Aunque nada fuera nuevo, el curso televisivo que termina estos días ha sido diferente tras años de las cadenas repitiéndose en el revival de sus propios recuerdos. La llegada de La Revuelta, con David Broncano al frente, supuso un revulsivo que recordó que la televisión que trasciende, moviliza y hasta recupera públicos que parecían perdidos suele ir de la mano de la autoría. De poder ser. Y que te dejen ser.. Y hasta cuando te permiten ser, somos de una manera u otra dependiendo de las circunstancias que nos rodean. Algunas nos pueden hacer más grandes, otras pequeños. La libertad de Broncano hizo que cambiara el tablero de las expectativas televisivas. Al menos, hasta Navidades. Después el programa se estancó. Por el fútbol, por La isla de las tentaciones, por las cosas del competir. Pero, también, porque le faltó evolucionar más la creatividad que lleva dentro. Para que la sonrisa de lo inesperado se te siga plantando en la cara.. Esa sonrisa que tiene Broncano. Esa sonrisa que sale hasta cuando quieres hacer creer que controlas la situación y hasta que te da ‘todo le da igual’. Esa expresividad que nos desnuda sin necesidad de palabras. Esa expresividad que como espectadores nos iluminó los ojos de la fascinación en el instante que cayó un micro del cielo y Amaia empezó a cantar Tengo un pensamiento.. Esa expresividad que tan bien representa Buenafuente en Futuro imperfecto. De hecho, muestra ese momento en la vida en el que te percatas que la verdadera felicidad es la ilusión de estar con tus amigos. Cuando está con Raúl Cimas, Buenafuente transmite que no quiere que se acabe nunca. Una buena definición de amistad. La buena amistad, la que se sostiene en la admiración compartida.. Y de ahí también nace el triunfo sin síntomas de desgaste de El Hormiguero. Una buena idea de origen, con mucha luz y mucha música de fondo, sí, pero también con mucha admiración en el ambiente. Pablo Motos busca en cada una de sus entrevistas aportar al público una buena historia. Hasta cuando el invitado es Revilla y ha acudido tres veces en solo unos meses. Sin embargo, en El Hormiguero siempre hay un prisma nuevo porque hay un trabajo de documentación y juego detrás de cada conversación para que un programa viejo siga transmitiendo la adrenalina de la expectativa. Y ahí también Motos es transparente, su mirada proyecta de manera cristalina si está disfrutando la entrevista… o no.. Pero siempre en El Hormiguero el invitado se siente escuchado. La otra gran clave del entretenimiento en televisión: necesitamos sentirnos escuchados, necesitamos el alimento de la curiosidad que nos motiva, que nos sirve de válvula de escape sin despegarnos los pies de la realidad. Los grandes éxitos de prime time en esta temporada 2024/25 han conjugado estas dos cualidades: fantasía y cotidianidad. Tu cara me suena, Pasapalabra, incluso Supervivientes. También La Favorita o, en otro tempo de serial de tarde, la producción de mayor cuota de pantalla: La Promesa. Que hablan muy despacito.. Al final, estos meses nos hemos percatado qué viejo ha quedado aquello de confundir ritmo con prisa. Nos gustan los programas que se toman su tiempo, los programas que no especulan con gritos hacia ninguna parte. Se quedan en nuestra rutina los programas que tienen contenido y continente. Y para superar la ya barrera del 15 por ciento de cuota de audiencia: hay que salirse de nichos de autoconvencimiento, que para eso ya están las burbujas de los debates en las redes sociales, e invertir en programas que unen más que separan. Falta nos hace.. La música suele ser una buena aliada para ello. Eurovisión no falla, el Benidorm Fest lo intenta. A pesar de que sus concursantes se enreden cada año en estereotipos de lo que creen que esperan los demás de ellos en un show así. De nuevo, las circunstancias. Pero, luego, aparece Rigoberta Bandini con una canción contada a través de una idea clara, con su suspense inicial, con su postal central y con su colofón final y nos acordamos que eso es la tele: contar historias con autoría. Historias que rompen lo que te dijeron que era «lo normal» con la riqueza de invertir en imaginación. Así empezó la temporada. El fichaje de Broncano tambaleó muchos esquemas. Y así terminamos el curso envueltos en tantos impactos audiovisuales que nos hacen más olvidadizos que nunca. No hay margen para pensar, y la tele es permitir a la creatividad coger carrerilla.. Por eso mismo, quizá, hay que finiquitar la temporada subrayando que históricamente la tele que trasciende no es la que replica instantáneamente, es la que confía en la autoría. Autoría, delante y detrás de cámara. Autoría, o lo que es lo mismo: talento con nombre propio como escudo ante tanto disparo anónimo y tanto viral hecho para aturdirnos con, por cierto, un mal uso de la inteligencia artificial. Autoría, como antídoto anti aturullamiento colectivo.
Aprendizajes televisivos que nos deja esta esta temporada televisiva que se va de vacaciones.
