no se iban a exponer a otros factores que pudieran alterar los resultados. En el caso de los bebés, mediante esta prueba de imagen, se analizó el grado de maduración cerebral según sus niveles de mielinización.. Sobre la mielinización, Martínez-Vilavella explica que «es un proceso por el que una sustancia, que se llama mielina, recubre las fibras nerviosas del cerebro, lo que facilita la comunicación entre neuronas y hace que el cerebro funcione de forma más eficiente en el envío de información». Así, se trata de un procedimiento clave en la maduración del cerebro.. Ralentización del proceso. Y los resultados de este estudio revelaron que «los bebés de madres expuestas a niveles más altos de contaminantes durante el embarazo tenían una mielinización más lenta y, por lo tanto, una maduración cerebral también más lenta», resume el investigadores, quien sin embargo aclara que «eso no implica que esos recién nacidos vayan a tener problemas cognitivos en el futuro».. «Lo que hemos visto es que hay un factor ambiental que altera el ritmo de maduración cerebral, que debería ajustarse a sus tiempos y su ritmo y tanto su ralentización como su aceleración podrían ser perjudiciales, sin embargo se trata de un proceso dinámico y habría que entender si esa ralentización se asocia a potenciales déficits y para ello sería necesario una investigación en la que se realice un seguimiento del efecto longitudinal a medio y largo plazo», destaca Martínez Vilavella.. Asimismo, los resultados de este trabajo abren una segunda línea de investigación. Tal y como indica el doctor, «los contaminantes analizados, concretamente partículas finas de 2,5 micras en suspensión en el aire, que son hasta 30 veces más finas que un cabello, son un conjunto de elementos, algunos de los cuales, derivados del proceso de combustión y compuestos orgánicos tóxicos, ya sabemos que son nocivos y otros son metales esenciales, como el hierro, el cobre o el zinc, que son necesarios para un correcto desarrollo cerebral». Por lo tanto, aún faltaría saber cómo impacta cada uno de ellos en relación al desarrollo cerebral del bebé.. En cualquier caso, tal y como pone de relieve Jordi Sunyer, investigador de ISGlobal, «los hallazgos en estos bebés estudiados nos alertan que no podemos desfallecer en los planes de descontaminar las ciudades».
Un estudio indica que el cerebro de recién nacidos de madres con una mayor exposición a partículas en suspensión en el aire durante la gestación presentan niveles de mielinización menores, lo que habría que comprobar si se relaciona con potenciales déficits
Existe bibliografía acerca de cómo afecta a los adultos la exposición a la contaminación del aire, pero no se ha analizado de qué manera ésta impacta durante el embarazo y cómo afecta al desarrollo del feto. En este contexto, investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona, centro impulsado por la Fundación «la Caixa», pusieron en marcha, en colaboración con el Hospital del Mar, un estudio para conocer de qué manera afecta la contaminación atmosférica al desarrollo del feto.. Al respecto, el doctor Gerard Martínez-Vilavella, investigador de la Unidad de Resonancia Magnética del Servicio de Radiología del Hospital del Mar, explica que «los contaminantes entran en nuestro organismo a través del aire que respiramos y pasan a la sangre». «Los bebés no respiran, pero esos contaminantes que están en la sangre de la madre llegan a la placenta, que actúa como filtro, lo que hace que no lleguen al bebé de la misma manera que a la madre» y por ahora se desconoce qué efecto tienen sobre el feto.. Para ello, se monitorizaron los niveles de contaminantes a los que estaban expuestas mujeres embarazadas en seguimiento en el Hospital Clínic, el Hospital de la Santa Creu i Santa Pau y Sant Joan de Déu a lo largo de la gestión.. A continuación, tras el parto, se realizó una resonancia magnética a 132 de los recién nacidos antes del primer mes de vida, un periodo de tiempo lo suficientemente corto como para garantizar que éstos no se iban a exponer a otros factores que pudieran alterar los resultados. En el caso de los bebés, mediante esta prueba de imagen, se analizó el grado de maduración cerebral según sus niveles de mielinización.. Sobre la mielinización, Martínez-Vilavella explica que «es un proceso por el que una sustancia, que se llama mielina, recubre las fibras nerviosas del cerebro, lo que facilita la comunicación entre neuronas y hace que el cerebro funcione de forma más eficiente en el envío de información». Así, se trata de un procedimiento clave en la maduración del cerebro.. Ralentización del proceso. Y los resultados de este estudio revelaron que «los bebés de madres expuestas a niveles más altos de contaminantes durante el embarazo tenían una mielinización más lenta y, por lo tanto, una maduración cerebral también más lenta», resume el investigadores, quien sin embargo aclara que «eso no implica que esos recién nacidos vayan a tener problemas cognitivos en el futuro».. «Lo que hemos visto es que hay un factor ambiental que altera el ritmo de maduración cerebral, que debería ajustarse a sus tiempos y su ritmo y tanto su ralentización como su aceleración podrían ser perjudiciales, sin embargo se trata de un proceso dinámico y habría que entender si esa ralentización se asocia a potenciales déficits y para ello sería necesario una investigación en la que se realice un seguimiento del efecto longitudinal a medio y largo plazo», destaca Martínez Vilavella.. Asimismo, los resultados de este trabajo abren una segunda línea de investigación. Tal y como indica el doctor, «los contaminantes analizados, concretamente partículas finas de 2,5 micras en suspensión en el aire, que son hasta 30 veces más finas que un cabello, son un conjunto de elementos, algunos de los cuales, derivados del proceso de combustión y compuestos orgánicos tóxicos, ya sabemos que son nocivos y otros son metales esenciales, como el hierro, el cobre o el zinc, que son necesarios para un correcto desarrollo cerebral». Por lo tanto, aún faltaría saber cómo impacta cada uno de ellos en relación al desarrollo cerebral del bebé.. En cualquier caso, tal y como pone de relieve Jordi Sunyer, investigador de ISGlobal, «los hallazgos en estos bebés estudiados nos alertan que no podemos desfallecer en los planes de descontaminar las ciudades».
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