20MINUTOS.ES – Televisión
Aunque nada fuera nuevo, el curso televisivo que termina estos días ha sido diferente tras años de las cadenas repitiéndose en el revival de sus propios recuerdos. La llegada de La Revuelta, con David Broncano al frente, supuso un revulsivo que recordó que la televisión que trasciende, moviliza y hasta recupera públicos que parecían perdidos suele ir de la mano de la autoría. De poder ser. Y que te dejen ser.. Y hasta cuando te permiten ser, somos de una manera u otra dependiendo de las circunstancias que nos rodean. Algunas nos pueden hacer más grandes, otras pequeños. La libertad de Broncano hizo que cambiara el tablero de las expectativas televisivas. Al menos, hasta Navidades. Después el programa se estancó. Por el fútbol, por La isla de las tentaciones, por las cosas del competir. Pero, también, porque le faltó evolucionar más la creatividad que lleva dentro. Para que la sonrisa de lo inesperado se te siga plantando en la cara.. Esa sonrisa que tiene Broncano. Esa sonrisa que sale hasta cuando quieres hacer creer que controlas la situación y hasta que te da ‘todo le da igual’. Esa expresividad que nos desnuda sin necesidad de palabras. Esa expresividad que como espectadores nos iluminó los ojos de la fascinación en el instante que cayó un micro del cielo y Amaia empezó a cantar Tengo un pensamiento.. Esa expresividad que tan bien representa Buenafuente en Futuro imperfecto. De hecho, muestra ese momento en la vida en el que te percatas que la verdadera felicidad es la ilusión de estar con tus amigos. Cuando está con Raúl Cimas, Buenafuente transmite que no quiere que se acabe nunca. Una buena definición de amistad. La buena amistad, la que se sostiene en la admiración compartida.. Y de ahí también nace el triunfo sin síntomas de desgaste de El Hormiguero. Una buena idea de origen, con mucha luz y mucha música de fondo, sí, pero también con mucha admiración en el ambiente. Pablo Motos busca en cada una de sus entrevistas aportar al público una buena historia. Hasta cuando el invitado es Revilla y ha acudido tres veces en solo unos meses. Sin embargo, en El Hormiguero siempre hay un prisma nuevo porque hay un trabajo de documentación y juego detrás de cada conversación para que un programa viejo siga transmitiendo la adrenalina de la expectativa. Y ahí también Motos es transparente, su mirada proyecta de manera cristalina si está disfrutando la entrevista… o no.. Pero siempre en El Hormiguero el invitado se siente escuchado. La otra gran clave del entretenimiento en televisión: necesitamos sentirnos escuchados, necesitamos el alimento de la curiosidad que nos motiva, que nos sirve de válvula de escape sin despegarnos los pies de la realidad. Los grandes éxitos de prime time en esta temporada 2024/25 han conjugado estas dos cualidades: fantasía y cotidianidad. Tu cara me suena, Pasapalabra, incluso Supervivientes. También La Favorita o, en otro tempo de serial de tarde, la producción de mayor cuota de pantalla: La Promesa. Que hablan muy despacito.. Al final, estos meses nos hemos percatado qué viejo ha quedado aquello de confundir ritmo con prisa. Nos gustan los programas que se toman su tiempo, los programas que no especulan con gritos hacia ninguna parte. Se quedan en nuestra rutina los programas que tienen contenido y continente. Y para superar la ya barrera del 15 por ciento de cuota de audiencia: hay que salirse de nichos de autoconvencimiento, que para eso ya están las burbujas de los debates en las redes sociales, e invertir en programas que unen más que separan. Falta nos hace.. La música suele ser una buena aliada para ello. Eurovisión no falla, el Benidorm Fest lo intenta. A pesar de que sus concursantes se enreden cada año en estereotipos de lo que creen que esperan los demás de ellos en un show así. De nuevo, las circunstancias. Pero, luego, aparece Rigoberta Bandini con una canción contada a través de una idea clara, con su suspense inicial, con su postal central y con su colofón final y nos acordamos que eso es la tele: contar historias con autoría. Historias que rompen lo que te dijeron que era «lo normal» con la riqueza de invertir en imaginación. Así empezó la temporada. El fichaje de Broncano tambaleó muchos esquemas. Y así terminamos el curso envueltos en tantos impactos audiovisuales que nos hacen más olvidadizos que nunca. No hay margen para pensar, y la tele es permitir a la creatividad coger carrerilla.. Por eso mismo, quizá, hay que finiquitar la temporada subrayando que históricamente la tele que trasciende no es la que replica instantáneamente, es la que confía en la autoría. Autoría, delante y detrás de cámara. Autoría, o lo que es lo mismo: talento con nombre propio como escudo ante tanto disparo anónimo y tanto viral hecho para aturdirnos con, por cierto, un mal uso de la inteligencia artificial. Autoría, como antídoto anti aturullamiento colectivo.